CAPÍTULO 20: Secretos del corazón

Liv

Los días pasaban más rápido de lo que podía asimilar. La rutina empezaba a sentirse familiar y reconfortante: el clic de mi cámara, las luces de la ciudad filtrándose entre las ventanas del estudio, los saludos diarios del equipo... Todo parecía en orden. Todo menos mi corazón.

El dilema había comenzado en silencio, casi sin darme cuenta. Una mirada de Will, una sonrisa de Connor, un recuerdo borroso que regresaba a cuentagotas sin contexto, pero con una carga emocional difícil de ignorar. Ya no podía hacerme la desentendida: algo se removía dentro de mí cada vez que pensaba en ellos. Algo intenso, contradictorio, humano.

Y en estos casos necesitaba a mi mejor amiga, por lo que agradecía tener a Nat junto a mí.

—Nat, necesito saber lo que no me has dicho antes —sus ojos estaban fijos en los míos, serios—. ¿Qué pasó entre tú y Connor?

De alguna manera, había recordado parte de una conversación que tuvimos hace unos días, en la que Nat me decía que aún tenía sentimientos por él, pero que no quería volver a intentar una relación.

—Estuvimos juntos antes de que llegaras —admitió, por fin—. Fuimos felices, pero las cosas se desmoronaron muy rápido. Somos muy distintos, queríamos cosas diferentes, y en el punto más crítico de nuestra relación, Emma nos ayudó. Ahí decidimos mantenernos como amigos. Nos tenemos cariño, pero como pareja no funcionamos.

Asentí sin decir nada. Entendía lo que me contaba. Ya estaba enterada de que Emma era la hermana menor de Connor. Me sorprendí cuando lo supe, pero no me había detenido a observar el parecido entre ambos. Si no fuera por la diferencia de edad, cualquiera podría decir que eran mellizos.

—¿Y aún sientes algo por él? —me atreví a preguntar.

Nat desvió la mirada hacia su taza de café, pensativa.

—No de esa forma. Creo que una parte de mí siempre lo va a querer, pero no como antes. Ya no duele, y eso me hizo entender que lo superé.

Ese tipo de claridad era lo que deseaba tener. Saber con certeza qué sentimiento prevalecía en mí, qué parte del corazón hablaba más fuerte. Pero mi brújula emocional estaba tan rota como mis recuerdos.

—Sé que me preguntas esto porque estás confundida, se nota en tu mirada —dijo Nat mientras tomaba mi mano, apretándola con fuerza para confortarme.

—Ya sé que Will era mi pareja... ahora que empezamos a pasar más tiempo juntos, puedo ver el amor que aún siente por mí. Y si bien me siento más cómoda con él, el peso del pasado me abruma —sentía que me quitaba un peso de encima al contarle lo que sentía con más libertad—. Luego está Connor... no sé bien qué es lo que siente, si aún me ve solo como su amiga o si hay algo más. Si siempre hubo algo más o si es reciente. Desde el día uno me sentí cómoda con él, tú lo has visto... y ahora no sé qué siento por él.

Nat me observó con atención, sin juzgar, como solo una amiga de verdad puede hacerlo. Su silencio no era indiferencia, era contención. Me dejaba espacio para seguir hablando, para entenderme.

—Es como si con Will existiera un lazo invisible que me une a una vida que ya no recuerdo, pero que a veces mi cuerpo parece reconocer. Mientras que con Connor todo es más presente... más nuevo, más suave —me pasé una mano por el cabello, agotada de pensar—. Y yo... yo solo quiero claridad. No quiero lastimar a nadie.

—No la vas a tener de un día para otro —dijo Nat con dulzura—. Pero estás haciendo lo correcto al no forzarte a nada. Estás escuchándote, Liv. Estás tratando de entender lo que sientes ahora, no lo que deberías sentir.

Asentí, sin decir palabra. Quería confiar en que, en algún momento, lo sabría. Que habría un instante, una señal, algo que me indicara con claridad hacia dónde quería ir mi corazón.

—A veces me pregunto si en lugar de buscar respuestas, debería simplemente seguir viviendo —dije al fin—. Tal vez la elección llegue sola, sin presionarme.

—Y si no llega, también está bien —Nat sonrió—. El amor no siempre tiene que resolverse rápido. A veces solo se trata de disfrutar el camino.

Nos quedamos en silencio un momento, acompañándonos. Afuera, la tarde caía lentamente, y con ella, también se desvanecía una parte de mi ansiedad. Por ahora, era suficiente con saber que no tenía que decidir todavía.

Will

De alguna manera, con Connor hicimos un pacto de paz silencioso. Volvimos a la misma relación de siempre: atendíamos casos juntos, hablábamos en los ratos libres, compartíamos miradas cómplices cuando una cirugía salía bien o cuando las cosas se salían de control. Pero no hablábamos de Liv. Evitábamos mencionarla, como si al hacerlo abriéramos una herida que ninguno de los dos estaba dispuesto a tocar.

No me atrevía a preguntarle directamente sobre sus sentimientos hacia ella, pero estaba implícito. Lo conocía lo suficiente como para notar cómo su mirada se endurecía cuando alguien pronunciaba su nombre, o cómo bajaba la cabeza cada vez que salía algo relacionado a ella en una conversación entre el equipo. Estaba claro que, aunque nunca lo admitiera, sentía algo.

Yo también. Y eso era lo más difícil. Sentir algo tan fuerte por alguien y no saber si debía pelear por ella... o dejarla ir.

Una tarde, mientras caminábamos juntos por uno de los pasillos del hospital tras una cirugía larga, Connor rompió el silencio con su tono serio de siempre.

—¿Cómo está Liv?

Me tomó por sorpresa. Giré la cabeza hacia él y vi que no me miraba. Tenía los ojos clavados al frente, como si la pregunta no fuera más que una formalidad. Pero no lo era.

—Bien —respondí con cautela—. Está retomando su rutina. Volvió a salir a tomar fotos. Está... tranquila.

Asintió. Hubo una pausa larga antes de que dijera algo más.

—Eso es bueno.

Y luego, nada. Silencio. Seguimos caminando como si esa breve conversación no hubiese tenido ningún peso. Pero lo tuvo. Porque por primera vez, aunque de forma velada, habíamos reconocido que los dos estábamos parados en la misma línea. Tal vez sin quererlo. Tal vez sin poder evitarlo.