Liv
—Will... —susurré mientras me alejaba apenas de sus labios, lo justo para mirarlo a los ojos. Él me sostuvo con ternura, como si fuera algo frágil. Tal vez lo era.
Mi respiración estaba agitada, no por el beso, sino por todo lo que vino con él.
—Te recuerdo —dije, y una lágrima rodó por mi mejilla.
Vi cómo sus ojos se iluminaban por un segundo, cómo sus labios se separaban apenas, como si no supiera si debía hablar o no. No hizo falta. Ese silencio decía tanto.
—Recuerdo... el parque, nuestras charlas en la cocina, cuando me enseñaste a bailar con los pies descalzos en tu departamento —sonreí con nostalgia—. Recuerdo la vez que dormimos en el sofá viendo Back to the Future, los celos tontos, nuestras discusiones... tu risa.
Will me acarició la mejilla, con los ojos enrojecidos.
—Y también recuerdo el día en que me dijiste que querías una vida conmigo. Pero... —bajé la mirada, y sentí como si le estuviera clavando una daga— aún estoy confundida, Will.
Vi cómo su expresión se suavizó. No se sorprendía. Tal vez ya lo sabía.
—Lo entiendo —murmuró con esa voz suya tan serena, como si siempre tuviera el control, aunque por dentro se estuviera rompiendo—. No tienes que decidir nada ahora. Solo necesitaba que supieras lo que sentía. Que aún lo siento.
Me tomó de las manos, con la delicadeza de alguien que sostiene un recuerdo querido.
—Yo te amo, Liv. Lo hice desde que te conocí, y lo seguiré haciendo aunque decidas que tu camino no está conmigo. No estoy aquí para presionarte. Estoy aquí... porque siempre voy a estarlo. Aunque sea como tu amigo. Aunque me duela.
Mis ojos se nublaron por completo. El Will que recordaba... el Will que estaba frente a mí... seguía siendo el mismo.
—Gracias —logré decir entre lágrimas—. No sé qué va a pasar, pero... me alegra tenerte aquí.
Nos abrazamos. Largo. Sincero. Silencioso. Como los abrazos que no necesitan palabras. Como los que te dicen que, aunque el futuro sea incierto, el amor no lo es.
Will
Dormí mal. O más bien, no dormí.
Toda la noche di vueltas, sintiendo la almohada demasiado blanda, las sábanas demasiado calientes y el pecho demasiado lleno. Me levanté antes del amanecer, di una ducha rápida y me fui al hospital como si eso pudiera distraerme. Pero ni siquiera un código azul me habría sacado de esta espiral.
Liv me besó. Me recordó.
Y aún así, no sé si eso signifique algo más.
Estaba en la sala de descanso repasando un expediente clínico por quinta vez sin entender una sola palabra, cuando escuché pasos familiares.
Jay entró, con su café en una mano y su típica expresión de "sé que algo anda mal pero voy a dejarte hablar primero".
—¿Desde cuándo los doctores se ven peor que los pacientes? —dijo mientras dejaba el vaso sobre la mesa—. Pareces un cadáver, hermano.
—Buen día para ti también —murmuré.
Jay me observó con más atención. Su tono bajó.
—¿Qué pasó con Liv?
Me apoyé en la silla y suspiré, frotándome la cara con ambas manos.
—Cenamos. Le conté todo. Incluso lo del anillo de mamá... que pensaba pedirle matrimonio el día del accidente.
Jay se cruzó de brazos, asintiendo sin decir nada, esperando el remate.
—Y me besó.
—Ajá... —Jay se inclinó hacia delante— ¿Y estás así de destruido porque...?
—Porque no sé qué significa. —Lo miré, frustrado— Me recuerda, Jay. Al menos a mí. A nosotros. Pero eso no significa que me elija. Y después de todo lo que pasó... con Connor... No quiero ser su opción cómoda. Ni la segura.
Jay se quedó en silencio por unos segundos, pensativo.
—Mira —dijo finalmente, con ese tono serio que solo usa cuando realmente importa—, Liv no es de las que se lanzan a lo loco. Si te besó, fue porque sintió algo. Y si te recuerda... bueno, eso es importante. Muy importante.
—Pero no suficiente —dije con amargura.
Jay se encogió de hombros.
—Tal vez no hoy. Pero no tires la toalla tan rápido. No después de todo lo que pasaron.
—No quiero presionarla.
—No lo hagas. Pero tampoco te desaparezcas como mártir romántico. Dale espacio, sí, pero también dale razones para volver.
Asentí en silencio. Jay se levantó y recogió su vaso.
—Y por cierto, si vuelves a organizar cenas con velas y música cursi, invita a Emma. Dice que necesitas ayuda con la decoración.
Rodé los ojos.
—¿En serio?
Jay sonrió antes de salir por la puerta.
—Hey, si esto termina en boda, al menos será con estilo.
Me quedé allí solo, mirando el suelo, sintiendo el corazón más ligero, aunque igual de nervioso.
No sabía qué iba a pasar. Pero algo me decía que esa noche, algo en Liv cambió.
Y eso... era más de lo que había tenido en mucho tiempo.