HADES
- Has llegado tarde.- dijo secamente mientras se encontraba sentada con las piernas cruzadas encima de una gran piedra - Más de una semana tarde, si se me permite decir.- terminó con un bufido.
- Mis padres me mantuvieron ocupado - mentí, no me gustaba mentirle, pero ella era ua mortal.
- Ya veo.- susurró, aún usando su tono de voz seco, sin ningún rastro de emoción y aún así, me costaba tanto descifrarla.
¿Por qué no podía leerla como a las demás personas?
- ¿Qué eres, Héctor?
¿Qué quién soy? ¿La respuesta te gustaría, Danessa?
Sospechaba que no.
- Un simple muchacho, joven y atractivo.- respondí guiñándole el ojo creyendo que se sonrojaría, pero eso no pasó, solo se cruzó de brazos. Desvié un poco la mirada, pero traté de concentrarme en ella.
- Estás marcado - contestó sin dejar de mirarme, pero más que su mirada acusatoria, no pude evitar pensar en sus palabras "estás marcado" ¿Y eso qué significa? - No eres lo que dices ser.
¿Tan obvio era?
- ¿Por qué dices eso?
- Porque...- se acercó a mí hasta quedar a unos pasos de distancia y alzó la cabeza para poder verme, desvié mis ojos hacia sus labios, pero luego traté de observar a detalle sus ojos, que antes parecían grises y otro día eran verdes. Para ser una persona normal, sus ojos cambiaban mucho de color y dudaba que usara lentilla, en esta época eso ni siquiera existía, aunque no estaba muy seguro ya que casi nunca había salido del Inframundo -... sé más de ti de lo que piensas.
Eso me alarmó.
- ¿Qué sabes de mí? - susurré sintiendo su respiración golpear mi pecho. Tragué con fuerza.
¿Hace cuánto que no me acercaba a una mujer? Ahora parecía un crío.
- Vuelve a casa, Héctor.- dijo de pronto, apartándose de mí.
- ¿A dónde vas? - vi como comenzaba a darme la espalda y me aterró el hecho de no poder volver a verla.
- Quédate un poco más.
- Necesito que te vayas.- comenzó a mirar por todas partes en el bosque, como si sintiera que alguien la estaba acechando, pero estaba conmigo y...
Un momento.
¿Qué hacía ella aquí?
¿Cómo había logrado penetrar el bosque sin parecer tan perjudicada? ¿Sería eso lo que le estaba ocurriendo justo ahora?
- Lárgate de aquí.- le dije en cuanto vi que la arboleda comenzó a alborotarse y el viento parecía estar molesto.
- Tú debes irte, no puedes estar mucho tiempo aquí.
Este es mi hogar, quería responderle, pero no lo hice.
- Debes irte, Danessa.
Y justo cuando lo dije, vi como algo cambió en su rostro y pequeñas chispas salieron de sus dedos.
Entonces lo supe.
Entendí porque a ella no le afectó la cabeza en cuanto se adentró más al bosque.
Ella no era una mortal, pero entonces ¿Qué era?
- ¿Qué eres, Danessa? ¿Cómo es que puedes soportar el peso del bosque? ¿Qué demonios?
- Héctor, necesito que te vayas.
- Y yo necesito que me escuches.- dije algo más alto de lo que pretendía, dejándome llevar por la locura.
La chica que había estado observando durante semanas no es una mortal porque pudo traspasar un bosque encantado sin ningún problema, pero entonces ¿Por qué parecía tan nerviosa? ¿Qué era lo que estaba pasando?
- Danessa...
- Te lo explicaré luego ¿Vale? pero necesito que te alejes de mí.
- Danessa...
- Vete, Héctor.
*-†-*-*-*-†-*-*-*-†-*
Con el paso del tiempo, habían llegado los días nevados y todo en el bosque daba la impresión que todo dentro era normal, pero nada aquí era normal, ni siquiera el canto de los pájaros.
No sabía como había soportado por tanto tiempo estar fuera de mi reino, pero al pasar tiempo con Danessa, sabía que realmente valía la pena, porque cuando ella se destapaba realmente, era una maravilla para la humanidad, pero era un libro cerrado, pues desde que nos conocimos, nunca me respondió lo que siempre quise saber ¿Qué era ella?
Sabía que no era mortal, tenía una especie de poderes, pero no sabía de donde provenían y por un momento me asusté al pesar que si ella era una semidiosa, probablemente era una de las hijas desaparecida de Zeus y entonces habría otra discusión por mi culpa después de lo ocurrido por Perséfone.
Desde que nos conocimos, Danessa me había enseñado que no era tan normal como en un principio lo hizo parecer.
Ella tenía poderes, cambiaba de forma, lanzaba chispas de fuego, invocaba alas blancas... Sería tan difícil de creer, pero al ser el Dios del Inframundo ¿Por qué eso sería irreal para mí?
Ella era especial, pero por mucho tiempo no se me sacaba de la cabeza el hecho de que probablemente ella no era una más del montón y que Zeus podía ser su padre.
Y eso me aterró.
La quería, la quiero y durante todos estos meses podía asegurar que me había enamorado de ella y que me correspondía, pero aún había algo que faltaba, era como si me ocultara algo siniestro cada vez que se iba de mi lado, pero no podía reprochárselo, pues, a final de cuenta, yo no le había dicho aún quien era.
Quien soy.
¿Algún día me aceptaría?
- Eres demasiado lento - se rio mientras iba más rápido aún, creyendo que se me dificultaba demás seguirle el paso, pero en realidad estaba ensimismado en mis miles de pensamientos.- Vamos Héctor, tienes que alcanzarme. - se mofó.
Y puedo decir que durante años, este momento lo consideré el más feliz porque estaba con ella, con la chica que amaba y que en un futuro esperaba hacer mi esposa.
Era lo que más deseaba.
Y mis hermanos estaban felices por mí, al igual que todos, menos una.
Desde que cancelé el compromiso, ella solo se ha dignado a mirarme con odio, aunque no la puedo culpar considerando que fui un gran tonto por no haberla querido como ella esperaba.
A veces me pregunto si algún día me perdonará, pero temo saber la respuesta, porque si fuera yo, tal vez no me perdonaría jamás.
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Editado: 23.05.2023