El Pasado del Rey (#1.5 Oels)

3. La repartición de Mundos

HADES

- Me han prometido a la fiera - levanté inmediatamente la cabeza al escuchar las palabras de Hermes.

- ¿A quién? - no sabía si había escuchado bien.

- A tu amada Perséfone.- rodé los ojos.

- ¿Hablas en serio? - no sabía si reír o darle mis felicitaciones, pero un sentimiento de alivio recorrió todo mi cuerpo al escuchar a mi sobrino. Sabía que él se sentía muy atraído por Perséfone, pero amaba a alguien más... Y ella no le correspondía.

Y sabía cuanto sufría Hermes por ella. 

- Muy en serio - gruñó cruzándose de brazos. - Zeus me ordenó a pedir la mano de Perséfone y ella a regañadientes aceptó. 

Hacía tan solo una semana mi hermano me había dicho que pensara sobre la propuesta. Al parecer se me agotó el tiempo y la verdad es que estaba demasiado agradecido por eso.

Yo no quería estar con Perséfone, no ahora y tal vez, no después.

- Eso es...

- No digas que es fantástico - me cortó - Porque no lo es. No la desprecio pero tampoco estoy emocionado por compartir mis preciados días con una arpía como ella.

- No le ha tocado fácil.- y eso era cierto. Desde que me enteré de lo que habían hecho Zeus y Démeter por asegurar mi felicidad en el Inframundo, no pude dejar de pensar en dicha situación.

Perséfone había sido criada para gobernar este mundo a mi lado y sus padres le habían dicho desde muy pequeña que era lo que ella tenía que hacer ¿Cómo puede ver una niña este mundo como su hogar? Aún así, ella al parecer se había acostumbrado a la idea de ser mi reina... y ahora yo la rechazaba.

Tal vez nunca llegaría a ver su vida como siempre imaginó que sería. 

Y probablemente sería por mi culpa.

De alguna manera me sentía responsable por lo que mis hermanos le habían dicho. 

Y desde hacía días no podía sacarme de la cabeza la mirada que Perséfone me había dado después de haberle dicho que no me casaría con ella.

Desesperación. Ira. Dolor.

¿Yo era el culpable de haber roto su corazón?

Nunca quise hacerle daño.

Sin embargo, lo hice.

- No me importa que no le haya tocado fácil ¿Sabes? - Hermes interrumpió mis pensamientos - Ella es... no sabría como decirlo, pero no es lo que todos creen. Perséfone está muy consumida en sí misma. 

- Sigue siendo muy joven, tal vez con el tiempo podrá aprender a fijarse en los demás y no solo en ella.

- Está muy enamorada de ti ¿Sabes? Desde los dieciséis años cumplidos, cuando comenzó a venir a menudo aquí, siempre hablaba de ti y de como en un futuro tú y ella serían muy felices gobernando juntos el Inframundo. - la nota en su voz estaba consumida de tristeza.- Y yo me imaginaba a lado de... alguien más -  y yo sabía perfectamente de quien estaba hablando. De Afrodita.

- Así que no has hablado con ella. - comenté en un tono tan bajo que probablemente ni él me hubiese escuchado. 

- ¿Cómo podría? Ares y Hefesto están detrás de ella.- la amargura asomaba en su voz.- Y está ese mortal, Adonis.- escupió su nombre con desagrado - Nunca la había visto tan enamorada como lo está con él. No podría separarla de ese mortal y pedirle que considerara estar conmigo. 

- ¿La amas?

Su ceño se frunció, miró fijamente al suelo y cuando volvió a alzar la cabeza pude ver como sus ojos estaban llenos de lágrimas retenidas, inmediatamente supe la respuesta.

- ¿Lucharás por ella? - negó la cabeza - ¿Entonces qué piensas hacer? - necesitaba saber que medidas tomaría y fuese cual fuese su decisión, allí estaría yo, apoyándolo.

- Ella es libre, Hades. Merece ser feliz.

Y entonces supe que un alma tan pura como la de Hermes era difícil de conseguir.

Deseaba que su alma siempre permaneciera así, llena de luz. 

Deseaba en lo más profundo de mi ser que su alma nunca se oscureciera.

- ¿Y qué harás con Perséfone?

- No quiero estar con ella - dijo en tono abatido, sentí como mi corazón comenzó a encogerse.- No quiero... yo... no puedo.

Todo esto era por mi culpa, por no haber considerado su propuesta de casarse conmigo y gobernar a mi lado.

Ahora había arrastrado a mi sobrino a un matrimonio que él no quería llevar a cabo.

Y eso dejaba entrever que ninguno de los dos sería feliz.

Ni él.

Ni Perséfone.

¿Y si ella se había acostumbrado a la idea de vivir a mi lado y comenzó a sentirse feliz de solo pensarlo?

¿Y si prefería estar conmigo antes que estar con otro hombre y yo comenzaba a amarla?

¿ Y si yo había cometido un error al haberla rechazado?

¿Y si le decía a mi hermano que liberara a Hermes del compromiso y dejara que me casara con ella?

¿Y si Perséfone nunca llega a ser feliz con Hermes por las ideas que le habían inculcado desde muy pequeña?

¿Y si...? 

- ¿Quieres romper el compromiso? - solté después de un rato de silencio.

- Es lo que más deseo. 

*-†-*-*-*-*-†-*-*-*-*-†-*

El día se había tornado frío y oscuro, lleno de miles de almas alrededor del trono. 

Por un momento solo deseé escapar, buscar una salida de este lugar, pero ¿A dónde iría alguien como yo? Siendo lo que soy, las personas ni siquiera se atreven a mirarme y las almas me han temido por años.

Desde que mi padre me creó, supe que mi vida no sería del todo normal pero saber que todo lo que me representaba era la oscuridad me hacía pensar que nada en mí tendría sentido para alguien más. 

Y saber que por poco pude ser algo más, tal vez el Dios de las aguas.

Pero llegué muy tarde.

Literalmente. 

Después de cien años, aún podía recordar perfectamente ese día.

El día en que yo me había extraviado.

Después de que terminara la batalla, todos los titanes habían sido derrotados, pero uno de ellos logró desatarse  y me lanzó hacia el otro lado del bosque provocando que mi cuerpo rebotara contra una gran roca, haciendo que soltara un gran alarido de dolor. 




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