El Pasado del Rey (#1.5 Oels)

2. La propuesta de Perséfone

HADES

- Esto es una locura Perséfone ¿Qué ha dicho tu padre al respecto? - estaba angustiado por hacerla entrar en razón pero nada de lo que le decía servía.

- Me ha dado su bendición - chilló una vez más, dejando a un lado mi opinión de que esto definitivamente era una muy, pero muy mala idea.- Está orgulloso de que ya sea toda una mujer.- comenzó a ondear la falda de su vestido floreado mientras me miraba con una sonrisa pícara sin notar mi desesperación.

Esto no podía estar pasando.

Debía ser una broma.

Quería que lo fuera.

Lo ansiaba, pero al ver su sonrisa de oreja a oreja sin ningún trocito de maldad, supe que no estaba bromeando.

- Detente, por favor.- dije lo más amablemente posible, sin querer mirar a sus grandes ojos almendrados y rebosantes de felicidad. - No quiero ni merezco apagar tu luz.- comencé a decir con cautela y notado que ella detuvo su pequeña danza para mirarme con curiosidad - Perséfone... yo... esto... esto no puede ser. No puedes casarte conmigo.

Vi el momento exacto en que todo rastro de su sonrisa se esfumó.- ¿De qué hablas? Ya le he dicho a mi padres que te amo y que tú también me amas.

Pero yo no la amaba de la manera en que ella esperaba.

¿Cómo no me había dado cuenta de esto?

- No... podemos casarnos.

- ¿Por qué no? - gritó ella perdiendo la paciencia, yo bufé, esto se estaba saliendo de mis manos.

- Y aún lo preguntas...- susurré, más para mí que para ella y entonces la observé en silencio - Mírate y mírame, pequeña. Tienes mucho por lo que vivir, mucho por conocer. Aún eres una niña, aún...

- Te prohíbo que vuelvas a decir algo así, Hades- gritó acercándose con grandes zancadas hacia mí - Ya no soy una niña, soy una mujer ahora.- nunca la había visto así tan consumida por la ira y todo eso... era culpa mía.- Quieras o no, debes casarte conmigo.- el mundo se me cayó a los pies.

- ¿Qué quieres decir?

- Tú serás mi esposo. Tú y yo nos amamos, nos casaremos y seremos muy felices.- declaró con firmeza.

- Eres como mi hija.- susurré con altivez sin poder evitarlo siquiera. Ahora comprendía lo que trató de decirme Hermes, Perséfone estaba enamorada de mí pero... yo de ella no.

- No importaría, los Olímpicos pueden casarse con sus parientes, podemos hacer esto.

- No es tan fácil.

¿Ahora cómo me libraba de todo esto?

- Es más fácil de lo que crees, amor mío. Solo tenemos que hablar con mi madre y...

- No.- la detuve en seco. - No te amo... así no. No puedo hacer lo que pides.

- Si puedes, yo...

- No.

- Cambiarás de opinión, te lo juro.- y dicho eso, se fue desbordando ira hasta por los poros.

Yo no podía casarme con ella.

Yo... no la amaba de esa manera.

*-†-*-*-*-†-*-*-*-†-*

PERSÉFONE

- Tienes que hacer algo, padre.- vociferé por tercera vez.

Él tenía que amarme tanto como yo lo amaba a él. Habíamos pasado mucho tiempo juntos, procuré ser abierta con él, pero me rechazó.

No tenía que haberlo hecho.

- No puedo obligarlo a que se case contigo solo por tus capricho, hija.- dijo mi padre en tono cansado, yo me crucé de brazos.

- Yo lo amo - formé dos puños y golpeé los lados de mis piernas.- Él tiene que casarse.- chillé con más fuerza para que me escuchara.

- No ha encontrado a alguien con quien quiera estar.

- Me tiene a mí.- ¿Por qué nadie parecía entenderlo? Estábamos destinados a estar juntos.- Debe ser mío, de nadie más, yo soy su prometida desde antes de nacer. Me educaste para esto, para ser su reina, para gobernar el Inframundo a su lado.- cuando era más pequeña no pude entender porque mi padre me había prometido a él sin siquiera Hades saberlo, pero ahora yo era grande y comprendía mi deber. Toda mi vida me habían educado para esto ¿Qué más podría hacer? Él era mi rey y por ley, tendría que ser mi futuro esposo también.

Mi padre se encargó de que siempre recordara eso.

¿Con qué propósito? Nunca pregunté.

¿Por qué ahora que yo lo amaba, mi padre se rehusaba a todo esto?

- Las cosas cambian, hija.- suspiró y se sentó frente a mí para mirarme con fijeza - Él aún no ha querido una compañera para gobernar. Demeter y yo... no pensamos con claridad las cosas y eso ha sido culpa mía, fuimos muy precipitados y te educamos para que algún día asumieras de buena manera tu lugar a lado de Hades. Nunca debí haberte dicho nada de esto, creí que sería buena idea ir preparándote, pero me equivoqué. Lo lamento tanto.

- No quiero las razones del porqué nací.- solté de manera agresiva, arrepintiéndome al ver la mirada de tristeza en sus ojos - Solo quiero que él me ame.- susurré, tratando de lograr que él me comprendiera.

- Pero no hay manera...- comenzó a decir pero entonces parecía como si se me hubiese prendido el foco, así que lo interrumpí con una gran sonrisa grabada en mi rostro.

- Si la hay - dije esbozando una sonrisa de oreja a oreja - Afrodita. Ella es la Diosa del amor y puede hacer que Hades se enamore de mí.- me levanté de golpe y le tomé las manos a mi padre.- Si hay solución.

Él no dio respuesta alguna, solo se quedó observándome por un buen rato - Afrodita - llamó en tono bajo pero lo suficientemente alto para que ella escuchara.

- ¿Si, padre? - preguntó asomándose a la puerta y mirándome a mí con desconfianza, como siempre lo hacía.

- ¿Qué posibilidades hay...? - no terminó la pregunta. Sabía perfectamente que no quería hacerla, bufé con fastidio.

- Quiero que mi tío se enamore de mí.- ella abrió los ojos de par en par, dirigiendo su mirada a mi padre y luego a mí.

- ¿Hablas de Poseidón? - alzó la ceja en mi dirección.

- No.- respondí de inmediato - Hablo de Hades.

Mi padre se quedó mirando a Afrodita por un largo rato, probablemente diciéndole algo telepáticamente como todos los Olímpico solíamos hacerlo, normalmente nunca me importó, pero supe que estaban hablando de mí.




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