El Pasado Nos Condena

Capítulo 48: Volveré a pintar de colores el cielo

Josh

Nuevamente llegamos a mi cuarto de hotel, encendí las luces y preparé un par de copas con un vino hasta que llegara la comida. Encendí el televisor y nos sentamos en el sofá. Ella suspiraba de a ratos, yo entendía que me quería preguntar o decir algo.

—Maia, larga el rollo ya —le dije en un momento sin mirarla. De reojo pude ver que se sorprendió.

—¿Cómo sabes que quiero preguntarte algo? —yo solo reí y me llevé otro sorbo de vino a la boca.

—Cuando haces esa muequita hacia un costado es porque tienes una duda —le toqué con un dedo esa zona. Ella se estremeció. Me acerqué más.

—No sabía que eras tan detallista. ¿Quién diría que Josh Nigel puede ver más allá de su trasero cuando se lo limpia? —en el acto se tapó la boca y yo no pude evitar reírme. Al ver que no me enojaba por lo que decía se soltó y empezó a reírse también. Me encantaba escuchar su risa, era música para mis oídos. Quería que esta mujer me conociera y me aceptara como yo era con toda la mierda que tenía encima. El timbre del teléfono del cuarto nos sobresaltó un poco. Al fin llegaba la pizza que habíamos pedido. Servimos y comimos animadamente.

—Bueno, lárgalo ya —le dije al escucharla suspirar

—Es que..me da vergüenza —se sonrojó.

—Puedes preguntarme lo que sea. Te prometo que no me enojo y no te reclamaré. Lo que hablemos aquí no sale de aquí —le hice una señal de juramento. Ella volvió a reír por mi ocurrencia. En ese momento se me ocurrió algo mejor.

—Pensándolo mejor, para que sea parejo, hacemos cada uno una pregunta. Si no queremos contestar pagamos prenda.

—¿Y cuál sería esa prenda? —vi el interés en sus ojos.

—Pues, una prenda —me reí de mi propio chiste. Ella quedó pensando.

—Está bien —quería saltar en una pata.

—Empieza tú, eres la más apurada por preguntar —le dije y volvió a sonrojarse.

—Está bien...aquí va. Cuando estuvimos en la oficina a la hora del almuerzo el otro día me dijiste que me conocías más de lo que yo creía y desde más tiempo del que yo tenía conocimiento, ¿a que te referías? —ufff, me dejó descolocado, es realmente inteligente y era lo que más admiraba de ella. Hice un ademán de quitarme la camisa y ella me miró con los ojos desorbitados. Luego entendió que era una broma.

—Prefiero sacarme toda la ropa y ya. Perdí. No, mentira, quiero responder a esa pregunta, pero deja que me organice aquí arriba para poder hacerlo lo mejor posible —dije señalando mi cabeza. Ella estaba expectante.

—Maia, yo te conozco desde antes incluso que iniciáramos las clases durante el primer año del instituto —pude ver como abría la boca pero no dijo nada —mi padre me obligó a estudiar algo así que, sin saber que hacer con mi desbocada vida, estaba en los paneles mirando las carreras y la duración de cada una esperando tener algo de luz y tú llegaste, te paraste y decidida, te dirigiste al área de admisiones. Yo quedé embobado y lo único que pude hacer fue seguirte. Me quedé parado a una distancia prudencial tratando de escuchar lo que hablabas con la secretaria del área. Escuché la carrera en la que te inscribías y también ahí me enteré lo de la beca —llevó sus manos a la boca sin poder emitir sonido.

—Me paré detrás tuyo en la fila y elegí lo mismo que tú y fue así que fuimos compañeros. Sin eso nunca nos habríamos cruzado —continué. Los efectos de esa confesión estaban haciendo estragos en su cabecita.

—Ahora me toca a mí. ¿Qué pensabas de mí cuando estudiábamos? —tiré la pregunta.

—Igual que ahora, que eras un gallo encrespado —dijo sin pelos en la lengua. Lanzó una pequeña risita.

—¿Ah, si? ¿Y por qué creías eso?

—Porque andabas pavoneandote todo el tiempo rodeado de chicas, haciendo alardes de tus conquistas, eras el rey de las fiestas según escuchaba en las charlas. Yo era invisible para todos pero tenía oídos y ojos...—sin dudas la estaba pasando muy bien burlándose de mí.

—O sea que vivías pendiente de mí y de todo lo que hacía —dije divertido y ella enseguida se sonrojó.

—Ya hiciste dos preguntas. Me toca —ella quería desviar el tema de conversación.

-Bien, larga. Aqui espero...

—Si dices que me viste el primer día y te inscribiste por mí, ¿por qué nunca intentaste acercarte a mí? —sus ojos me miraban fijamente y sabía que ella necesitaba escuchar lo que yo tenía para decirle.

—Por cobarde, por estúpido, llámalo como quieras. No creas que no me arrepiento cada día —esta confesión me hizo bajar la mirada a mí, era más difícil de lo que creía. Enseguida sentí sus manos tomar mi rostro y plantarme el mejor beso de mi vida. Quedé sin poder reaccionar pero era imposible contenerme con ella. Me tenía loquito.

Daira
No puedo creer que el amor de mi vida esté diciéndome todo esto. Es lo más tierno que me pasó. No imaginé que un hombre como él estaría pendiente de mí, algo se movió dentro mío al escucharlo hablar y por primera vez en mi vida me dejé llevar. Por primera vez tuve deseos de complacerlo y de demostrarle lo que yo sentía por él. Si él no tomaba la iniciativa lo haría yo, otra vez sin importar lo que digan o lo que piensen. Era mi momento de ser feliz y lo aprovecharía. Me lancé encima y lo besé, él pareció sorprenderse pero enseguida llevó sus manos a mi cintura y me subió a horcajadas para pasar sus manos por mi cuerpo. Esta vez no puse barreras, la primera vez me limité por culpa de mis dudas e inseguridades, por no saber que esperar.. Esta vez sería diferente y es como si hubiera leído mi mente. Me tocó, estrujó y lamió en lugares donde jamás pensé que podría llegar. Quería ser yo la que diera esta vez y hacerlo sentir hombre. Tomé fuerzas de no sé donde y me puse encima de él cabalgando, meciendo y moviendo mi cuerpo para darle placer, sin saber como hacerlo pero dejándome llevar por mis instintos. Y ahí estaba él, debajo mío, mirándome con esos ojos y su mirada indescriptible y oscura, mordiéndose los labios y murmurando cosas que a ratos no podía entender. Alcancé el mejor orgasmo que tuve de nuestros encuentros y enseguida cambiamos. "Es mi turno", me dijo sin dejar de mirarme y me lanzó en otra carrera loca en la que gastamos el resto de energía que nos quedaba hasta alcanzar el máximo placer que yo hubiera experimentado en mi vida.
Y esta vez fue diferente nuestro después. Quedamos abrazados y él me abrazó y me sostuvo en sus brazos acariciando tiernamente mi rostro, mi cabello, mis brazos. Dormitamos, nos despertamos, nos volvimos a amar y cuando volvimos a despertar era casi de día. 




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