El Pasado Nos Condena

Capítulo 7: Hace un tiempo estoy así

Relator

Luego de aquel acontecimiento que le marcó la vida, Maia llegó a su casa callada, no quiso sentarse a cenar con su madre y su hermanito que tenía muchas cosas que contarle de su día. Dijo que le dolía mucho la cabeza y se encerró en su cuarto rememorando en todo momento lo que le había pasado. No entendía nada, ¿quién querría hacerle daño? Ella nunca se metió con nadie, es más, ni siquiera hablaba con nadie precisamente para evitar todo tipo de confrontaciones. Ni siquiera se atrevía a emitir opiniones contrarias en horario de clases para no tener que escuchar los insultos de los demás. Además del chico con el que tuvo un intento de relación durante el primer año con el único que había "intimado" de cerca fue con Josh aquel día en el que chocaron sin querer en el pasillo, él iba apresuradamente a entrenar, a juzgar por su vestimenta y ella acarreaba los libros que debía devolver ese mismo día.


Él se sintió apenado en un primer momento e intentó ayudarla, la miró a los ojos intentando hablar, según le pareció, pero pronto se escucharon pasos y voces que se acercaban por lo que se levantó con un envión y desapareció por las puertas que daban a la cancha. Eso fue todo. No chocó con nadie más ni se saludó ni charló nunca. Y ahora estaba esta rubia hueca de Lauren juzgándola como si la conociera. Siempre la observó de lejos cuando atacaba a sus presas para llevarlos a la cama.

Maia

Había terminado por fin mi jornada laboral e Iba refunfuñando por lo bajo haciendo todo tipo de gestos recordando a la odiosa de Lauren y sus opiniones que nadie le pidió cuando un auto se paró a mi lado. ¡Era el insoportable de Josh! Ya era mucho tener que aguantar sus estupideces en horario de trabajo como para tener que soportar su presencia fuera de la oficina. Me hizo la que no lo ví y continué con la cabeza gacha, en verdad no estaba de ánimos para soportarlo.
—Ey, tú, señorita Low —mee gritó bajando las ventanillas y miré con vergüenza para todos lados, no estaba acostumbrada a ser el centro de atención —¡te llevo! ¡Va a llover!, te mojarás.

La rubia que iba a su lado hizo una mueca de disgusto al ojearme de arriba a abajo. "Es el colmo, lo único que faltaba", gruño por lo bajo para que ninguno de los dos imbéciles me escuche.
Tuve que darme vuelta para enfrentarlos y ç para ver su cara de payaso y le hice un ademán con la cabeza en señal negativa.
—Vamos! Sube! ¡No te hagas de rogar! —insistió parando en seco en medio de la calle. ¿Es que este hombre no entiende una negativa?

Los autos que venían detrás tocaron bocina al unísono.
—Aquí voy a quedarme hasta que aceptes subir —amenazo y lo creí muy capaz de cumplir lo dicho. Era un chico tan mimado que podía hacer lo que quisiera, estaba acostumbrado a hacer lo que se le ocurriera.
De mala gana me dirigí por la puerta de atrás y la abrí. Ni bien la cerré, salió andando a gran velocidad, haciendo que me fuera hacia atrás bruscamente. Sentí como la bilis subía por mi esofago del miedo que me ocasionó esta acción. Puso la música a todo volumen y se dirigió hacia el sur. 

Josh

Todo se sentía extraño, la observaba de vez en cuando por el espejo retrovisor pero intenté disimular pues ella ni siquiera me prestaba atención, iba casi doblada de miedo en el asiento apretando sus libros, se a veía abotargada por el movimiento del vehículo y por la música que retumbaba en su adolorida cabeza. a juzgar por su expresión. Por todos los medios intenté llamar su atención aunque hubiera sido más fácil si justo no hubiera armado cita con la bomba que tenía al lado. "Como siempre, Maia Low ni me mira" pensé cada vez más frustrado. En ese momento me dio cuenta que no le había preguntado hacia donde iba. Por supuesto que sabía donde vivía Maia Low, siempre lo supe, solo que era ella la que no contaba con esta información. Traté de ahogar mis pensamientos y recuerdos que tenía de ella y continué intentando que la música tapara mi amargura.

Relator 


Ella y su familia se habían mudado cuando decidieron irse de Valle Largo en busca de nuevos horizontes y para alejarse del padre del niño que Maia iba a tener. Temían que apareciera en algún momento a reclamar al niño si se enteraba que ella había quedado embarazada, por lo que vendieron todo y se fueron. Maia continuó estudiando y especializándose incluso hasta el día en que Michael nació, Sólo se tomó un par de días hasta que pudo caminar bien y regresó por lo que nadie se enteró que se había convertido en madre soltera. Eso le quitaría posibilidades de encontrar mejores opciones laborales.

Le dolía mucho tener que negar a esa pelusita que salió de ella fruto de algo que no era amor porque si bien fue difícil aceptarlo, cuando vio sus bellos ojos grises y largas pestañas negras quedó prendada para siempre y lo amó con locura. "Eres sólo mío", le dijo y desde entonces vivía solo para el.

Josh direccionó hacia su antigua casa, adonde vivían antes de mudarse. Se preguntó como sabía donde era, ella jamás habló con nadie y mucho menos les dijo donde vivía.
—¿Adónde me llevas? —le preguntó tratando de hacerse escuchar por encima de la música.
—¿Dónde vives? —dijo él de repente, un tanto contrariado. La chica a su lado solo sonreía como estúpida y le manoseaba el muslo derecho mirando a Maia, como estableciendo claramente que ese era su terreno.
—Por ahí no es, déjame entre Cramer y Brison, le dijo. Desde allí puedo llegar rápido caminando.
—No, dime donde te dejo exactamente —se puso firme él.
No tuvo más remedio que darle la dirección, pues sabía que sería inútil ir en contra de ese rebelde sin causa.
Cuando llegaron a destino frenó en seco, haciendo chirriar los neumáticos. Otra vez Maia se movió imprevistamente hacia adelante por efecto de la inercia. Se quitó el cinturón de seguridad y se bajó con las piernas blanditas.
—Gracias por el paseo —le dijo, poniendo en blanco sus ojos. Josh la miró divertido y arrancó nuevamente dejando una estela de humo por detrás.
Chris y Michael, curiosos, se acercaron por la ventana a mirar quien había llegado. La recibieron con un abrazo cálido que le hizo olvidar el momento amargo que acababa de vivir. Lo único que agradeció fue que no tuvo que caminar, pues tenía los pies hinchados de tantas horas de estar parada yendo de un lado a otro.




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