Maia necesitaba respirar aire fresco, el anuncio que acababan de hacer la había dejado en shock. No podía entender como pasó. "Ella prometió que solo sería un tiempo", recordó las palabras de su madre cuando decidieron ir a vivir a ese lugar que ella detestaba tanto como lo hacía con Josh y Lauren. Ellos representaban el pasado del que tanto necesitaba huir y ahora no solo eso, sino estarían emparentados gracias a su madre. Lagrimeaba en silencio acercándose al galpón del fondo. Escuchó uno extraños sonidos, como si estuvieran golpeando algo...se dirigió a la puerta y la abrió.
La visión que tuvo en ese momento la persiguió el resto del día y la acompañó mientras dormía. Josh golpeaba el saco de box, tenía la ropa mojada por el sudor y jadeaba profusamente debido al cansancio muscular. Algo no estaba bien.
—¿Josh? —lo llamó para ver su reacción.
El continuó con el ritmo endemoniado, como si estuviera poseído.
—Josh, ¿ qué haces? —preguntó mientras se acercaba. Por un instante tuvo dudas acerca de si sería peligroso acercarse estando él en esas condiciones.
El pareció no escucharla.
—¿Quieres que pida ayuda? Llamaré a tu padre —le dijo mirando la cara transformada. Casi no lo reconocía. Era un salvaje que había tomado el cuerpo de Josh.
—¡Noo! -gritó él. —Por favor, no lo hagas... —dijo arrodillándose y tratando de tomar aire.
—Josh, ¿estás bien? —le dijo ella aun alejada pues tenia desconfianza. No conocía al hombre que acababa de descubrir. Ya no era el muchacho malcriado que se burlaba de ella. Pudo ver su interior. Era la primera vez que el desnudaba su alma. "Con que tenía sentimientos, finalmente, pensaba Maia". Escuchó unos sollozos y se le partió el alma...
Carl Nigel abrazó a Leah, quien lloraba desconsolada. No imaginó la reacción de sus hijos. El único que permaneció clavado en el lugar con el pequeño Michael en brazos fue Cris, quien le lanzaba dardos con la mirada.
—Ve, cariño. Ve a ver a tus hijos —le dijo haciéndole señas de que saliera.
El señor Nigel se tomaba de la cabeza mientras iba refunfuñando por lo bajo. Ahora se daba cuenta del daño que les hizo a sus hijos. Ellos debían aceptar que el quería comenzar de nuevo, reconstruir su vida tantos años postergadas. Mary había sido una gran mujer sin dudas y ahora la necesitaba más que nunca para que velara por sus hijos pero lamentablemente no estaba aquí ni ahora que le hubiera sido de buena ayuda.
Comenzó a buscar por todos lados intentando encontrar a Josh. Debía hablar con él. Tal vez debió hablar primero con ellos. Se había equivocado tantas veces que pensó que esta decisión de anunciarlo directamente era la mejor opción. Ya vio que estaba equivocado...
Caminó lentamente hacia él, quitándose la chaqueta liviana y poniéndosela en los hombros pues empezó a tiritar con los ojos cerrados. Se acercó y se colocó de rodillas frente a él, quien trataba de ocultar el rostro que tanto le gustaba de ella mientras se enjugaba las lágrimas con el dorso de la mano. Aún podían verse las marcas de sus uñas que le había dejado en el nacimiento del cuello aquel día en que la sacó de la piscina. Hizo el recorrido de la marca con un dedo. El se tensó al sentir el movimiento.
—Josh, no tengas vergüenza, está bien llorar — le dijo dulcemente sin saber que mas hacer. Era la primera vez que tenía tanta familiaridad con él y que estaban tan cerca. El efecto de su cercanía parecía una fuerza que la repelía. Bueno, a decir verdad hubo una excepción aquella vez que se embriagó en la fiesta y amaneció en su cama. Solo recordarlo le daba un calor terrible aunque no podía recordar los acontecimientos de esa noche.
Él levanto la vista con los ojos vidriosos y lo que vio en ese momento en la profundidad de esos pozos oscuros no se pudo olvidar más. Sintió que él necesitaba ser reconfortado por lo que intentó otro acercamiento, tocando primero detrás de sus orejas luego bajo por detrás de su cuello para atraerlo hacia ella. Jamás había tenido un contacto así con un hombre, pensó. Ni siquiera sabía si lo que hacía estaba bien. El no reaccionó. Se quedó quieto cerrando los ojos, haciendo un esfuerzo sobrehumano para mantener el control de sus emociones. Al sentir las manos de ella sobre su piel despertaron en él un instinto salvaje que lo hizo sentir como aquel día que prefería olvidar. Sin embargo ella parecía no darse cuenta de la lucha interna que tenía. Con un poco de desconfianza y la inexperiencia que tenía en estos temas, lo atrajo hacia ella y lo abrazó cálidamente haciéndole apoyar la barbilla en uno de sus hombros. Él permaneció sin moverse, pudo sentir el olor de su piel a través de la suave tela de su blusa y lo aspiró cual si fuera una droga para que le quedara guardado para siempre y la envolvió con sus brazos. Sabía que hace tiempo necesitaba eso, necesitaba escuchar que ella lo perdonaba. Lloró amargamente por todo lo que perdió por culpa de su cobardía. Ella le susurraba palabras cariñosas, como cuando arrullaba a Michael para que se durmiera mientras acariciaba su cabeza, introducía sus dedos entre los cabellos ondulados de él. Él empezó a buscar su boca desesperado, primero tímidamente como jamás lo había hecho. La tomó por detrás del cuello para atraerla más hacia él. Ya sus cuerpos estaban pegados por la transpiración de él. Ella pudo sentir su dureza no pudiendo hacer nada él para evitarlo. Maia se sorprendió tanto que quedó sin reaccionar mientras él intentaba introducir su lengua. Tenía tantas ganas de probarlo, había soñado tanto con un momento así, un momento que solo habitaba en sus pensamientos. Ella deseaba tanto sentirlo que abrió levemente los labios como dándole permiso. El entró finalmente buscando su respuesta. Ella tocó apenas esa lengua movediza y la sensación fue embriagadora. Se sintió floja. Escuchó la fuerte respiración de él mientras sus manos recorrían su espalda. Se sentía atrapada, aprisionada en ese cuerpo mucho más grande que ella que la abarcaba toda, parecía un gran recipiente en el que cabía tranquilamente.
Editado: 14.03.2022