Josh
Extraño mucho a Maia. Estos días que no fue a la oficina y se la ha pasado encerrada con el niño no tuve oportunidad de hablar con ella. Llegué a la oficina y cual fue mi sorpresa encontrarla afanada acomodando su escritorio. Ni siquiera levantó la vista para saludarme.
—Buenos días, señorita Low —dije sonoramente mientras la miraba a la cara buscando desesperadamente sus hermosos ojos que desviaba deliberadamente para no encontrarse con los míos.
—Buenos días, señor Nigel —aún no me miraba a la cara —Tiene a alguien esperando en su oficina —se limitó a decir y me pareció un tanto extraño su tono, como triste. Arrugué el ceño pues no tenía idea de quien fuera. No tenía cita para esta hora. Abrí la puerta de mi oficina.
—¿ Qué diablos haces aquí? —prácticamente grité.
Era una de las últimas zorritas con las que me había encamado.
—Buenos días, mi amor —yo miraba con los ojos salidos para todos lados. ¿Qué demonios quería? Nunca le dí la confianza para hacer esto. Es más, trataba de hacer memoria para recordar cuando fue la última vez que estuve con ella.
—Escupe ya lo que viniste a decirme y vete...no me acuerdo ni siquiera tu nombre —fruncí el entrecejo para hacerle notar mi indiferencia.
—Layla —dijo sin dejar de sonreír estúpidamente, por lo visto se había propuesto hacer el papel de tonta con todas las letras.
—¿Qué mierda quieres? —podía sentir como crecía mi malhumor a cada instante que pasaba.
—Amorcito, creo que se te quitará esa cara de burla cuando sepas para que estoy aquí —revolvía su cartera buscando algo.
—Déjate de rodeos —no quería de ninguna manera que Maia, quien estaba detrás de la puerta de mi oficina, entendiera algo que no era. Bajé el tono de voz para que no escuchara la charla. Debía deshacerme ya de esta sanguijuela
—Felicidades, Josh Nigel. Vas a ser padre —dijo tranquilamente poniendo en la mesa una ecografía y unos estudios.
Me quedé abriendo la boca. Luego me vinieron ganas de reírme.
—A otro perro con ese hueso, Layla. ¿Por qué no buscas al verdadero padre del niño y dejas de molestar?¿qué quieres? ¿Dinero? Puedo darte un cheque si quieres para que me dejes en paz y no vuelvas.
—Por supuesto que lo quiero...pero también quiero que mi hijo sea tu heredero —no se borraba la maldita sonrisa de su rostro.
—¿Cuánto? — escupí, sentía que perdía los estribos en cualquier momento. Estaba más que seguro que esta mujer mentía. Los encuentros furtivos con estas zorras ocasionales los tenía muy claros, siempre usaba protección.
—Te haré saber. Mientras, te dejo esto aquí. Pronto vas a tener noticias mías, amorcito —dijo dejando un sobre con ecografías y otros estudios sobre mi escritorio y así, sin más y contoneando las caderas salió cerrando la puerta y dejando su maloliente perfume impregnando todo.
Lo único que me faltaba en estos momentos. Dí un golpe con el puño en el escritorio, ahogando un grito. No podía estar pasándome esto. Sin darme cuenta que estaba sumido en mis cavilaciones, Maia entró tímidamente.
—Señor Nigel. le traigo la agenda con las actividades del resto del día —involuntariamente sus ojos se dirigieron a la ecografía que había quedado sobre el escritorio y quedó muda. No supe que hacer ni que decir, estaba tan furioso que mi mente estaba embotada.
—Maia, llama por favor al abogado y quiero que saques una cita para consultar con un ginecólogo y obstetra —ella tragó saliva y anotaba sin mirarme a la cara. No creí que era el momento para hablar de lo que pasó con esa mujer hasta no tener un plan de acción. La miré y vi sus apetitosos labios queriendo besarlos pero algo en su actitud me impedía hacerlo. Estaba un tanto retraída, su mirada era gacha, como si tuviera vergüenza de mí.
—Si, como no, jefe —me pareció oír cierto sarcasmo en su tono. Con que era bastante descarada, ¿no?.
—Me has estado evitando —al fin pude decir sin tanta vuelta mientras seguía buscando sus ojos para perderme en ellos. Ella jugueteaba con la lapicera que tenía en la mano.
—He estado ocupada, señor. Usted sabe...
—Pero hoy no me miras a la cara. ¿Por qué? —seguí buscando el brillo de sus ojos, comencé a acercarme lentamente, necesitaba volver a olerla.
—Estoy cansada, he pasado casi sin poder dormir estas noches. Perdón —sabía que estaba mintiendo, ella era muy transparente. Cuando se dió cuenta de que mis intenciones eran acercarme a ella comenzó a retroceder a igual ritmo que mi avance.
—¿Qué pasa, Maia? ¿Acaso has olvidado todo lo que vivimos? —tomé un mechón de sus cabellos enredándolo en mis dedos y lo llevé a mi nariz, quería aspirarlo.
Levantó la vista, había como un dejo de súplica mezclado con tristeza. Se quedó callada.
—Sería una lástima que lo hayas olvidado porque yo tengo grabado para siempre todo lo que me hiciste sentir. Eres tan hermosa —acerqué mis labios a sus oídos dejando una mínima distancia. Sentí que se estremeció.
—P-por favor, Josh. Estamos en el trabajo —logró decir con un hilo de voz.
—Esta es mi oficina y aquí soy el jefe.
Estaba acercándome a sus labios cuando alguien golpeó la puerta. Me alejé con un movimiento rápido y ella hizo lo mismo.
—¡Adelante! —grité mientras observaba a Maia con la cabeza gacha tratando de evitar el rubor de sus mejillas. Era la secretaria de mi padre para avisarme que me presentara en su oficina.
—La próxima no te salvas — logré murmurar mientras pasaba a su lado. Se me hizo que ella dibujó una pequeña sonrisa en sus labios mientras me alejaba.
Editado: 14.03.2022