El Pasado Nos Condena

Capítulo 42: Vamos a volvernos eternos

Josh

— Vámonos de aquí —me arriesgué a decirle en el oído y ella afortunadamente, aceptó. No podía despegarme de ella, parecía una ventosa en su boca, no la quería dejar ir, no podía dejarla aunque quisiera. Subimos al auto, la senté encima mío sin poder controlarme aunque realmente lo intenté. No quería que fuera algo violento, quería darle la impresión de que podía ser dulce y agradable, pero el deseo que tenía por ella tanto tiempo contenido explotó sin que pudiera evitarlo. Ataqué por todos lados, por sus muslos redondeados con una mano y con la otra la atraía hacia mi boca reforzando los besos y me aseguraba de tenerla pegada a mí, con mi boca recorrí su cuello y hombros hasta el nacimiento de sus pechos y por abajo, bueno...ahí estaba mi amigo saltarín haciendo lo suyo. Ya era imposible disimularlo, más aun con el roce de su ropa interior que lo despertaba más y más. "Maldición, no sabes todo lo que me haces sentir", le mascullé en el oído. Luego tuve un atisbo de luz.
—Espera, espera, Maia —me aparté para que respirara pudiendo apenas llevar el control de la tormenta que tenía. Recién abrió los ojos y me miró con una entrega que no podría describir.
—Aquí no, Maia. ¿Quieres acompañarme a un lugar? —hubiera sido más fácil tomarla allí mismo pero quería que fuera especial para ella, para mi, para ambos. Temí que el momento hubiera pasado pero me arriesgué. Ella era lo más importante en ese momento.
Asintió con pudor. La tomé de las caderas para levantarla y colocarla en el asiento del acompañante. Sentí un frío en las zonas donde antes había estado. Tenía el pantalón mojado y se sintió apenada, tapándose la cara. Es tan tierna, pensé para mí. Solo le sonreí para intentar darle confianza aunque no podía reaccionar por el fuego que aún me consumía. La llevé a mi lugar secreto en el mundo. Tenía una habitación mía exclusiva en el hotel Ristome, iba allí cuando me sentía atosigado por las cargas laborales y muchas veces familiares. Me desaparecía por largos periodos de casa y mi padre ni se enteraba. Escapaba en busca de mi espacio personal. Mis visitas allí habían disminuido desde que Maia y su familia fueron a vivir en casa, trataba de pasar el mayor tiempo allí para verla.

Ella me dio un suéter liviano para que me tapara allí donde estaba mojado, siempre práctica en cualquier ocasión. Yo sonreía estúpidamente porque todo lo que hacía me encendía más. No sabía siquiera si llegaría a tocarla antes de explotar era tal la calentura que arrastraba. Al entrar me entregaron las llaves y subimos en el ascensor cada uno apoyado en una pared distinta comiéndonos con la mirada. Llegamos y le indiqué que entrara. Ella recorría lentamente mirando la decoración, los adornos, estaba incómoda porque no sabía lo que seguiría.

Maia
No podía estar más nerviosa. Las manos me temblaban cuando entramos a la habitación y para tener que hacer me dirigí a un mueble que tenía algunas fotografías. Eran de Josh de niño, en otra con Lauren y otra con su padre. Me pareció tierno, no conocía esta cara de Josh. Ya había dicho yo que tenía muchas caras. No pude preguntar nada, fui tomada por la espalda, sentí su aliento en mi cuello, sus brazos me envolvieron y me dio vuelta de un solo tirón. No sé por que pero esto me encendió tanto que empecé a chorrear otra vez vergonzosamente. Me levantó la barbilla para que lo mirara, sus ojos parecían centellear, mi cuerpo quería fundirse del calor que tenía. Me besó con tanta pasión que no sabía si iba a poder seguir su ritmo endiablado mientras me iba empujando con su cuerpo hasta acercarnos a una enorme cama con mantas blanquísimas. Se detuvo y pensé que pasaría como en el auto. Buscaba mis ojos pero no podía sostenerle la mirada. Bajó el cierre de mi vestido lentamente mientras saboreaba la piel de mi cuello, no sabía que hacer con mis manos, a pesar de que lo anhelaban tanto no me atrevía siquiera a tocarlo. Sentí su olor y perdí la conciencia de lo que hacía, toqué a lo largo las leves cicatrices que tenía, algunas le llegaban al abdomen, él se estremecía mientras me tomé el tiempo de pasar una a una. Ya se había quitado la camisa y estaba expectante. Se alejó un poco para recorrerme de arriba a abajo con sus ojos negros y no pude más que temblar y seguir mojándome como una tonta. Me desprendió el sostén y volvió a mirar, yo cerré fuerte los ojos mientras mis mejillas ardían. "Eres hermosa", me susurró al oído, estaba muy callado, aparentemente no podía ni hablar por el deseo, lo noté en sus manos temblorosas, en sus gemidos que quería controlar y no podía. Hizo que me acostara en la cama y me admiró desde lo alto mientras yo hacía lo mismo. Sus anchos hombros brillaban por el leve sudor que lo recubría y ese abdomen mandado a hacer parecía que me hacía arder más en la entrepierna. Bajé mi vista y ahí lo vi, majestuoso, alzado aunque aún estaba contenido en sus pantalones. Él se colocó sobre mí y me recorrió con sus labios de arriba hacia abajo pasando por el medio de ambos pechos, volvió a mis labios y se decidió a bajar hasta uno de ellos, saboreándolo, tironeando, mordiendo apenas. Empecé a temblar y a remover las sábanas, traté de alejarlo jalando sus cabellos pero no me hizo caso sino que siguió su lengua danzando primero con uno y después con el otro. Ya corrían ríos por abajo, no quería pensar como estaban las sábanas. volvió a mirarme y bajó sus manos hasta mi ropa interior, la cual bajó rápidamente sin darme tiempo siquiera a cubrirme, aparentemente se dio cuenta de lo que yo intentaba hacer. Se rió cantarinamente dándome confianza. "¿Por qué quieres cubrirte? Yo quiero mirarte", me dijo tan cerca que casi no lo escucho. Bajó su mano pero yo adiviné adonde iba y se la tomé fuertemente. El volvió a detenerse y me miró escudriñando algo, parecía que quería leer mi alma. 

—¿Quieres que me detenga? —preguntó serio.
—¿Quieres detenerte? —le pregunté inocentemente. Tal vez después de tanto rodeo se arrepintió o el momento pasó, yo no sabía nada de estas cosas.
—Por supuesto que no, mira como me tienes —y con su mano llevó la mía hasta su masculinidad que estaba erigida cual bandera en lo alto —pero no voy a obligarte si no quieres.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.