Maia
La verdad duele. Tengo el corazón desgarrado, me quedó un hueco allí donde se rompió. Camino llorando por las calles, por partes se me nubla la vista y debo limpiarme las lágrimas cada tanto antes de cruzar por las sendas peatonales. El teléfono suena insistentemente y sé quien es. No debo sucumbir de nuevo a sus jugarretas, ya tuve suficiente de sus estupideces. No debo arrepentirme porque gracias a eso tengo lo más preciado en este mundo que es mi hijo Michael pero yo no pedí esto. Me rompió de todas las maneras en las que se puede romper a alguien.
Llego a un parque y me acomodo en un asiento vacío. Debo calmarme y pensar claramente en lo que haré de aquí en más. Ya tengo que independizarme de mi madre y el resto de la familia, pero no sé donde voy a conseguir un puesto tan bueno y bien pagado como el que tengo en el que al fin pude ahorrar para largarme con mi hijo. El celular suena nuevamente, miro y esta vez es el señor Nigel. Atiendo.
—Hija, Maia, necesito que hablemos —solo sollozos salen de mi boca. Por más que intento no puedo mantener la calma. Él sigue hablando a pesar de ello.
—Maia, escúchame. Dime donde estás e iré a buscarte. Iré solo, no te preocupes y ahí hablaremos. Si no puedes hablar envíame la ubicación y te encontraré.
Hago lo que me propone y me quedo esperando. Necesito hablar con alguien, mi madre me conoce y sabe que solo lloraré sin poder decir nada. Y ella hará lo mismo, así que sería lo mismo que nada.
Pasada media hora más o menos llega el auto del señor Nigel , se baja de la parte trasera y se sienta a mi lado. Miro a todos lados para ver que Josh no haya venido.
—Puedes estar tranquila. Le rogué que no viniera. Me costó convencerlo pero creo que logré convencerlo. Ya habrá tiempo de hacerlo cuando las aguas estén más calmadas.
—No habrá ocasión de hacerlo, no se preocupe. No quiero hablar con él nunca más. Ni tampoco verlo. Me iré por esta noche a un hotel y mañana le pediré a mi madre que me traiga un poco de cosas hasta ir buscando donde vivir con Michael.
—No es necesario que te vayas, Maia. Ambos son adultos, estoy seguro que podrán manejarlo...
—No, señor Nigel. No hay vuelta atrás. No volveré y lo siento mucho, pero debo dejar también la empresa —mi llanto vuelve a nacer, es lo que más me duele de todo esto.
—No, no, no, por favor, Maia. No dejes el trabajo. Estoy seguro que podemos llegar a un acuerdo con Josh y contigo. No te precipites. Tómate unos días, los que necesites y entonces decidiremos, ¿esta bien? —apoya su mano en mi brazo para darme unas palmadas cariñosas.
—Enviaré el auto con tus cosas adonde me digas. Tu madre está devastada, no pudo ni siquiera tomar el teléfono. Estoy seguro de que lo hará en algún momento —solo asentí apenada.
—Lo siento, lo siento tanto, señor Nigel. Usted no merecía pasar por todo esto, yo le mentí desde un principio. Si tan solo...si tan solo ...—no puedo hablar más..
—Tú tenías tus razones para hacerlo y las entiendo, tal vez esto se hubiera sabido antes y el impacto tal vez sería peor. Él también tenía sus razones. Esto es difícil para ambos.
—¿Usted lo sabía? —pregunté finalmente mirándolo a la cara.
—Lo supe el día en que Josh se fue el día en el que anunciamos nuestro casamiento, ¿lo recuerdas? —asentí pues como iba a olvidar ese día. Fue la primera vez que Josh me besó, me estremecí de solo pensarlo.
—Mi hijo estaba desesperado y atravesado por un dolor que yo no entendía. Ahí me confesó que siempre te había amado pero que no era digno de luchar por tu amor. Él sabía de los errores que había cometido y se lo veía profundamente arrepentido. Es por eso que accedí a que se fuera para que pensara bien las cosas. Solo a él le correspondía hablar con la verdad. Espero no me condenes por esto, hija —había mucha tristeza en sus ojos. Negué con la cabeza. El no tenía la culpa de nada y ante todo, era su hijo de quien hablábamos y era obvio que debía estar con él a pesar de todo.
Suspiré pensando en lo bueno que fue, pero tal vez lo malo era mayor y no podía ver esas pequeñas cosas que me habían hecho feliz. Tenía que pensar mucho, solo el tiempo diría lo que ocurriría con ese pasado que pesaba mucho y que me condenaba a una vida de infelicidad.
Josh
Dios, quiero morir. El momento que tanto temí llegó y pasó tal cual imaginé que pasaría. Ella no va a perdonarme nunca y mi castigo será vivir con este pesar por siempre en mi corazón. Manejo como un loco por las calles buscándola. ¿Adónde se metió? Maldición, debo encontrarla y llevarla a casa. Si después no quiere verme lo entenderé pero no puede desaparecer así como así. Estaba muy mal, pude ver el dolor en sus ojos al saber la verdad. Golpeo el volante del auto mientras mis ojos recorren las calles. La llamo y es obvio que no va a responder. No me queda otra que acudir a mi padre, es al único al que ella escuchará.
Luego llego a casa y subo los escalones de a dos. Debo ver al niño. Ella también me mintió, ninguna de las veces en las que estuvimos me dijo que Michael era su hijo. Otra hubiera sido la historia, otro el destino. Y aquí estoy, observando al tierno niño dormir en su cuna como si no supiera las tormentas que se avecinan alrededor. Su rostro está plácido y su respiración apenas perceptible. Acaricio su mejilla regordeta y la piel se siente tan suave. "Hola, Michael", le digo en un susurro para que no despierte. Ya estoy seco, de mí no sale una lágrima. Las gasté todas en estos años en los que la culpa me carcomía por dentro. En las noches solitarias en las que recordaba lejanamente lo que hice mares habían salido de mis ojos sin poder contener y la maldición de guardarme el secreto solo para mí me hacía peor. No lo compartí con nadie hasta que empecé las terapias y costó, diablos, como costó abrirme y contarle a la doctora sin sentirme juzgado y condenado.
Editado: 14.03.2022