El Pasado Nos Condena

Capítulo 22: Quiero caer de las estrellas

La primavera en Valle Largo era una mezcla de días fríos con otros de calor. Había mucho polen en el aire y las flores eran exquisitas. Se hizo presente el verano con las más altas temperaturas del año y en la casa de los Nigel se mezclaban también calores con fríos. El señor Carl y Leah empezaron a llevar su relación a otro nivel más profundo. El estaba encantado con la personalidad de esta mujer fabulosa que se hacia cargo tanto de su casa como de su familia. Era incansable en las tareas encomendadas e incluso se daba tiempo para mucho más. Un día se dio la oportunidad de sacarla de la rutina diaria. El señor Nigel había sido invitado al club para una reunión de socios en la que habrían muchas actividades recreativas. Pensó que era buena idea invitarla. Y después de esa salida se sucedieron otras hasta que ya no pudieron disimular los sentimientos de uno hacia el otro. La convocó en su despacho, como cada noche antes de ir a dormir y sin rodeos, como era su costumbre, le pidió matrimonio.

No fue fácil para Leah aceptar su propuesta pues ella siempre había priorizado a sus hijos por encima de todo y todos. Se habían presentado varias oportunidades de rehacer su vida, por supuesto. Era una mujer atractiva, con finos rasgos a la que la vida la había vapuleado bastante pero no dejaba de verse muy bien físicamente. Alejaba a los hombres su personalidad fría y seria. No se permitía tener familiaridades con ningún hombre más allá de la relación laboral o lo que fuera. Le costaba mucho abrir su corazón y no era para menos. Su historia distaba mucho de convertirse en telenovela.
Leah Low había sido una muchacha siempre sacrificada. Quedó embarazada de Maia a los diecisiete años. Sus padres eran tan pobres que era imposible que la ayudaran con la nueva vida que traería al mundo. Así que no le quedó otra que abandonar sus estudios y dedicarse a trabajar a tiempo completo para mantener a la criatura que nacería en meses. Su novio, Jackson era un muchacho del mismo barrio que ella, de familia humilde igual que ella. Se vieron compartiendo muchas cosas en común, pero más aún la química sexual entre ambos, era una energía única e inexplorada para Leah. Desde que se vieron por primera vez en una tienda del barrio donde habían coincidido para comprar víveres no pudieron soltarse más. Él la espero en un callejón por donde sabía que ella pasaría, la tomó del brazo y la poseyó allí mismo, contra una mugrosa pared llena de graffitis. Estos encuentros furtivos se repitieron hasta que ella se enteró que estaba embarazada. No es que no la quisiera. Jackson estaba encantado con esta muchacha que le despertaba los instintos más salvajes que tenía a sus diecinueve años. Intentó conseguir un trabajo mejor para tratar de formar una pequeña familia pero sus malos hábitos no le permitían establecerse en un ninguna tarea fija.
Bebía mucho, fumaba y a veces cuando tenía dinero también probaba droga aunque aún no era un problema para él. Consiguieron un pequeño departamento destartalado en el mismo barrio, en el que debían compartir el baño y la cocina con otras familias incipientes y pobres como ellos. Leah también logró conseguir trabajos fortuitos como lavadora de copas, moza, lavaba baños y hasta llevaba ropa a casa para lavar y planchar todo a mano. Al final del día quedaba agotada y no quería mas que tirarse a dormir en el colchón en el piso, ya que no tenían ni cama.
Al nacer Maia la vida se les hizo más dura. Ahora había otra boca que alimentar. Jackson empezó a beber más seguido al punto que nadie en la zona quería tomarlo para trabajar pues era muy inestable. Al mismo tiempo, las frustraciones diarias lo convirtieron en un hombre golpeador al cual le molestaba todo de Leah. Sentía que la odiaba por haberlo metido en semejante enredo. Ya no era libre de hacer lo que quisiera.
Una madrugada al volver ebrio violó a Leah y fruto de eso nació Cris, al cual amó desde que supo que vendría al mundo. Él no tenía la culpa de los errores que habían cometido como padres, pero entonces supo que si no se iban de allí, tarde o temprano las consecuencias serían nefastas.
Aprovechó un día que Jackson salió al bar más cercano con los últimos centavos que a ella le quedaban para sacar sus pocas pertenencias y a los niños y se fueron a casa de una compañera de trabajo que las acogió en Valle Largo. Desde ese día no supieron más de Jackson. No hizo por saber algo de la vida de sus hijos. Ni siquiera Cris lo recordaba de tan pequeño que era cuando salieron de su vida. Maia tenía algunos recuerdos puesto que era un poco mayor y ya entendía muchas cosas. Nunca juzgaron a su madre por lo que hizo, al contrario, la admiraban profundamente por haber sido tan valiente y haberlos sacado adelante con ahínco y muchísimos sacrificios de su parte.

Diario de Maia


"Mi madre vale oro. Sin ella no podría haber seguido adelante. Lloró conmigo y se puso en mi lugar cuando le conté lo que me había pasado en el instituto. Trató de consolarme y de pedirme que siguiera adelante. Ella también había pasado por algo similar con el hombre que amaba pero no se dejó doblegar por lo que yo también debía ser fuerte como ella. Últimamente he notado que tiene gran cercanía con el señor Nigel. No entiendo mucho que esta pasando pero no hay que ser muy inteligente. Creo que hasta Lauren se daría cuenta que entre ellos hay algo. Lo veo por la forma en que se miran cuando están cerca. Ella lo atiende como jamás vi que lo hiciera con una persona, menos con un hombre. Está pendiente de sus necesidades y comparten muchos momentos de risas. Para mí hay gato encerrado..."

El señor Nigel los hizo llamar uno a uno para que se hicieran presentes en el gran comedor de la casa. Nadie tenía ni la leve sospecha de lo que estaba pasando. Invitó a todos a sentarse, al cual el trío de jóvenes hizo de mala gana.
—Señores, les quiero anunciar...que Leah y yo...nos vamos a casar! —dijo sin preámbulos y tomando de la mano a la susodicha delante de todos.
Hubo un silencio absoluto que llego para instalarse. Lauren empezó a reír estruendosamente, Maia se sentía traicionada por su madre por lo que unas lágrimas corrieron por sus mejillas, Josh se levantó y salió de la casa. Los adultos quedaron en silencio sin poder entender la reacción...
Josh buscaba un lugar donde pudiera expresar su rabia, tanto tiempo contenida. Entre las sesiones de terapia que había iniciado durante la primavera y lo que acababa de anunciar su padre sentía que iba a estallar. Era demasiado para él. Se dirigió a la parte de atrás de la casa, en un galpón abandonado en el que había instalado un saco de box y unos aparatos para descargarse cuando podía. Se colocó los guantes y empezó a aporrear con furia el saco mientras ese se movía estrepitosamente. El sudor no tardó en aparecer manchando su camiseta y la cintura de su pantalón. Ni siquiera él entendía lo que le pasaba. Su padre tenía derecho a ser feliz, ya era tiempo de que rehiciera su vida. "¿Pero tenía que ser con la madre de Maia?", se preguntaba amargamente. ¿Es que jamás podré deshacerme de los recuerdos y de su presencia? pensaba mientras continuaba a un ritmo desenfrenado aporreando una y otra vez hasta que los brazos se adormecieron.




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