El Pasado Nos Condena

Capítulo 10: ¿Tienes deja vú?

Cuando estuvo conforme con la imagen que le devolvía el espejo salió rápidamente del baño, pues ya había hecho esperar demasiado al señor Nigel. Hizo una zancada larga cuando sintió un golpe seco en el pecho. Sus anteojos volaron y sintió una mano que la sostenía alrededor de la cintura. Otra vez había chocado con el idiota de Josh. ¡Era un deja vu!.
—¿Estás bien? —le preguntó éste, le pareció como si estuviera realmente preocupado. Su mirada era intensa, tenía un brillo inusual en sus oscuros ojos.
Ella pensó que le hacía burla y no le contestó. Estaba muy enojada por la contrariedad. Se acomodó un poco la ropa sin percatarse que él aún la tenía enganchada en su brazo derecho y su pecho tocaba levemente su otro brazo. Estaban tan cerca que uno pudo escuchar la respiración del otro. Era como si el tiempo se hubiera detenido por un instante infinito. Finalmente le llegó la realidad, ya no era aquel día en el instituto. Si se pudiera volver el tiempo, tal vez las cosas habrían sido diferentes para ambos. A Josh le pasaron mil imágenes por la cabeza, la primera vez que la vio, su andar cuando la seguía a casa, su mirada el día que chocaron aquella vez, su voz al hablar en clases, tenía la mirada fija en ella sin poder moverse.
Ella hizo un gesto para alejarlo y él se agachó a alcanzarle los anteojos. Los estaba mirando detenidamente para ver si habían sufrido daño, fue lo único que se le ocurrió para pasar el momento de incomodidad cuando ella se los quitó bruscamente de las manos y se fue, altiva, sin mirarlo siquiera. Josh la siguió con la mirada, sin poder explicar lo que sentía.

Josh
Ya en su habitación, se vinieron un sinfín de pensamientos:

"Esa mujer se va a matar. No puede andar por la vida chocando a cada momento. Menos mal que mis reflejos de futbolista aún siguen intactos y evité que se golpeara con el tremendo golpe que le di con mi cuerpo. Ella es muy delgada y pequeña, recién pude darme cuenta de la diferencia de altura, su boca prácticamente tocó uno de mis brazos y me quedó una sensación de escozor allí donde uno de sus senos quedó apretado. Es una burla de la vida lo que me pasa, sé que no tengo derecho a pedir nada y me lo merezco, pero el castigo va a estar más duro de lo que me imaginaba".

 

Continuaron trabajando un par de horas más con el señor Nigel. Para alegría de Maia, Josh no volvió a aparecer en el despacho. No sabría como encararlo pues tenía una vergüenza única después de lo que pasó en el pasillo. Era un irresponsable y además distraído, pues no miraba por donde caminaba.
El señor Nigel ordenó al chofer que llevara a Maia a su casa. Cuando subía a la parte trasera, se dio vuelta como guiada por un impulso y miró hacia una de las ventanas en la parte alta de la casa. Había alguien observándola. Josh...


Diario de Maia


"El señor Nigel me llevó a conocer su casa. Es una casa muy bonita y grande, con muchas habitaciones. Me hubiera encantado que Michael viviera en una casa tan confortable y cómoda, pero me conformo con que sea un niño feliz. Nuevamente choque con Josh como cuando lo vi en el instituto. No sé que es lo que siento, es algo que no puedo explicar. Sentí como si sus ojos quisieran decirme algo, es la segunda vez que lo miro directamente y me doy cuenta que no lo conozco para nada, no entiendo lo que pasa por sus pensamientos. Mi cabeza sabe que no debo fijarme en un muchacho como él, pero mi corazón dice otra cosa. No puedo, no debo enamorarme de Josh Nigel."

Relator omnisciente

Las visitas a casa de los Nigel se hicieron más frecuentes ya que el jefe siempre encontraba algún pendiente para seguir. Le gustaba mucho esa muchacha y su forma de manejarse en la vida. "Ojalá fuera mi hija", se decía a sí mismo. Trataba por todos los medios que tanto Josh como Lauren pasaran más tiempo con ella pues pensó que podían aprender mucho de esa chica tan discreta que jamás hablaba de sí misma.

Un día se atrevió a preguntarle:
—Señorita Low, ¿puedo tutearla?
—Por supuesto, señor. Me hace sentir vieja cuando usted me trata de señorita —carcajeó.
—Esta bien, gracias Maia. Quería preguntarte algo y espero no te enojes. ¿Con quiénes vives? Los chicos comentaron que tienes a tu madre y a un hermano. ¿Es así?
Maia se sintió insegura acerca de que contestarle. Gotitas de transpiración nacieron en su frente. Sabía que tanta familiaridad con el señor Nigel desembocaría en las preguntas tan temidas. No quería mentirle pues él había sido muy bueno con ella, tal vez así le hubiera gustado que sea su padre, si es que no los abandonaba desde que Cris y ella eran niños. Pero tampoco podía decirle la verdad. Estaba en una encrucijada.
—S-si, señor. Vivo con mi madre y tengo dos hermanitos. Llegamos hace unos meses porque durante casi dos años vivimos en Ciudad de Costas pues allí tuve una propuesta muy interesante para trabajar —le dijo sin saber cuanto contar.
—Que bien, Maia. Me gustaría conocer a tu familia. ¿Por qué no organizamos un almuerzo o una cena para juntarnos? Hace años que no hay niños en casa. ¿Cuántos años tienen tus hermanos?
—Cris tiene casi quince años y Michael tan solo uno —le dijo incómoda.
Le molestaba mucho tener que negar que Michael era su hijo pero no tenía más opciones. Tenía que conservar el tan buen trabajo.
—Les consultaré, señor. No estoy segura. Ellos tienen sus ocupaciones y tal vez no dispongan de un momento para venir.
—Para mí sería un gran honor recibirlos en mi casa. Quiero conocer a la mujer que crio tan bien a una hija como tú.
—Gracias, señor. me siento honrada —le dijo sonrojada.

"Trágame Tierra", pensó para si misma mientras ideaba miles de maneras de declinar la invitación. No tenía más que consultarle a su madre.




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