El pasado en una pantalla

CAPÍTULO 23: El beso que no se dio

Will

La escena se repetía una y otra vez en mi cabeza, como una tortura constante que ni el trabajo podía aplacar. Todo parecía ir en cámara lenta, incluso con el ritmo frenético del hospital. Vi varias veces a Connor de lejos, haciendo lo posible por evitar cruzar miradas con él. No estaba listo para una conversación que terminara en una discusión.

Lo que menos quería era toparme con alguno de los dos, pero el destino tenía otros planes. Bastó girar por el pasillo equivocado para terminar frente a frente con Liv. Ella me miraba fijo, con una expresión que no supe descifrar de inmediato. Yo, en cambio, hice lo posible por no sostenerle la mirada demasiado. No quería que notara el dolor, ni la molestia, ni el nudo que se me formaba en la garganta solo con verla.

—Will —dijo ella, como si estuviera tanteando el terreno, como si también llevara peso en el pecho.

—Liv —respondí en automático. Mi voz sonó más tensa de lo que esperaba.

Hubo un silencio breve, incómodo. El tipo de silencio que se siente más fuerte que cualquier grito. Ella sostenía unos papeles en la mano: los resultados preliminares de sus estudios.

—Vine a hacerme los exámenes —dijo, mientras me analizaba con la mirada—. Estoy esperando a Nat, me llevará al taller... por fin mi auto está listo.

Asentí con una leve sonrisa forzada. Quise decir algo, lo que fuera, pero las palabras no fluían con facilidad. Ella tampoco decía nada más, como si ambos supiéramos que cualquier frase podía abrir una herida aún sin cerrar.

—¿Y cómo te has sentido últimamente? —pregunté, tratando de mantener la conversación en terreno neutral.

—Confundida —respondió sin pensarlo demasiado—. Como si estuviera atrapada entre lo que fue y lo que podría ser.

Nos miramos por un segundo más de lo prudente. Su sinceridad me desarmó. Una parte de mí quería decirle que la entendía, que yo también estaba en esa encrucijada. Que la amaba aún, incluso si el tiempo nos había cambiado. Que no la había olvidado. Que verla con Connor me dolía más de lo que quería admitir.

Pero no dije nada.

—Me alegra que estés bien —logré decir con una voz que no me pertenecía.

—Gracias —dijo ella, pero su expresión decía muchas cosas más.

Por impulso me incliné hacia delante. Quería besarla, quería demostrarle cuánto la amaba y que estaba dispuesto a recuperarla, a dar ese siguiente paso que ambos sabíamos que estaba suspendido entre el miedo y el deseo.

Ella no se apartó. Me miraba, respirando lentamente, con esa misma tensión en los ojos. Su rostro estaba tan cerca del mío que podía sentir el calor de su piel, el leve temblor de su aliento.

Pero justo cuando nuestros labios estaban a punto de encontrarse...

—¡Liv! —La voz de Nat irrumpió como una alarma—. ¿Estás lista?

Nos separamos de golpe, como si alguien hubiera roto un hechizo. Ella dio un paso atrás, llevándose una mano al cabello, visiblemente nerviosa. Yo solo apreté la mandíbula, frustrado.

—Sí, ya voy —respondió Liv, sin mirarme.

Asentí sin decir nada más, reprimiendo el torbellino de emociones que se agitaban en mi interior. Nat se acercó, ajena a la tensión que flotaba en el aire, y le ofreció a Liv una sonrisa amable antes de tomarla del brazo.

—Nos vemos, Will —dijo Liv sin volver a mirarme, y se alejó con Nat por el pasillo.

Me quedé ahí, solo, con un beso que no se dio. Y con el miedo de que quizá nunca llegara a darse.

Liv

Si Nat no hubiera aparecido, aquel beso que quedó en el aire se habría materializado. Fue extraño... realmente no sentía la necesidad de besarlo, no al cien por ciento, pero la curiosidad me decía que lo hiciera.
¿Y si así lo recordaba?
¿Y si eso era lo que necesitaba para saber qué sentía de verdad?

Pero no ocurrió. Y ahora, mientras caminaba por el pasillo junto a Nat, mi mente seguía atrapada en ese instante, en esa cercanía, en esa duda que se quedó suspendida entre nosotros. Me sentía confundida, más de lo que ya estaba. Will me generaba paz, sí, y cierto cariño familiar, como si una parte de mí aún quisiera creer que lo nuestro podía tener sentido. Pero al mismo tiempo, no era un sentimiento completo. Era como si una parte de mí se esforzara por encajar en algo que ya no me pertenecía del todo.

—¿Estás bien? —preguntó Nat al notar mi silencio.

—No lo sé... —admití sin mirarla.

—¿Pasó algo con Will?

Asentí con suavidad. Nat me conocía demasiado como para mentirle.

—Estuvimos a punto de besarnos —confesé—, pero no sucedió. No estoy segura de lo que siento. Estando con él todo parece estar en calma, pero... no sé si eso es amor o solo costumbre.

Nat suspiró y me estrechó el brazo con delicadeza.

—No te presiones, Liv. Nadie espera que tengas todas las respuestas ahora. Estás volviendo a armarte pieza por pieza, y eso toma tiempo.

La miré, agradecida por su presencia constante, por no forzarme a decidir nada, por entenderme incluso cuando ni yo misma podía hacerlo.

—Gracias, Nat. De verdad.

Ella sonrió, y justo cuando íbamos a salir del hospital, choqué con alguien de frente. Alcé la vista y ahí estaba Connor.

Su expresión cambió al verme. No dijo nada al principio, pero noté que algo en él se endureció al ver mi rostro a punto de quebrarse.

—¿Liv? —preguntó con voz suave—. ¿Estás bien?

No pude contestar. Las lágrimas empezaban a nublarme la vista, la confusión me ahogaba.

—Nat, ¿puedo llevarla a casa? —preguntó Connor, tomándome del hombro con cuidado.

Ella dudó un segundo, luego asintió.

—Cuídala, por favor —fue todo lo que dijo antes de dejarnos solos.

Connor me guió hasta su auto sin necesidad de palabras. Y yo lo seguí, porque en ese momento, necesitaba refugiarme en alguien que no me exigiera respuestas, solo compañía.



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En el texto hay: amnesia, amor, chicagomed

Editado: 27.07.2025

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