El pasado en una pantalla

CAPÍTULO 25: Un dia para recordar

Liv

No esperaba verlo allí. Honestamente, no esperaba nada de ese día. Sólo buscaba una dosis decente de cafeína que me ayudara a fingir que todo estaba en orden. Pero ahí estaba él, en la mesa junto a la ventana, como si el destino tuviera ganas de jugar otra vez con mi equilibrio emocional.

Will.

Me vio al mismo tiempo que yo lo vi. No hubo forma de fingir sorpresa o esquivar la situación. Simplemente sonrió. Esa sonrisa. La que conocía tan bien y que, para mi desgracia, aún tenía efecto.

—¿Liv? —dijo, como si no estuviera seguro de si debía saludarme o no.

—Hola, Will —respondí, sujetando mi bolso con más fuerza de la necesaria.

—¿Vas a pedir algo? Te invito —añadió con un gesto hacia la silla vacía frente a él.

Pude haber dicho que estaba apurada. Pude haber fingido una llamada. Pero algo en su mirada me hizo quedarme. Tal vez una parte de mí también quería estar allí.

Acepté.

Ambos pedimos lo de siempre —sí, aún recordaba mi orden favorita—, y por unos minutos el café se llenó de conversaciones triviales: el clima, el hospital, mi auto recién salido del taller. Evité mencionar a Connor. No por vergüenza, sino porque no quería que ese recuerdo interrumpiera lo que estaba sucediendo ahora.

Fue Will quien rompió el pequeño muro de cotidianidad.

—¿Tienes algo que hacer hoy? —preguntó con ese tono casual que sólo usas cuando estás arriesgándolo todo.

—No mucho, ¿por?

—Te propongo algo. Vente conmigo. Quiero mostrarte algo... mejor dicho, varios algos —sonrió.

Fruncí el ceño, divertida.

—¿Eso incluye más café?

—Eso incluye todo lo necesario para que hoy sea un día para recordar —dijo, casi como si supiera que estaba nombrando el capítulo de nuestras vidas.

Accedí. Porque Will tenía ese efecto en mí: hacía que las cosas complicadas parecieran simples, aunque fuera sólo por un momento.

Primera parada: Navy Pier.

La brisa del lago nos despeinaba como adolescentes en su primera cita. Compramos algodón de azúcar, subimos a la rueda de la fortuna (aunque fingí estar valiente, me aferré a su brazo cuando llegamos a la cima) y reímos como hacía tiempo no lo hacíamos.

—¿Sabías que aquí fue donde me dijiste que no te gustaba el algodón de azúcar, pero te comiste el mío entero? —preguntó él, señalando uno de los puestos.

—Negaré todo si no hay pruebas —respondí, con el azúcar aún en la comisura de los labios.

Segunda parada: Millennium Park.

Tomamos una foto frente al Bean. Will se empeñó en hacer poses ridículas mientras yo intentaba mantener la compostura. El resultado: una galería de fotos que podría llenar cualquier meme romántico.

—¿Esto no te parece un poco... fanfic? —solté, divertida.

—¿Fanfic? —repitió él, fingiendo indignación— ¿Estás diciendo que somos los protagonistas de una historia escrita por alguien muy romántica con tiempo libre?

—Estoy diciendo que si alguien estuviera narrando esto, ya estaríamos besándonos con música de fondo —me burlé, sin mirarlo.

—¿Y si esa persona está esperando el momento perfecto? —replicó en voz baja, casi como un susurro.

Tercera parada: el Planetario Adler.

Nos sentamos frente al lago, los pies colgando del muelle, observando el atardecer sobre la silueta dorada de Chicago. El cielo empezaba a teñirse de colores que sólo se ven en momentos así, los que sabes que vas a guardar en la memoria para siempre, aunque no quieras.

—¿Cómo estás de verdad, Liv? —preguntó.

—Confundida —respondí con sinceridad—. Me siento como si conociera dos versiones de mí y no supiera con cuál quedarme.

Will no dijo nada. Me miró, como si cada gesto mío fuera una constelación que trataba de descifrar.

—Sea cual sea la versión que elijas, me gustaría estar en ella —murmuró finalmente.

Mi corazón dio un vuelco.

No dijimos más. No era necesario. No hubo beso, ni promesas, ni finales escritos. Solo un día. Uno de esos que parecen colocados estratégicamente en tu vida para recordarte quién eres, o quién podrías volver a ser.

Cuando me dejó cerca de casa, me sentía diferente. No porque todo estuviera claro, sino porque algo dentro de mí empezaba a ordenarse.

Sí. Fue un día para recordar.



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En el texto hay: amnesia, amor, chicagomed

Editado: 27.07.2025

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