Liv
Ya dentro del auto, mi cabeza no dejaba de dar vueltas. Lo único que pude hacer fue llorar. Llorar en silencio, sin pensar, sin medir. Era como si todo lo que había contenido durante semanas hubiera encontrado finalmente la grieta por donde salir. Por el sobresalto de Connor supe que mis lágrimas no eran discretas, que realmente estaban saliendo todas las emociones acumuladas.
—Liv... —murmuró, apagando el motor mientras giraba su cuerpo para mirarme— ¿Estás bien?
Negué con la cabeza, sin poder decir nada. ¿Cómo iba a estar bien si no entendía nada? Ni a mí, ni a mis recuerdos, ni a ellos.
—¿Quieres que vayamos a mi departamento? Está cerca —propuso con suavidad, sin presionarme.
Simplemente asentí mientras las lágrimas continuaban cayendo sin control y los sollozos escapaban de mi boca. Toda la situación me sobrepasaba, y empezaba a pensar que nada de esto estaría sucediendo si el accidente no hubiera tenido lugar. Tal vez, si no hubiera perdido la memoria, sabría con certeza lo que siento, sabría a quién elegir... o tal vez no tendría que elegir.
Cuando llegamos al departamento de Connor, ya había dejado de llorar. De alguna manera, me sentía un poco más liviana, como si el peso en mi pecho se hubiera reducido, aunque el dilema seguía ahí, intacto, como una sombra constante.
Me senté en el sofá mientras Connor entraba a la cocina. El silencio que se instaló fue cómodo, necesario. Mis ojos se detuvieron en el reloj de la pared, y de pronto recordé que debía recoger mi auto del taller.
—Mierda.
—¿Qué sucede? —Connor dejó dos tazas sobre la mesa de centro mientras se sentaba a mi lado.
—Debo ir por mi auto al taller —suspiré. No tenía ánimos de hacerlo, pero tampoco podía seguir sin un medio de transporte.
—Puedo recogerlo yo si gustas —sugirió, tomando una de las tazas y dejándome la otra en las manos—. Sé que no estás en condiciones de hacerlo, y, la verdad, creo que sería bueno que te quedaras esta noche.
Lo miré sorprendida. No porque me incomodara la idea, sino porque sentí en sus palabras algo más que amabilidad. Tal vez cuidado. Tal vez cariño. Tal vez... algo que aún no lograba descifrar.
—No quiero incomodarte —dije, bajando la mirada hacia el vapor que se elevaba desde la taza.
—No me incomodas, Liv —contestó con suavidad—. Si algo me preocupa es que vuelvas a estar sola esta noche con todo esto en la cabeza.
Tenía razón. Solo asentí y le di un sorbo al té antes de dejar la taza de nuevo sobre la mesa. Me sentía agotada. Había sido un día muy largo y lleno de emociones. Al mirar a Connor, noté en su rostro un gesto de alivio ante mi afirmación de quedarme. Agradecía profundamente tenerlo a mi lado, su presencia me daba una calma que no había sentido en mucho tiempo.
Sin pensarlo demasiado, lo abracé. Fue un impulso natural, como si mi cuerpo necesitara aferrarse a algo para no venirse abajo. Connor no dudó en rodearme con los brazos. Su abrazo fue cálido, firme, como un refugio silencioso.
Al separarnos, quedamos muy cerca. Nuestros rostros a escasos centímetros, nuestras respiraciones entrelazadas. Sentí su mirada fija en mis ojos, luego en mis labios, y volvió a mis ojos. Mi corazón comenzó a latir con más fuerza.
—Liv... —susurró, como si pronunciar mi nombre lo ayudara a procesar lo que estaba sintiendo.
No dije nada. Tampoco me aparté.
Fue él quien dio el siguiente paso. Se inclinó lentamente hacia mí, dándome tiempo de detenerlo si así lo deseaba, pero no lo hice. Nuestros labios se encontraron en un beso suave, cálido, lleno de emociones contenidas. Un beso que me hizo cerrar los ojos y perderme en la sensación.
No era pasión lo que dominaba el momento, sino algo mucho más profundo: una mezcla de ternura, confusión, necesidad... y algo que me removió por dentro.
Cuando se separó apenas unos milímetros, sus ojos se clavaron en los míos con una intensidad que me desarmó.
—No sé en qué momento dejaste de ser solo una amiga, Liv —dijo con voz ronca—, pero ahora estás en todos mis pensamientos. Y eso me asusta... porque no sé qué hacer con todo esto.
Sus palabras me golpearon con fuerza. Porque yo tampoco sabía qué hacer con todo lo que estaba sintiendo.
Solo pude mirarlo en silencio, con el corazón en un caos, sabiendo que ese beso había despertado algo que ya no podía ignorar.
Después de eso no dijimos nada más. Connor me dio un pijama que, según dijo, era de Emma. Al parecer, ella solía dejar ropa en su departamento "por si acaso", lo cual me hizo sonreír un poco. Me instalé en la habitación de invitados mientras él salía a recoger mi auto al taller.
Una vez sola, me quedé sentada en la cama, mirando el pijama sobre mis piernas. Me cambié lentamente y luego me metí entre las sábanas, pero no pude cerrar los ojos de inmediato.
El silencio de la habitación contrastaba con el ruido en mi cabeza. Me sentía como si estuviera flotando entre dos realidades, atrapada entre lo que era y lo que estoy empezando a sentir ahora.
El beso con Connor me había removido todo. No solo por lo inesperado, sino porque no fue incómodo. No fue vacío. Fue... ¿real?
Me llevé una mano al pecho, tratando de calmar el torbellino que llevaba dentro. ¿Qué significaba todo esto? ¿Y qué tanto venía influenciado por la confusión, por el dolor, por las heridas no cerradas?
Connor siempre había estado ahí, de una forma constante y silenciosa. Y ahora me hacía sentir segura, vista, querida... Pero, ¿eso era amor o refugio?
Y Will... con él era diferente. Había historia, recuerdos —aunque no todos hayan vuelto aún— y una química innegable. Pero también había dolor, dudas y esa sensación de que quizás estamos tratando de reparar algo que ya no es igual.
Me sentía dividida. Y lo peor de todo era que no podía decir con certeza qué parte de mí hablaba más fuerte: el corazón, la cabeza... o el miedo.