El Pasado Nos Condena

Capítulo 35: Sigo buscando sombra en el desierto

Leah y Carl pasaron días maravillosos en las playas que habían elegido para su luna de miel. Leah encontró en el señor Nigel a un hombre atento, romántico y tan buen amante que por dos días no salieron de la habitación ni para que ingresara el personal de limpieza. Estaban disfrutando la presencia del otro con avidez acumulada de tantos años y dolores. Leah llamaba todos los días a sus hijos para saber como estaban.


Maia disimulaba lo más que podía, no quería empañar la felicidad de su madre contándole lo ocurrido con Rick. Menos atraer la atención sobre si misma hablándole de las confesiones de Josh. Se sentía un poco en las nubes cuando él la traía de regreso. Le contó que esa noche que llegó golpeado volvía del apartamento de Rick. Había bebido el whisky con sus socios y se sentía envalentonado para enfrentarlo por lo que había hecho. Le pidió que no regresara a casa y no se cruzara nunca en su camino a lo que Rick respondió con insultos y gritos haciéndole perder los estribos.
Terminaron en el piso a los golpes hasta que el personal del edificio los separó. Perdió las llaves del auto en la pelea por lo que le pidió a la chica con la que lo vi aquella noche que lo llevara. No quedó otra que prometerle que pasaría la noche con ella a cambio del favor. Cuando llegaron a casa y aparecí perdió fuerzas para hacer lo que tenía previsto y le pidió que se fuera.

Ella no podía creer que le diera explicaciones de sus acciones. Era dueño de hacer lo que quisiera con quien quisiera. Esta vez, algo diferente pasó entre ambos. Una atmósfera que no podía reconocer se había creado a raíz de la charla con Josh. Llegaron a casa y ella corrió a la habitación de Michael con el corazón desbocado. Algo extraño estaba sucediendo...y no entendía que era...

Josh

"Fui un cobarde otra vez, no pude decirle la verdad. Soy un asco de persona. Cuando ella puso esa mirada en mí no tuve valor. La vi tan emocionada mientras le contaba de mi pelea con Rick que no quise oscurecerla con algo tan macabro. Dios, cuanto quiero estar con ella, besarla, tenerla en mis brazos. La sigo deseando como el primer día que la vi pero ella parece no darse cuenta de lo que siento. Pensé que conversando con ella y escuchando lo que le dije entendería. Pero no fue así, solo se limitó a mirarme con sus bellos ojos grises y asentir ante todo lo que le decía. ¡¡Es frustrante!! y más aun lo es tenerla ahí, enfrente mío y no poder comerle los labios. ¡Maldición, estoy duro otra vez! Cada vez me cuesta más contenerme, tengo que hacerlo, debo controlarme o todo se irá al carajo de nuevo".


Salió de darse una ducha fría para que se le pasara la calentura que tenía en la piel cuando escuchó unos leves golpecitos en la puerta. Miró el reloj en la pared. ¡Era tardísimo! Algo debío ocurrir. Se apresuró a abrir...y allí estaba ella. Sus labios temblaban y parecía que le costaba respirar.
—¿Sucedió algo? ¿Estás bien? —le preguntó frunciendo el ceño.
Ella lo miró descaradamente de arriba abajo por primera vez y se tiñó de rojo. Tragó saliva, parecía que tenía la boca seca. Se quedó largos segundos parada sin hacer ni decir nada. Solo se escuchaba su respiración jadeante, lo que hizo que él se volviera a encender como una lumbre. La tomó de la cintura y la atrajo hacia él, cerrando la puerta velozmente. Apretaron sus labios insaciablemente, como si no hubiera un mañana. No pensaban, no decían nada, solo se entregaban a lo que sentían desde hace tanto tiempo. Cuando él apoyó su cuerpo en ella sintió su dureza sobresaltándose. Quiso zafarse pero él volvió a atraerla. No tenía intenciones de dejarla partir. Ya no. Nunca más.
—Y-yo...yo solo vine a preguntarte algo...—logró emitir entrecortadamente. Él no daba treguas besándole todo lo que podía.
—Pregunta después, Maia. Ahora estamos ocupados—expresó recorriéndole un muslo con sus manos. Le encantaban sus formas. Lo volvía loco su piel. Lo tenía sin vida ella toda.
La fue acorralando lentamente hasta el borde de la cama. Arremetía sus labios sin piedad. Luego se quedó mirándola con avidez, apoyando su frente en la de ella.
—Te deseo tanto, sueño contigo cada noche
—Eso les dices a todas, Josh.
—No, Maia. No he deseado a nadie como a tí. Pero voy a esperar a que estés lista, no quiero obligarte a nada. A pesar de estar muriendo por tenerte, tendré paciencia.
Vio como los ojos de ella se llenaban lentamente de lágrimas y se tapó la cara con ambas manos. La abrazó con ternura, a pesar de estar tan excitado sabía que debía darle tiempo. La hizo sentar en la cama y la abrazó con fuerzas. Ella logró zafarse del abrazo y lo miró directamente a la cara, tomando la iniciativa por primera vez. Le tomó el rostro con ambas manos y lo besó en los labios con ternura, tímidamente al principio pero haciendo desatar un huracán de emociones.
Él se levantó de la cama y la tironeó de los brazos hasta hacerla chocar en su amplio pecho. El roce con su piel desnuda la hizo estremecerse. La miraba con una pasión que jamás había visto en los ojos de ninguna persona. Se acomodó en sus pectorales y empezó a sollozar con fuerzas.
—L-lo siento, Josh. No puedo...nunca podré...— y salió corriendo por donde vino.




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