El Pasado Nos Condena

Capítulo 40: Seremos otros

Maia

Estaba agachada recogiendo unos archivos que se le habían caído cuando divisé un par de zapatos frente a mí. Levanté la mirada llegando al rostro que me atormentaba en mis sueños. Y ahí estaba de nuevo, esa mirada profunda que no dejaba revelar del todo lo que había en ella. Desde donde estaba pregunté:

—Se te ofrece algo? —Josh permaneció en silencio solo mirándome con atención. Era tal la fuerza de su mirada que me hizo agachar la mía y continuar con lo que estaba haciendo. La situación era incómoda realmente.

De repente alguien empezó a recoger las carpetas tiradas a su alrededor. ¡Era Josh!

—Jamás imaginé que el príncipe Nigel haría algo como esto. ¿No tienes miedo de lo que opinen tus súbditos si te ven en este instante? —dije intentando sonar con sorna.

—No hagas que me arrepienta de hacer mi buena acción del día —quiso parecer enojado pero no pudo evitar una mueca similar a una sonrisa.

Terminamos y miré horrorizada la hora.

—¡Es tardísimo! Debo llevar a Michael al parque. Hoy es su día de salida.

—Vamos, te llevaré a casa —por un instante dudé ante la propuesta. Sabía que el juego era peligroso, sabía que debía mantenerme alejada de Josh Nigel, no podía seguir engañándome. Él solo buscaba algo y siempre lo había conseguido. Si quería algo conmigo obviamente lucharía por tenerlo y desplegaría sus armas como siempre hizo con todas. "No te ilusiones, Maia", "Él solo sabe jugar", "vas a salir perdiendo,"...me iba repitiendo mentalmente mientras nos dirigíamos al estacionamiento a buscar el auto.

—Sube —prácticamente ordenó él abriendo la puerta del acompañante. Dí un respingo pues estaba sumida en sus pensamientos desconfiados.

—¿Y el chofer? —miré para todos lados buscando al señor que cada día me abría la puerta.

—Tiene el día libre. Tendrás el honor que seré yo quien conduzca —pongo los ojos en blancos resoplando para darle a entender mi molestia. Aún recuerdo el día que me acercó a casa y casi hace que deje el estómago allí.

No hay dudas que, aunque quiera negarlo, hay un ambiente enrarecido cuando Josh y yo compartimos el mismo espacio, nos ha pasado en otro par de ocasiones a las que yo llamo "peligrosas". Puede que sea solo mi imaginación o mis ganas locas de estar con él. Pero, ¿ qué estoy pensado? ¿Quiero estar con él??. "Por supuesto, Maia, siempre lo quisiste, desde tiempos inmemoriales", me dice la conciencia. No sé que color tendré en el rostro, lo cierto es que Josh me va mirando fijamente, me mira más que a la carretera, lo que me causa un poco de miedo. Lo único que espero es no haber hablado en voz alta. Me paso las manos por la cara.

—¿Todo bien? —me pregunta, como si hubiera estado pensando en lo que debía decir.

—Si, si, por supuesto. Estoy muy cansada, es eso. ¿Por qué preguntas? —estaba en la disyuntiva entre saber o no saber lo que iba a decir pero tenía que salir de dudas.

—Nada, es por la expresión que traes, es como si pensaras¿ "en verdad es necesario estar con este pedante"?

—No lo puedo creer. ¿Me estás leyendo el pensamiento? —trato de seguirle el juego, aunque nunca fui buena con el tema de los sarcasmos, es más, no soy buena en nada que se relacione con la parte social de mi vida.

—Nooo, ¿le acerté? —dice riendo.

—Casi, tibio, tibio —moví mis manos rápidamente. No pude evitar reírme de su ocurrencia.

Se quedó en silencio mirándome con mayor detenimiento que antes. Ahí estaba otra vez esa mirada inescrutable. ¿Qué significaba? ¿Burla? ¿decepción? ¿o tal vez algo que yo no quería reconocer? Era como si estuviera mirando mi interior con avidez, como queriendo absorber todo de mí. Sentí mi cara arrebolada y la desvié hacia la ventanilla para que no pudiera seguir leyendo lo que estaba pensando.

—¿Te digo algo? Casi no te he visto sonreír. Eras muy seria, siempre la remilgada señorita Low. Ni siquiera cuando estudiábamos te vi divertirte. Pero te queda bien la risa, adorna tu cara
No podía creer, ¿Josh Nigel me hizo un piropo? Esto si que era a lo máximo a lo que podía aspirar.

—Y tú siempre arrogante y con la cresta levantada —le dije un tanto molesta ya por sus descripciones acerca de mi persona.

Rió. Con una risa fresca y común como la de cualquier mortal. Me contagié e hice lo mismo.
Luego se puso serio. Suspiró y continuó concentrado un trecho en el camino.

—No me olvido de algo, señorita Low —me sobresalté un poco.

—¿De qué? —tenía un poco de curiosidad.

—Usted y yo tenemos una charla pendiente. La iniciamos si mal no recuerdo el día de la boda de nuestros padres. También recuerdo que mi "testigo" estaba sobre tu cadera cuando prometiste que nos reuniríamos.
Toda la paleta de colores se vino a mi rostro. Era el colmo de lo osado que era ese tipo. Abrí la boca para replicar pero no pude ni siquiera mirarlo. Quedé en silencio.
Al fin llegábamos a casa, no podría aguantar más sus osadías.
Antes que pudiera abrir la puerta se cruzó pasando su brazo y sosteniendo la puerta para que no pudiera abrirla.

—¿Y bien? Estoy esperando respuesta —tenía su rostro muy cerca del mío y la mitad de su cuerpo pasaba por encima mío. Traté de reponerme rápidamente para responderle.




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