El Pasado Nos Condena

Capítulo 13: Déjate llevar si el alma te lleva

Maia se encargó de acostar a dormir a Michael. Josh le ofreció su cuarto porque su padre se lo había pedido. Era el cuarto más cercano al pasillo y evitaba que caminaran con el niño dormido en brazos hasta el otro extremo de la casa.
Para que pudiera quedarse en una cama ajena a la suya, Maia tuvo que recostarse a su lado hasta que él se durmiera.  En determinado momento Josh entró imprevistamente pues había olvidado que estaban en su cuarto, la vio dormida al lado del niño y tuvo un dejo de ternura. Se quedó observando a ambos por un buen rato y le pareció que había visto antes a ese niño, pero no recordaba donde. Los dejó durmiendo y salió. Ya había hecho mucho tiempo el papel de hijo bueno, Jesie lo esperaba para pasar una noche genial. Miró por un momento el rostro de Maia dormida y decidió salir de la casa en busca de su aventura nocturna. No podía permanecer un segundo más respirando su mismo aire.

Diario

"No puedo creer que me quedé dormida en la cama de Josh. Han pasado varias horas y aun tengo pegado su olor en mi nariz. Cuando desperté tuve la sensación de que había alguien más además de Michael y yo. Voltee por todos lados asustada buscando pero no había nadie. Aparentemente estuve soñando que Josh estaba parado y me miraba fijamente. Ese chico no me deja en paz ni siquiera en mis sueños".

EN OTRO LUGAR
El jadeaba mientras la mujer gritaba de placer debajo suyo. Estaba aquí pero su mente volaba a otro extremo, a otro momento de su vida, a mucho antes, cuando sintió el mejor placer de su vida y sentía que jamás volvería a conseguirlo de nuevo. Trataba de olvidar ese momento resguardándose en mujeres pasajeras con las que solo quería para pasar el rato. Era muy difícil teniéndola tan cerca pero la sentía tan lejana a la vez. No quería quedarse a solas con ella para que ella no descubriera el caudal de sensaciones que sentía. Pensó que hasta ahora lo disimulaba muy bien. Su aire frío y soberbio ayudaba mucho. Ella no debía saberlo jamás...

Relator omnisciente

Los días transcurrían rápidamente. Cada vez Maia se afianzaba más en las tareas impuestas por el señor Nigel que iban gradualmente aumentando el nivel de responsabilidad. Además Josh se había impuesto la tarea de la recargarla por su lado y no la dejaba en paz ningún día. Era como una especie de competencia silenciosa que se había creado entre ambos para ocupar al máximo las capacidades de Maia, una puja silenciosa de tire y afloje. Eran hombres de negocios y no estaban dispuestos a perder.
Se acercaba la fiesta de beneficencia que el grupo Nigel organizaba cada año para recaudar fondos para las instituciones de la zona que necesitaran el dinero. Lauren era la encargada del evento y de llevar minuciosa cuenta de las actividades a realizar. Faltando un par de días, aún no tenía organizada ni la mitad de las cosas.

—Hija, ¿cómo puedes ser tan irresponsable? Tú sabías que estábamos en fecha. Nunca antes nos habíamos retrasado tanto.

—Pero papá, estuve ocupada con los otros proyectos. Yo no soy la única que trabaja aquí. ¿Por qué no le pides a tu empleada estrella que lo haga? Siempre has dicho que todo lo hace bien, pruébala en esto también.

—Me tienes harto con tus impertinencias, Lauren. Ahora no hay tiempo para estas pequeñeces. Esa fiesta se debe realizar, con o sin tu ayuda. Convoca a Josh y a Maia en mi oficina en este instante —hizo uso de su voz de tenor para hacer que la rubia se moviera de su lugar.

Así que allí estaban, sin querer y sin planearlo, trabajando en equipo los tres, como nunca ninguno se lo hubiera imaginado.


Muy a su pesar, Lauren tuvo que reconocer que Maia era una muchacha muy despierta y creativa. Ella misma se encargó de los arreglos de flores que irían como centros de mesa. Hicieron de todo, adornaron, acarrearon sillas y mesas, organizaron a los mozos y al final de la tarde cuando todo parecía estar listo, fueron a prepararse para el evento.
Maia regresó a su casa y con la ayuda de su madre se preparó para la fiesta. Nunca había ido a una pero el señor Nigel había insistido tanto que no pudo negarse, incluso prometió enviar a su chofer a buscarla a las ocho en punto. El vestido que compraron con ayuda de su madre era hermoso. No era de alta costura como seguramente vestiría Lauren pero era de un color dorado que resaltaba la piel de Maia y de una tela primorosa que volaba con el viento. Leah la maquilló y peinó y le encantó el resultado. Estaban en los últimos preparativos cuando escucharon la bocina de un auto afuera. Ambas se miraron y gritaron al unísono;
—¡El auto del señor Nigel!!. —y rieron felices por la ocurrencia.
Al llegar Maia se sorprendió por el efecto que las luces daban al patio de la mansión. Ella misma había propuesto el lugar y quedaba todo como ella se lo imaginó. El señor Nigel la vio llegar y corrió a su encuentro.
—Maia, hija, ven aquí. voy a presentarte a todos —dijo muy animado. A saber por el olor que Maia llegó a percibir cuando se acercó, parecería que el señor Nigel ya había ingerido varias copas. Los ojos estaban vidriosos y la sonrisa fácil. Maia lo miró divertida y pasó saludando a todos con él.
No había señales de Lauren y Josh, "que bien" se dijo Maia a sí misma. Estaba perfecto todo sin su presencia. Pasó a supervisar echando una ojeada a las mesas, a la ubicación de sillas, a los centros de mesas, haciendo caso omiso de todo lo que se encontraba a su alrededor, se agachó a levantar unas guirnaldas que se habían caído y al levantarse repentinamente chocó con un saco oscuro, completado con una corbata haciendo juego y una camisa impecable.
—¡UUUffff! —dijo por el impacto y se golpeó contra la mesa que un rato antes estaba acomodando.




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