El Pasado Nos Condena

Capítulo 27: Nos puso inquietos

 

Estaba muy nerviosa y temblaba levemente. La tela de su vestido dorado caía primorosamente hasta los tobillos y su escote dejaba entrever los inicios de sus senos juveniles. Él quedó sin aliento. Había venido con intenciones de hacer lo correcto y ahora se encontraba con este espectáculo. Estaba preciosa, maquillada tenuemente y el cabello ondeando sobre su espalda. Se quedó sin habla en un primer momento, sin saber que decir.
"Debes decirle la verdad", le había recomendado su psicóloga
"Debes perdonarte a ti mismo y pedirle perdón luego", podía escuchar en su mente cada frase dicha durante las terapias pero una cosa era decir y otra muy distinta hacer.
 

—¿Cómo estás, Maia? Te ves muy bien, estás hermosa —le dijo mirándola sin vergüenza, recorriendo cada centímetro de su cuerpo deteniéndose en sus curvas. Pensó que el efecto había disminuido después de tantos meses pero al verla entrar con el niño en brazos se sintió perdido como siempre que la veía. "No debo desviarme de lo que me trajo aquí", se animó a sí mismo.
—Estoy bien, Josh. Y tú? que te hizo regresar? —dijo ella mirándolo fijamente a la cara y mordiéndose el labio inferior. La presencia de él le causaba temblores en todo el cuerpo. Sabía que debía alejarse, pero no lo hizo.
Quiso romper el hielo que se había impuesto entre ellos y hacer que todo fluyera para que la situación no sea tan incómoda por lo que se acercó a él y de puntillas, le dio un beso en la mejilla en señal de bienvenida. La locura se apoderó de él. La acercó a su cuerpo que tanto necesitaba sentir y tomándola de la nuca apretó sus labios con los de ella. Quería absorberla para que se quedara en su interior. Al principio ella se resistió brevemente. Se dio cuenta que era inútil luchar con lo que sentía. Luego respondió a sus besos, torpemente al principio para luego adaptarse a su movimiento. El empezó a recorrer su cuerpo con las manos, estrujando la piel para que quedara grabada en la suya. Llegó a sus muslos torneados y fue subiendo lentamente. Desde otro lado empezó a besar su cuello y bajó por sus hombros hasta casi llegar a los causales de su desenfreno. Tocó sus pezones apenas con los labios y fue suficiente para que estuvieran turgentes y listos para su boca. Mientras por abajo viajaba hacia su zona más íntima. Al llegar, la notó lista, lo que hizo que surgiera con mayor fuerza la dureza que tenía reprimida durante tanto tiempo.
—Nn.no —dijo ella levemente y alejándolo.
Se apartó mientras le acariciaba los cabellos y tomaba su mano para que lo tocara. Volvió a atacar sus labios que ya habían perdido todo el maquillaje. Apenas pudo apartarse ella dijo:
—Noo, Josh...Noo —con poca fuerza
—¿Por qué? —le preguntaba él mientras continuaba trabajando en su cuello, oliendo esa piel que tanto tiempo se le había negado. —¿Por qué no podemos? somos jóvenes, nos deseamos —decía jadeante.

—Noo, por favor —expresaba sin fuerzas para resistir. Él no quiso escucharla, seguía atacando desde varios frentes.

Josh ya se había quitado la camisa y la gran cantidad de piel que exponía la dejó peor.
Ella solo empezó a sollozar en silencio por la impotencia que sentía por no poder detenerse ni detenerlo. Como él tenía los ojos cerrados no se dio cuenta. Acarició levemente sus pechos y al levantar la mirada al rostro de ella pudo ver que estaba llorando. El sabía el origen de su llanto pero necesitaba hacerla olvidar como él también añoraba. El amor debería poder curar todo.
—Te amo, Maia —le dijo acercándose a su oído.
Ella soltó más aún el llanto que llevaba guardado tanto tiempo.
—No puedo darte lo que necesitas —le dijo entrecortadamente. —No soy quien crees...yo...yo no tengo nada para ofrecerte. Yo no soy virgen —dijo cerrando los ojos con fuerza y tiñiéndose sus mejillas de rubor.
Él le hablaba dulcemente, como aquel día en el que cayó a la piscina.
—No me importa, Maia. Solo necesito amarte y que me ames. 

—P-pero tampoco tengo experiencia en esto. Solo fue una vez y yo..yo... —dijo apenas audible, que él tuvo que acercar su oído a la boca.
—Ssssh..—le dijo y continuó besándola. Empezó a bajar las tirillas de su delicado vestido hasta dirigirlas hacia la cintura. Sus ojos no dejaban de echar chispas, quería disfrutar de la vista para grabar en su memoria los retazos de su piel.

—Maiaaaa —se escuchó a lo lejos. Alguien la llamaba. Salió del estado de vapor en el que estaba y se acomodó apresuradamente la ropa. Por un instante olvidó que estaban en la boda de su madre y seguro la requerirían.
—Por Dios, que hice? ¿cómo pude hacerlo? —repetía mientras estaba afanada ordenándose el cabello. No había traído la cartera en la que tenía el maquillaje por lo que no le quedó otra que limpiarse los restos de lápiz labial y rimel que se habían corrido por los besos húmedos y las lágrimas.
Josh la miraba con los ojos vidriosos mientras recogía lentamente la camisa y se abrochaba el pantalón. Aún no podía recuperarse de la erección. Se quedó mirando cuando ella se vistió y luego cuando se arregló el pelo y el maquillaje. Era un sueño. Ella corrió hacia la puerta, pues comprendió la magnitud del daño que provocaría si la veían salir con Josh o salir de su habitación o que alguien entrara y lo viera aún sin camisa. Sería terrible. Pensarían lo peor de ella y el señor Nigel no volvería a confiar en ella.
El se adelantó y cerró la puerta quedando su brazo apoyado en la misma mientras se le acercaba sugerentemente.
—Josh, no puedo...debo irme. Déjame ir, por favor —le suplicaba en susurros, pues no quería que nadie que pasara por frente de la puerta la escuchara.
—Prométeme que vamos a hablar. Veámonos en otro lado —le dijo él apretándola. No quería dejarla ir, quería seguir absorbiendo el aroma de su piel.
—No podemos, Josh...no puedo —dijo ella con la mirada triste.
—Entonces volveremos aquí —le dijo él lamiéndole la oreja.
Ella se estremeció e intentó zafar de su brazo que la envolvía por la cintura. Aun podía sentir su erección sobre una de sus caderas.




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