El Pasado Nos Condena

Capítulo 14: Tantas cosas que decirte al oído

Actualidad

La noche fue cerrándose y todo parecía andar bien, podía verse a Josh dando y devolviendo arrumacos con la rubia espectacular, lo mismo Lauren con un moreno gigante puro músculos. El único que sacó a bailar a Maia fue el señor Nigel que ya a esas horas estaba muy animado por todo lo que había bebido. Maia se puso roja pues en su vida había bailado, solo trató de seguirle el ritmo. De repente se escuchó un bullicio en el salón principal y fueron a ver. Rufus, el gran perro danés de la familia se había soltado y andaba haciendo de las suyas, había derribado una mesa llena de copas de vidrios y salió despavorido a hacer desastres vaya uno a saber donde. Josh salió corriendo tras el y el señor Nigel intentó seguirlo pero apenas se sostenía en pie por lo que Maia se ofreció a ir en su lugar mientras le pedía a Lauren que llevara a su padre a dormir. Se dirigió en dirección contraria a Josh para ver si ella tenía suerte en encontrar al can.
Decidió explorar el fondo de la casa. Allí no había nada, solo se escuchaba la música de la fiesta de fondo. "¿Adónde pudo irse?", se preguntaba, juró que lo había visto ir por allí en otras ocasiones.
De repente, Rufus salió de las sombras y corrió a gran velocidad hacia donde estaba ella. La primera reacción fue huir pero vio que era inútil, el animal era mucho más veloz que ella. En ese momento de dudas el gran perro saltó encima de ella y con un impulso el peso de su cuerpo la hizo caer...¡en la piscina!!! Empezó a gritar por el pánico, pues no sabía nadar.
Rufus salió tranquilamente por el otro extremo y ladró emocionado como si nada hubiera pasado. Luego corrió nuevamente hacia las sombras. Maia intentaba pensar a pesar de la situación, entendió que nadie la escucharía por el estruendo de la música pero la desesperación que tenía hizo que lanzara alaridos con todas sus fuerzas mientras podía mantener la cabeza fuera del agua. De todas maneras el agua entraba a raudales por su boca abierta, desesperada por aspirar aire. Cientos de pensamentos acudieron a su mente, "Michael" fue el principal de ellos. Logró escuchar un silbido agudo en sus oídos y eso impidió que perdiera la conciencia.


Josh anduvo pernoctando por los alrededores silbando, que era la forma de llamar a Rufus habitualmente. Con esa orden, sabía que era hora de entrar cuando lo sacaba a pasear. Cuando vio que no obtenía resultados, se dirigió a la parte trasera de la casa, tal vez el pobre animal quería huir del ruido y la gente.
Algo le llamó la atención, un ruido leve de chapaleo en el agua pero no podía ver nada pues las luces no se habían encendido en esa parte de la casa. Se detuvo para escuchar mejor y escuchó unos gritos ahogados que venían de la piscina. Entendió que alguien se estaba ahogando.
Sin perder tiempo, se quitó lo que pudo y justo antes de lanzarse vio los delgados brazos de Maia que se erguían desde la profundidad del agua. Llegó adonde estaba y la rodeó por la cintura, zafándose ésta por los movimientos desenfrenados. Volvió a tomarla con más fuerza y le sacó la cabeza del agua para que pudiera tomar aire. Empezó a toser violentamente y cuando sus pulmones se recuperaron continuó gritando con una crisis de nervios.
Josh intentó llevarla a la orilla para sacarla de allí pero se movía tanto que evitaba que la sostuviera bien. La tomó con fuerza apretándola contra su cuerpo y así evitar que se hundiera nuevamente. El vestido hermoso que llevaba se había soltado en uno de sus hombros por lo que éste caía peligrosamente hasta el nacimiento de sus pechos. Comenzó a hablarle suavemente en un intento por calmarla, casi en susurros repetía su nombre y le decía que ya todo había pasado, que todo iba a estar bien, que no permitiría que nada le pasara. "Maia, Maia" le decía suave al oído. "Todo saldrá bien" "confía en mí" "te sacaré de aquí"...eran frases que repetía mientras le sostuvo una mano para evitar que lo siguiera rasguñando.
Ella empezó a sollozar violentamente apoyándose en su pecho. Él le acarició los cabellos mojados mientras continuaba hablándole. Lentamente pudo acercarla a los escalones de salida. Tuvo que alzarla en brazos porque las piernas no le respondían. Ella se sujetaba fuertemente a su cuello por miedo a caer nuevamente.
Miró para todos lados en busca de ayuda. Nadie se percató de la situación. Tenían que cambiarse de ropa antes que les afectara la hipotermia. Ella ya castañeaba los dientes. La llevó a su habitación en andas.
La bajó suavemente con una delicadeza que ni él mismo se reconoció. Con ese movimiento ella volvió en sí por lo que dejó de abrazar su cuello con vergüenza. No podía creer que se comportara de esa manera. Sus cuerpos habían estado muchos minutos unidos por lo que era imposible no sentir la piel del otro.
—Lo siento..y-yoo.. —empezó diciendo.
—SSshhh...ya pasó —le dijo él casi en un susurro.
—Mira lo que te hice —le recorrió las heridas hechas por sus uñas haciendo que él hiciera un gesto indescifrable para ella.
Él trató de romper la tensión que se palpaba en el aire.
—Maia, debes quitarte esa ropa. Te buscaré algo seco —le dijo mirando involuntariamente allí adonde se había soltado su vestido.
Ella continuaba parada, baja la mirada, tratando de sostener las tirillas sueltas. Él se dio cuenta de su incomodidad por lo que volteó la cabeza y le ofreció una toalla para que se secara con el brazo extendido y haciéndole señas de que entrara al baño. Trató de ocultar la incipiente erección que nació con ese simple gesto a pesar del frio de sus pantalones. Ya quería que ella saliera de su vista. Algo le dolía por dentro.
—¿Prometes no dejarme sola? —le dijo ella suplicante. En verdad estaba muy asustada.  Él tragó saliva haciendo acopio de todo su autocontrol, si ella supiera lo que causaba su tono de voz, su inocencia en él.
Prometió quedarse aunque dudaba si podría seguir controlándose.




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