Terminaron agotados y tratando de recuperar el aliento que cada uno le quitó al otro. Maia se mantuvo inmóvil de espaldas mirando el techo. No sabía que seguía, era un momento incómodo. ¿Así de fácil era para los que estaban acostumbrados a este mundo? ¿Hacerlo, levantarse e irse? Con razón para ellos era tan fácil cambiar tan seguido. Josh aun estaba en silencio recostado a su lado. Se dio vuelta sobre un costado y su mirada intensa la hizo voltear. Sus ojos tenían un brillo especial. Acercó su mano a las mejillas aun ardientes de Maia y tomó un mechón rebelde de su lujuriosa cabellera mientras en su mente se sucedían todas las imágenes que tenía de ella desde que la conoció, estaba perdido en ella. Era increíble que aún estando con ella seguía pensando en ella. No tenía palabras para expresar todo lo que sucedía en su corazón y en su mente. Maia tomó la iniciativa de romper el momento. Se levantó apresuradamente y corrió al baño envuelta en una de las sábanas. No sabía que hacer, no sabía que decir. En el baño se tomó la cabeza golpeándosela con ambos puños gritando para sí misma "estúpida, sucumbiste como todas". Se miró al gran espejo y vio su rostro, tenía la pintura corrida en los ojos y sus labios estaban hinchados, tenía marcas en el cuerpo de los chupones de su boca y el cabello enredado. Cerró fuertemente los ojos recordando como llegó a estar tan revuelto, tuvo pantallazos de su mano tironeando, enredando sus dedos, cambiándola de posición.
"¡Basta!", se dijo a sí misma porque ya empezaba a sentirse ardida de nuevo. Pero sin dudas sus ojos tenían un brillo nuevo, al fin pudo vivir lo que solo estaba en sus sueños. Debía estar agradecida. "Si esto es todo, me quedaré con los recuerdos", se animaba mientras se higienizaba los restos de la noche. No le quedaba otra que enfrentar la realidad, que estaba justo detrás de esa puerta cerrada. Tragó saliva y se preparó mentalmente para afrontar lo que venía. Abrió suavemente y salió a la habitación...
—¿Todo bien? —allí estaba la mirada que la atormentaba por los noches mientras la recorría descaradamente. Aún seguía envuelta en la sabana.
—S-si, por supuesto. Ya debo irme. Puedo tomar un taxi —recogía la ropa desparramada en la lujosa alfombra. Justo antes de levantarse, vio unos pies a los que le seguían unas piernas desnudas. El resto del cuerpo también lo estaba.
— ¡Josh! ¡tápate! —le gritó tirándole un zapato. Éste respondió con una carcajada.
—¿Por qué estás tan apurada? aun es temprano. Vamos a la cama — le ofrecía su mano mientras la miraba divertido.
—No, Josh, de verdad, tengo que irme.
—Pero si aún no hemos hablado. Quedamos en que nos reuniríamos para hablar.
—Y mira en lo que terminamos —murmuró por lo bajo rogando que él no la hubiera escuchado.
—¿Pero fue mejor que hablar, no? —ahí estaba esa mueca burlesca que lo había caracterizado siempre mientras alzaba las cejas.
—Deja de burlarte, Josh. Y deja que me vaya —había sido atrapada un segundo antes por unos poderosos brazos llenos de músculos. Y no solo eso estaba duro en ese momento.
—No te dejaré ir tan fácilmente. ¿Crees que voy a desligarme tan fácilmente de tí después de todo lo que me costaste? No, señorita Low. Está usted muy equivocada —ya sus labios bajaban peligrosamente por aquellos lugares jamás explorados antes.
El ring tone de llamadas los interrumpió. Era el celular de Maia.
—No atiendas —decía él mientras la llenaba de pequeños mordiscos en sus hombros. Seguía teniéndola atrapada entre sus brazos.
—Debo hacerlo, puede ser importante —logró zafarse. Era su madre. ¿Todo bien? —allí estaba la mirada que la atormentaba por los noches mientras la recorría descaradamente. Aún seguía envuelta en la sábana.
Editado: 14.03.2022