El Pasado Nos Condena

Capítulo 28: A un recuerdo que no olvido

Salió a toda prisa de la habitación dirigiéndose a la habitación de Michael. El corazón le galopaba sin control, lo sentía latiendo en su garganta. Michael seguí durmiendo para su alivio, tomó el maquillaje para retocarse un poco. Las manos seguían temblando. Trataba de explicarse a sí misma lo que había pasado. De ella lo entendía pues había soñado en esto toda su vida. ¿Pero que onda con Josh? Le pareció haber escuchado que la amaba. Eso era imposible. Josh no amaba a nadie, menos a ella. "Solo quiere burlarse de mí", trató de convencerse. "Espero espantarlo con mi confesión de que no soy virgen"...tal vez eso lo aleje definitivamente porque estoy a un paso de entregarme sin remedio...

El señor NIgel se alegró mucho de ver nuevamente a su hijo. Lo notó extraño, estuvo toda la noche serio, lejano, cortés, se manejaba con mucha educación. Suspiró al mirarlo y sintió un dejo de orgullo. Parecía que, al fin, su hijo estaba madurando.
Se retiraron de la fiesta para ir a su luna de miel. Leah se despidió de sus hijos y de Michael con un tierno beso. Los iba a extrañar mucho. En todo el tiempo desde que nacieron jamás estuvo lejos de ellos ni siquiera un día. Fue muy duro para ella aceptar la propuesta de Carl. Por supuesto que quiso casarse con él desde el principio pero no había sopesado nunca la idea de un viaje por tantos días. No sabía si iba a poder soportarlo pero él era tan tierno con ella que creyó que el amor le haría superar el dolor por desprenderse de sus hijos.
Carl Nigel tenía muchas ganas de hablar con su hijo ahora que había regresado. Tenía curiosidad por saber lo que tenía guardado en su corazón. Le daría tiempo hasta que regresara de su viaje de luna de miel. Se acercó a darle un abrazo sincero, Lauren estaba un poco abotargada por el alcohol que había tomado durante la fiesta por lo que seguía igual. Ojalá ella madurara también, pensó suspirando mirando el bello rostro de su hija.
 

Los invitados poco a poco fueron saliendo por el gran portón de entrada. Maia se quedó organizando la limpieza y organización de la vajilla y mantelería. Le dolían terriblemente los pies pues no estaba acostumbrada a estar con tacones mucho tiempo. Se sentó en el borde de la piscina y puso a remojarlos. Se veían hinchados y deformes. Continuaba pensando en lo que había pasado con Josh. No podía creer que se comportara de esa manera. Ese muchacho la traía mal. "Tengo que salir de aquí", se dijo. Su corazón se mantuvo tranquilo mientras él estuvo lejos y ahora que regresó la asaltaban de nuevo los malos pensamientos que tenía con él. "Dios, su piel es exquisita", soñaba despierta con sus caricias.
—¿Te acompaño?—escuchó una voz conocida a su espalda.
Era el pesado de Rick. Puso los ojos en blancos de forma tal que él no la viera, dando la vuelta el rostro hacia un punto lejano.
—No, Rick. Ya me voy a dormir —hizo el ademán de levantarse.
—Te vas a quedar conmigo —dijo él arrastrando las palabras.
—Estás borracho, Rick. Vete a dormir —dijo ella secándose los pies. Quería huir de él. Siempre le causó mala espina. No lo soportaba cerca.
—Te dije que te quedarás a hacerme compañía, empleada. Por si no sabes, mi familia es el cliente exclusivo de Nigel Corp y tú solo eres una maldita empleada, no sé si me estoy explicando —le dijo tomándola del brazo y obligándola a sentarse en una de las tumbonas.
Ella estaba espantada. Miró para todos lados para pedir ayuda. Ya se habían ido todos. El teléfono estaba sin batería pues las largas horas de la jornada no le dieron tiempo de cargarlo.
—Quiero irme a dormir, Rick. Estoy cansada —suplicó a media voz. Sentía como empezaba a subir por su garganta una extraña sensación, como aquel día en el instituto. Él la miraba lascivamente. Primero a su busto, a su cuello, después al tajo de su largo vestido. Ella intentó taparse lo que pudo con las manos.
—Vamos a bañarnos —expresó como si recién se le hubiera ocurrido la idea.—Es una noche cálida, el agua debe estar deliciosa.

—No, Rick. No quiero, estoy muy cansada. Quiero ir a dormir —dijo pensando en la posibilidad de correr y sopesando las opciones que tenía. Si corría estaba en desventaja porque sus pies no le responderían por la hinchazón que tenían, además sabía que el alcohol envalentonaba a los individuos dándole a veces hasta superpoderes. La alcanzaría sin dudas y era mucho mas fuerte que ella. No podía creer que se encuentre de nuevo ante una situación similar. El terror la paralizó. No podía hablar ni moverse, sólo sollozaba.
—Siempre quise tenerte así, Maia. Eras tan...tan...Si me hubieras dado una oportunidad en el instituto, me hubieras saludado siquiera...tal vez...tal vez..—decía agitado por la excitación que tenía. —Pero el maldito de Josh parece que te quiere para él solo, ¿eh? Si a él le gustas, pues yo también quiero probar —dijo con lascivia.

Ella no podía entender a que se refería. Se sentía como lejana, como si solo su cuerpo estuviera aquí y ella volara y escuchara y viera todo desde las nubes.
Él la levantó con fuerza para ponerla de pie e intentó bajarle el cierre del vestido, que se trabó en sus manos temblorosas por lo que empezó a romper la tela allí donde podía rasgándola violentamente, lo que hizo que ella se pusiera peor. Ni siquiera lloraba ya. Mientras la sostenía con una mano para evitar que escapara, con la otra se desvistió hasta quedar en calzones. Ella pudo ver con el reflejo de la luna su cuerpo bien trabajado y la piel brillante pero no quería nada con él. Todavía tenía el sabor de los besos de Josh y no quería que otro los quitara. Logró quitarle el vestido, lastimándola en ciertas zonas por la fuerza que hacia para arrancar la tela, la tomó de la cintura y se lanzó con ella al agua.




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