El Pasado Nos Condena

Capítulo 8: Mentiras o verdades

El diario de Maia

"El estúpido de Josh me encontró en el camino y me trajo a casa. No podía soportarlo, menos aún a la chica que llevaba a su lado. Me miraba como si yo estuviera envuelta en materia fecal. Debí mirarla de igual manera pero lo único que quería era llegar rápido a casa y estar con Michael. La próxima vez tomaré otro camino. No quiero volver a encontrarme con él fuera del trabajo. Me hace mal verlo. No sé si resistiré mucho más pasando tanto tiempo en el mismo espacio que él...es muy duro lo que me tocó, pareciera que el destino se apaña para que nos encontremos en todos los ámbitos. Debo olvidarme de lo que siento por Josh Nigel o sufriré siempre"


Cuando Josh regresó luego de desligarse de la rubia de turno y quedó finalmente solo, le llegaron de repente los recuerdos que tenía tan bien guardados. Hace dos años que no pasaba una noche que no soñara con ella. Sabía que era un cobarde por haberle hecho lo que le hizo y se arrepentía profundamente, quiso hacerse cargo y remediarlo pero cuando intentó dar con ella, desapareció como por arte de magia. Se volvió loco buscando en las redes sociales y preguntando a los vecinos de las casas aledañas para conocer su paradero, pero ninguno supo decirle nada. 

Pensó que la había perdido para siempre. Aún ardía en él el mismo fuego que sintiera ese día en el que tocó su cuerpo con el suyo y por las madrugadas se despertaba sudoroso por las pesadillas que se cernían sobre él. Se relacionó con cuanta mujer se le cruzó en el camino con ánimo de acallar las llamas que tenía en su interior pero ninguna pudo apagarla.
Pero otra vez ella estaba aquí y esta vez más cerca de lo que nunca imaginó,  pensó que podría cerrar ese ciclo en su vida y ésta se encargó de darle una buena nalgada. En el fondo se daba cuenta que debía responder por sus acciones y tenía miedo de la forma en que se presentaría su castigo. Tal vez fuera esto mismo, continuar sufriendo en silencio, sentir el fuego crecer y no poder extinguirlo con nada ni con nadie, tal vez no poder rehacer su vida, quizás le estuviera negada para siempre la felicidad que era fácil para otros. Desde aquel día sentía eso: tristeza, una tristeza infinita que le carcomía el interior y le hacía pesados sus días. Debía encontrar la manera de salir adelante, era joven, era sano, era rico, era educado, tenía un trabajo, tenía estudios, una familia...pero había algo que no tenía y quizá jamás tendría...a ella.

Hace 2 años

Ese mismo día le costó mucho bajar los latidos de su corazón. Si fuera por él, permanecía con ella por siempre, pero ya terminaba el recreo y todos irían al salón. Guardó en el bolsillo el pañuelo manchado de sangre, se acomodó las ropas y salió caminando detrás del bullicio de jóvenes que entraban a la clase. La miró al pasar a su lado, pues ella siempre se sentaba adelante y no encontró nada fuera de lugar. Ella también sabía disimular muy bien. Supo en ese momento que los dos guardarían el secreto para siempre.

Estuvo intranquilo el resto de la clase esperando a que terminara. Un sudor frío recorría su espalda y pronto se hicieron presentes unas náuseas terribles que le hacían temblar las piernas. No entendía que estaba pasando. Miró alerta hacia todos lados y vio a dos de sus compinches reírse mientras cuchicheaban entre ellos. ¡Estaba intoxicado! Seguramente había bebido o comido algo durante el almuerzo que le cayó mal. Aguantó como pudo hasta la hora de salida y esta vez fue directamente a casa, no tenía fuerzas para observarla cuando ella saliera y fuera a su casa en la zona sur.
 

Hace tiempo que recorría su itinerario. La había seguido un par de veces para saber si se encontraba con alguien en el camino, quería encontrar algo que le demostrara que era igual a las demás, que tenía un hombre oculto que la esperaba en las sombras o algún secreto macabro, pero ella era perfecta en todos los sentidos. Si tan sólo él tuviera el coraje de hacerse cargo de su sentimientos todo sería diferente.

Hace cuatro años

Josh

Durante el primer año en el instituto no tenía definido que quería estudiar, mi padre me presionaba para que hiciera una carrera que pudiera servirme para trabajar en la empresa y me encontraba en una encrucijada mirando los planes de estudios de las carreras ofrecidas. Coqueteaba a diestra y siniestra con las muchachas que se acercaban disimuladamente a hacer lo mismo que yo, ya debía marcar el terreno para asegurarme de pasarla bien en esos aburridos años de estudios.

Estaba frente al mural mirando primeramente la duración de cada una, quería terminar algo rápido y largarme de una vez para disfrutar de los placeres que la vida me ofrecía, era joven, guapo y rico, no podía pedir más.

Cuando voltee a ver hacia un costado, la ví. Estaba parada con sus largas faldas y camisa abotonada hasta arriba, con sus anteojos de anchas monturas mirando para todos lados, en cuanto supo donde estaba lo que buscaba se dirigió directamente hacia la recepción de la facultad de recursos humanos. Parecía muy decidida y caminaba a paso firme sin mirar a los costados siquiera. Me llamó la atención, pues fue la única muchacha que no me miró, algo raro habría en ella..."o algo especial", pensé para dentro. 

Empecé a seguirla en estado de trance. Presentó la documentación requerida a la secretaria mientras yo como niño obediente se dispuso a hacer fila detrás, a una distancia prudencial, no quería perderme palabra, sentía mucha curiosidad. Escuché a la secretaria decir "Bienvenida, señorita Low a la carrera de Recursos económicos y Humanos", por lo que no tardé en presentarse en la misma. En definitiva, todo mi futuro estaba en manos de esa muchacha. Y fue así que no fue el destino quien hizo que fuéramos compañeros de estudios durante cuatro años, yo había forzado mi futuro para estar junto a ella. En definitiva, el destino estaba en nuestras manos. 




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