El pasado en una pantalla

CAPÍTULO 3: Oscuridad

Liv

No sé cuánto tiempo pasó. El ruido anterior desapareció, reemplazado por el murmullo familiar de un hospital: pasos suaves entrando y saliendo de la habitación, voces bajas, monitores constantes. El dolor había disminuido. En su lugar, sentía caricias suaves en mi cabello, y una mano cálida recorriendo mi rostro con delicadeza, como si tratara de memorizar cada parte de mí.

—Sé que ahora no sabes quién soy, pero te amo con mi vida... y voy a ayudarte a recordar —dijo de nuevo esa voz masculina, profunda, que parecía sostenerme incluso en medio de la confusión.

¿Ayudarme a recordar?

—Debí insistir en que no salieras hoy, pero agradezco que Jay estuviera ahí para ayudarte —una lágrima cayó sobre mi mejilla. Sentí cómo la limpiaba con la yema de los dedos, con una ternura que desarmaba.

—Tal vez, si estuvieras despierta, te asustarías y me pedirías que me fuera... porque ahora mismo no sabes quién soy. Nat te contará todo lo que necesites saber. Pero por ahora, solo descansa. Fueron muchas emociones y eso provocó una inflamación en la zona afectada del cerebro. Necesitamos mantenerte tranquila para evitar complicaciones.

¿Complicaciones? ¿Derrame?

—No vamos a permitir que pase nada malo. Estamos contigo —su voz se volvió un susurro, y entonces sentí la suavidad de sus labios en mi frente.

Poco después, escuché la puerta cerrarse. Pero algo dentro de mí reaccionó al vacío que dejó. Una parte de mí no quería que se fuera. Su presencia me daba paz... incluso sin reconocer su rostro o su nombre. ¿Cómo podía ese "extraño" provocarme tanto?

Will

Verla así... fue como si me arrancaran el alma del cuerpo. Su último grito antes de desvanecerse se quedó grabado en mi pecho. Esa sensación de impotencia total. De verla caer y no poder detenerlo.

Ayer tenía planes. Estaba listo para dar el siguiente paso. Hoy solo me queda esperar que el último "te amo" que le dije no haya sido el último que escuchó. Pensar que su memoria no vuelva... duele. Duele más que cualquier cosa.

Cada segundo compartido, cada sonrisa, cada discusión, cada abrazo... todo eso ahora solo vive en mí. En su mente, soy un desconocido.

¿Cómo se le explica a alguien que conoces hasta la forma en que frunce el ceño cuando algo le molesta?

—¿Will? —la voz de Natalie me sacó del espiral de pensamientos oscuros. Colocó una taza de té frente a mí, mirándome con esa mezcla de compasión y preocupación tan característica en ella.

Connor me había llevado a la sala de descanso después de la crisis. Cuando Liv se estabilizó, regresé a su habitación y la encontré dormida. Sam me explicó lo que mostraban los resultados: lesión cerebral moderada por el impacto, amnesia severa, riesgo de hemorragia por inflamación.

Me lo sé de memoria. Cada palabra retumba aún en mi cabeza.

—¿Will? —insistió Nat, su voz más baja esta vez—. ¿Estás bien?

Solo pude asentir. Tomé un sorbo del té, incapaz de formar palabras.

Ella entendió. Asintió con suavidad y se sentó a mi lado en silencio. Un silencio que no ayudaba, pero que tampoco molestaba. Era lo único que teníamos.

La sala de urgencias estaba en calma. Todos los pacientes del accidente estaban ya en piso o dados de alta. Y, sin embargo, yo no podía distraerme. No podía siquiera abrir mi laptop. Todo lo que había allí me recordaba los planes que teníamos para ese día.

Planes que tal vez ya no significaban nada para ella.

—Natalie —la voz de Maggie nos interrumpió desde la puerta—. Te necesitan en el piso 3. Uno de tus pacientes está pidiendo verte.

—Gracias —respondió Nat, levantándose con un suspiro. Antes de irse, me tocó el hombro con delicadeza—. Volveré en un rato. Le diré a Connor que busque a Jay, ¿sí?

Asentí. Ella me dedicó una leve sonrisa antes de salir. Entonces Maggie me miró. Dudaba si quedarse o dejarme solo.

—No dejes que esto te derrumbe, Will —dijo con firmeza, sin rodeos—. Ella te necesita, aunque no lo recuerde. Estás en esto con ella, y lo sabes.

Tenía razón. Lo sabía. Pero no tenía fuerzas para admitirlo en voz alta. No aún. No con este nudo en el pecho.

Voy a estar ahí para ella. Pero tengo que encontrar la forma correcta. No puedo forzar nada. No puedo acercarme demasiado rápido. No quiero asustarla. No quiero que me vea como un extraño insistente.

La puerta se cerró y volví a quedarme solo, atrapado en mis pensamientos. Tal vez estoy sobrepensando todo... o tal vez no. Pero hay algo que me cuesta aceptar:

Ella no me recuerda.
Y yo no sé cómo vivir con eso.



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En el texto hay: amnesia, amor, chicagomed

Editado: 27.07.2025

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