El pasado en una pantalla

CAPÍTULO 5: El celular

Liv

¿Habían pasado cuánto? ¿Veinte? ¿Treinta minutos? No lo sabía. Pero Nat estaba tardando demasiado y el techo ya no ofrecía nada interesante. Mi única distracción era observar el pasillo a través de la ventana de la puerta. Apenas pasaban un par de enfermeras. Sin gritos, sin pacientes descompensados, sin familiares corriendo. Todo estaba... demasiado tranquilo.

—Por favor, Nat, vuelve ya —susurré, fijando la mirada en la puerta.

La ansiedad crecía. Quería mi celular, pero al mismo tiempo me aterraba. Sabía que no reconocería a muchas de las personas que aparecerían en fotos, mensajes, redes... y enfrentar eso iba a doler.

—Ya volví —la voz me sobresaltó.

Estaba tan concentrada mirando la puerta que no presté atención a quién entraba. Nat entró con paso seguro y tras ella, un hombre al que no reconocí, pero cuya expresión me resultó... reconfortante. Sus ojos azules tenían algo hipnótico, cálido. Me miraba con la familiaridad de alguien que conoce hasta tus silencios.

—Hola —saludó con voz grave y suave.

—Hola... de nuevo —respondí, intentando disimular lo que me acababa de provocar.

—Aquí están tu celular y tu billetera. Es lo que Jay alcanzó a recuperar del auto. Lo demás, lo traerán pronto —dijo Nat, acercándose a la cama. Automáticamente estiré las manos para recibir mis cosas.

—Espera. Antes de que veas el celular, hay cosas que deberías saber —intervino el hombre, mirándome con gentileza.

Se acercó con calma, tomó la silla junto a la cama y se sentó frente a mí, a la derecha. Mantuve mi mirada en él. Tenía una presencia tranquila, firme. Y su rostro... bueno, era atractivo, pero lo que más destacaba era la mezcla de serenidad y profundidad en su forma de hablar.

—Ya sabes mi nombre: Connor. Nos conocimos hace un par de años. Estaba con Nat la noche que volviste a verla por primera vez en el hospital. Desde entonces, somos amigos.

Asentí. Su voz era clara, su relato medido. Parecía estar cuidando cada palabra.

—Hubo un incidente en tu trabajo —continuó—. Un tiroteo. Pasó a los tres meses de conocernos. Fui el primero al que llamaste. Yo estaba cerca. Me sorprendió lo valiente que fuiste. Ayudaste a algunos compañeros aunque estabas asustada. Esa noche hablamos por teléfono. Lloraste... supongo que por el shock, por el miedo contenido. Luego, empecé a ir a tu departamento a cenar. Desde entonces, nuestra amistad creció.

No supe cómo reaccionar. Sentí que algo se removía dentro de mí. Una lágrima bajó por mi mejilla. Él la limpió con la yema de los dedos, despacio, sin decir nada. Ese gesto ya lo había sentido antes. O eso creía.

—¿Estás bien, Liv? —Nat me miraba preocupada. Supongo que temía otra crisis.

—Estoy bien —logré sonreír, y su gesto se relajó—. Así que... ¿mejores amigos?

Miré a Connor. Él asintió con una sonrisa discreta.

—Dices que te recuerdo a tu hermana. Y tú... tú te pareces a Jay —agregué, como si de pronto una conexión se hubiese encendido.

—Eso fortaleció la amistad —respondió él con suavidad—. Así como tú me recuerdas a mi hermana, Robin. Vive en otra ciudad, pero hablamos a menudo.

Había algo más detrás de sus palabras. Lo noté. Su mirada tenía una mezcla de afecto, preocupación y algo que no lograba descifrar del todo.

—Hay más personas que has olvidado —intervino Nat, sentándose a mi izquierda—. Todas son parte de tu vida actual. Algunas están aquí en Chicago Med, otras no. Pero muchas de ellas están en tu celular. No te frustres si no recuerdas quiénes son. Está bien.

Dejó el celular sobre mis piernas. No lo toqué de inmediato. La ansiedad volvió. Todo lo que había esperado con tantas ganas, ahora me paralizaba. ¿Qué iba a encontrar?

—No tienes que revisarlo todo ahora —sugirió Connor, notando mi tensión—. Puedes empezar por lo que te haga sentir segura. Con las personas que ya conoces.

Le sonreí en agradecimiento. Sin pensarlo mucho, tomó mi mano. Era grande, cálida. Reconfortante. No recordaba su tacto, pero no me era ajeno. Había algo... familiar.

—Gracias —dije en voz baja.

Tomé el celular y lo encendí. La pantalla de bloqueo era una foto de la ciudad. Una captura hermosa. Podía imaginar que yo la había tomado. Al desbloquearlo, la imagen de fondo era una luna y una fecha. Algo importante, sin duda. Algo que había olvidado.

Tenía muchas notificaciones. Respiré hondo y decidí empezar por el correo. Algunos mensajes de trabajo, compras por internet. Todo parecía indicar que tenía un buen trabajo, una vida estable. Nada extraño.

Luego fui a WhatsApp. Había muchos nombres que no reconocía. Abrí el chat con mi papá. Me había enviado fotos de su último viaje. La más reciente era del día anterior. Se le veía feliz. Eso me dio algo de tranquilidad.

Luego revisé el chat con Nat. Hablábamos sobre cenar juntas, como en los viejos tiempos. Sonreí. Algunas cosas no cambiaban.

Después vi el chat con Connor. Muchas fotos. Algunas mías, otras de los dos. Ninguna con poses explícitamente románticas, pero había algo en la forma en que él me miraba en esas imágenes. Familiaridad, cuidado. Tenía un apodo para mí: "Peque".

—¿"Peque"? —pregunté sin mirarlo, con media sonrisa.

Connor se aclaró la garganta, como si le diera un poco de vergüenza.

—Cuando estamos juntos se nota lo pequeña que eres... en comparación —respondió con naturalidad, y una sonrisa cómplice.

—Siempre fui pequeña —murmuré, mirándolo de reojo—. Pero sí, contigo se nota más... sobre todo por tu musculatura —agregué, y luego me arrepentí de inmediato. Noté cómo mi cara se calentaba.

Connor rió por lo bajo. Nat también.

—Y sigue siendo igual de tímida —bromeó ella, con ese tono entre hermana mayor y mejor amiga.

Solté una risa nerviosa. Había piezas faltantes, claro. Pero al menos ahora sabía que esas piezas no estaban del todo perdidas.

Tal vez nunca recupere todos mis recuerdos. Pero tenía una certeza: las personas que estaban ahora a mi alrededor... valían la pena. Y eso, en medio de todo lo desconocido, era un buen comienzo.



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En el texto hay: amnesia, amor, chicagomed

Editado: 27.07.2025

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