El Pasado del Rey (#1.5 Oels)

1. El Dios del Inframundo.

HADES

Nunca pedí ser el Dios del Inframundo.

Pasó exactamente un siglo desde que lo habíamos derrotado. Por lo general, al estar tanto tiempo solo, creí que el peso con el que cargaba se desvanecería pronto.

Estaba tan cansado de todo. Yo nunca quise esto, pero fue lo que me tocó, vivir en la oscuridad. Tenía que admitir que extrañaba la luz del sol pegando en mi rostro.

- ¿Cuál es tu nombre? - ya lo sabía pero mi deber era preguntarle.

- Ulises, señor.- contestó sin mirarme. Sabía que le daba miedo ver mis ojos, lo sabía porque todas las almas que cruzaban esas inmensas puertas nunca querían ver el intenso color dorado que agarraban mis ojos dentro del casco con muchas sombras, pero ese era mi trabajo.

Y lo odiaba.

- ¿Qué tienes que confesar? - el alma se estremeció al escuchar mi voz atronadora y seca. Cada vez que me tocaba hacer esto, parecía como si las sombras de mi mundo me poseían.

Eso no me gustaba, en absoluto.

- Gran... R-Rey y s-señor - tartamudeó viendo directamente sus manos manchadas de sangre, con un gesto de la mano limpié sus heridas y el alma frente a mí se veía limpia. Me miró con asombro pero inmediatamente bajó la cabeza con pánico.- he cometido un pecado del cual me arrepiento eternamente.- levantó la cabeza y le hice un gesto para que continuara, bajó la vista otra vez, mirando directamente sus zapatos.- cuando mi hija tenía dos años intenté asesinarla, señor - se le quebró la voz - Alguien me o-ordenó que lo hiciera, señor.

- ¿Lo hiciste? - pregunté enderezándome en el trono, el alma negó con la cabeza varias veces.

- No.. no pude hacerlo, señor. Ella... ella era mi niña, mi vida entera, si la mataba ¿Qué haría después? Nada, señor, nada. Yo... la amaba y al pasar el tiempo, la seguía amando con todo mi corazón y jamás le puse una mano encima... señor.

Respiré hondo. Él estaba diciendo la verdad.

- ¿Cómo te declaras? - pregunté después de un silencio sepulcral.

Alzó la vista, esta vez sin quitar sus ojos de mí y claramente sorprendido por mi pregunta.

- Inocente, señor.

- Ulises... Si te declaras inocente te invito a que acompañes a mi mensajero - en eso se escuchó el ruido de las puertas del salón del trono abriéndose, en eso entró Hermes y se puso a un lado del alma - Él te llevará a donde debes descansar y ahí pasarás tu eternidad viviendo lo que siempre deseaste vivir. - vi como suspiraba con alivio, casi sonreí - Prometo liberarte de tus culpas y de todos los recuerdos que te puedan lastimar.

- Gracias señor, muchas gracias.- pero se detuvo en seco al mirarme una vez más.- pero señor, usted es el rey y yo... yo... no merezco su perdón.

- Ser rey es ser justo, no se trata de condenar a las almas a estar en un mundo lleno de pesadillas, sino de ayudarlas a encontrar que se perdonen por todo lo que han hecho.- él asintió una vez - Que disfrutes de tu eternidad, Ulises.

Hermes tomó su mano y el alma caminó con él lejos del salón.

En eso, otra alma llegó.

*-†-*-*-*-†-*-*-*-†-*

- ¿Se puede saber por qué no fuiste al consejo? - entró Hermes imitando a Zeus, su padre. Aprovechó que no se veían ningún alma cerca y se detuvo frente a mí sin dejar a un lado las risas, me quité el casco y lo dejé a un lado del trono, rezando para no volver a usarlo dentro de un rato.- Tenías que verlo - se burló agarrándose el estómago - Creo que casi se le quema el cabello por la ira.

- Es difícil creer que mi hermano quiera escuchar mi opinión en los consejos - rodé los ojos de solo pensarlo - siempre dice que mis palabras son muy lúgubres para su gusto.- bufé.- Por cierto ¿Qué han sabido sobre Adara? ¿Alguna señal? - mi sobrino resopló.

Con un movimiento de mi mano, apareció una silla a mi lado en donde Hermes se sentó. Aparte de tres almas que rondaban por allí, mi sobrino era mi única compañía y tenía que agradecerle a Zeus por haberle recomendando estar conmigo en el reino. Algunas veces la soledad me carcomía el pecho y no podía soportarlo.

No me gustaba estar solo y sin embargo, ya me había acostumbrado.

- Adara ha vuelto a atacar. - trató de contener la molestia, pero de todas maneras se notó su repulsión.

- ¿Quién fue esta vez?

- Clío, una de las nueve musas... ahora quedan tres. Hace unas semanas Eusterpe, Talía y Tepsícore fueron asesinadas brutalmente después de salir de la famosa tasca de un pueblo cercano, creo que se trataba de Delos.- explicó con pesadumbre - Y hace una o dos semanas murieron Melpómene y Érato.

- Imagino que Mnemósine debe estar bastante molesta.- claro que lo estaba, las musas eran sus hijas, todo el mundo lo sabía. Tal vez si ese tipo de criaturas después de morir vinieran a mi reino seguramente todo sería más fácil, pero por extraño que parezca, no todos al morir conservaban su alma, algunos solamente se desvanecían.

- Ni que lo digas, está furiosa y ya nadie sabe a dónde se fue.

- ¿No hay ninguna pista de Adara? - me atreví a preguntar ya sabiendo la respuesta.-

- Sin pistas.- afirmó Hermes.

Yo suspiré.

- ¿Qué ha dicho Apolo? - inquirí. Apolo era el Dios de la luz pero también podía ver profecía y tenía clarividencia sobre todo lo que pasara, tal vez podría darnos alguna idea de como es esta bruja que ha estado asechándonos por mucho tiempo.

- Dice que su poder es inmenso y que lo más seguro es que haya amenazado a la mayoría de las criaturas en el bosque o también aquellas que habitan en los pueblos.- se encogió de hombros, chasqueé la lengua. Esto no podía estar pasando.- No hay rastro de ella y tampoco de alguna de las musas ¿Qué es lo que haremos, Hades? - sentí el miedo impregnado en su voz.- Es la primera vez que veo a mi padre tan aterrado.- es cierto, Zeus ni siquiera se angustió cuando luchó contra Cronos, nuestro padre.- Al parecer, Adara está demente y mata a todo aquel que se atraviese en su camino, su poder es tan maligno y... jamás había visto algo así.




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