El Pasado Nos Condena

Capítulo 12: No quiero cargar con tus maletas

El día previsto, llegaron en taxi Maia, su madre, Cris y Michael. El señor Nigel salió el mismo a recibirlos con mucha alegría, como si los esperara de hace tiempo. Los llevó primeramente al salón de juegos que había en la casa. Allí había dispuesto de videojuegos para Cris, un juego inflable para el pequeño Michael y diversos juegos de mesa, billar y tiro al blanco para los demás. Obligó a Lauren y a Josh a estar dispuestos ese día. ¡Lauren traía una cara terrible! Tuvo que suspender una reunión con el grupo de amigas del club, que se juntaban todos los sábados para conocer a esta patética familia, todos pobretones de baja calidad. Se obligó a hacer una mueca como sonrisa para recibir a los chicos y extendió la mano para saludar a la señora Low, quien parecía ser una mujer muy diferente a lo que se imaginaba. Pensó que la madre de Maia sería una mojigata como ella pero tenía bastante más personalidad. Josh hizo lo mismo, solo que se sorprendió que Maia tuviera un hermano tan pequeño. Observó al niño que traía la señora Leah Low en brazos y le pareció muy tierna. Tuvo una pizca de envidia por la familia de Maia. Ellos jamás habían tenido verdadero calor de hogar.
El señor Nigel quiso conocer más de su familia, por lo que, mientras esperaban por la comida, invitó a la señora Low a recorrer los espacios de la casa. Iban charlando amenamente hasta que ésta se detuvo frente a un gran cuadro colgado en una pared color pastel. El señor Nigel le explicó que era el retrato de su difunta esposa, quien había fallecido el día en que Lauren y Josh nacieron. Fue muy difícil afrontar su muerte pero tenía que continuar por los pequeños. Leah quedó conmovida por su historia. Pensó que era un hombre con gran entereza y aplomo.
—Siento mucho lo que tuvo que pasar, señor Nigel —le dijo sinceramente.
—No, por favor. Llámeme Carl. Leah, ¿la puedo tutear? Fue muy duro, en especial para mis hijos quienes no tuvieron una imagen femenina firme en sus vidas —le dijo sorprendiéndose de la familiaridad con la señora Low. —¡Oh, discúlpeme por favor! No quise molestarla con mis problemas, seguramente usted tiene suficientes con el padre de Michael...
Leah lo miró sorprendida en un primer momento pero después entendió, puesto que Michael era de muy corta edad, era de esperarse que estaba en una relación reciente.
—¡Oh, no! No tengo pareja, si a eso se refiere y la verdad mis hijos son lo mejor que me pasó en la vida —dijo tratando de desviar la atención.
—Así es, aunque no lo demuestre, para mí también mis hijos lo son, es por eso que he querido que establezcan relación con una familia de verdad, quiero que se encaminen a formar sus propias familias y que sean un hombre y una mujer de bien —le dijo y se envalentó cuando ella no dijo nada...
—Por eso, Leah, quería proponerles que se muden a vivir en esta casa —lo dijo sin rodeos, como estaba acostumbrado a hacer con los negocios.
Leah se quedó de una pieza. No podía creer lo que estaba escuchando.
—P-pero y-yo.. —empezó diciendo sin poder articular palabra.

—Le pido por favor que lo piense y no me conteste ahora. Por supuesto le pagaré. Necesito a un ama de llaves si usted esta dispuesta. Además ofrezco cama y comida para usted y todos sus hijos y le prometo que mientras vivan bajo mi techo no les faltará nada —terminó diciendo.

No quedó más que decirle que lo pensaría. No sabía como iban a reaccionar Maia y Chris. Aun no podía creer como se estaban sucediendo las cosas.
Llegó la hora de la comida y todos fueron en procesión hasta el amplio comedor. Las cortinas, los manteles y los adornos eran bellísimos. Todo exquisitamente combinado. Maia no había entrado a ese lugar de la casa en el tiempo en el que iba a trabajar allí y miraba extasiada. Sentía que estaba en un castillo de cuentos. La comida estuvo exquisita, la cocinera había preparado varios platillos porque no sabía bien que gustos tenia cada uno, incluso se dio tiempo para hacerle la papilla a Michael, a quien al parecer le gustó mucho pues se comió todo. En un momento dado, Josh se acercó para intentar jugar con él y el pequeño aprovechó para revolearle la cuchara llena de puré de manzana en la remera blanquísima. Se levantó de un salto por la sorpresa y Maia contuvo un grito ahogado.
—!Josh, Josh...mil disculpas!! Te lavaré la prenda, ya verás como quito todo el puré. Puedes venir al baño así lo mojo? —le dijo contrariada. Hasta ahora todo había marchado bien y temía que se arruinara el aire familiar que había por el pequeño accidente. Hasta donde conocía a Josh sabía que iba a molestarse mucho por eso.
El la siguió al baño más cercano y ella intentó lavarlo.
—No puedo hacerlo de esta manera...¿podrías quitártela? Así será más rápido —dijo con toda la inocencia del mundo. Se veía muy contrariada.
—Es solo una mancha, seguramente se quitará al lavar —le dijo él divertido ante la preocupación de ella.
—No, la manzana causa manchas a veces imborrables si no se lavan en el momento. Solo será un rato —seguía insistiendo ella.
El empezó a quitársela y en ese momento, Maia se arrepintió de haberlo pedido. Tenía el cuerpo marcado con músculos, el abdomen plano y los brazos anchos. Le llegó el olor de su piel y solo pudo bajar la mirada. Él quedó con el brazo extendido ofreciéndole la remera y la miró con sus ojos negros profundos con una expresión indescifrable. Usó el jabón tocador y refregó enérgicamente para evitar el momento incómodo que se había generado. Se sintió agradecida cuando él se fue a buscar otra prenda y la dejó recuperarse de esa visión que tuvo. "Maia, ¿ qué tienes?", se preguntó a sí misma. "Recuerda lo que te prometiste. Nunca más vuelvas a enamorarte"...




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