El Pasado Nos Condena

Capítulo 52: Si lo que quieres es huir

Flashback

Josh se levantó al día siguiente con la cabeza pesada. El día anterior había sido infernal, desde que su padre lo sacó de la cama para que enfrentara el escándalo con Layla y su supuesta paternidad y luego esperar el resultado del test de embarazo de Maia que lo dejó sin energías porque estuvo conteniéndose con todas sus fuerzas. Cuando fueron interrumpidos por el abogado para dar las nuevas en el caso del escándalo quedó algo pendiente. Estuvo en pausa mientras intentaba despejar su mente sentado en la cama, había algo que lo inquietaba en aquella charla que tuvo al último con Maia. Decidió darse una ducha fría para terminar de desperezarse. Quizá comiendo algo volvieran sus fuerzas.
Mientras el agua corría por su abotargado cuerpo le vino la frase que dijo Maia: " Es tan diferente a como fue con Michael"...¿A qué se refería? Qué tenía que ver Michael con todo el asunto del embarazo? Sabía que había algo, quizá su subconsciente no quería asumirlo o su cerebro se negaba a procesar la información, pero de que algo había allí que lo dejó inquieto no había dudas.
Terminó de ducharse y se cambió. Una nueva jornada de trabajo lo esperaba. Iría con Maia a la oficina y aprovecharía el tiempo para hablar sobre el tema, ya era tarde para detenerse a tomar un café en algún lugar tranquilo y pedirle que le aclarara el tema. Bajó al comedor esperando ver a todos reunidos para el desayuno pero no fue así. Sólo el silencioso Chris y Michael estaban allí mientras Leah se atareaba en el servicio.

—Buenos días —saludó a todos mientras Leah le ofrecía de desayunar.

—No, gracias, Leah. Sólo un café. Ya es tarde. ¿Dónde están mi padre y Maia?

—Se fueron juntos a la oficina. No quisieron molestarte, tu padre dijo que te tomaras el día. Sabemos que ayer fue agotador para tí.

—Gracias, Leah. Tengo muchos pendientes, no puedo darme el lujo de faltar al trabajo. Los alcanzaré allá —estaba pensativo.

—Leah, quiero hacerte una pregunta y discúlpame por hacerla, sé que no es de mi incumbencia pero me sacaría de una gran duda: ¿ quién es el padre de Michael?
Leah se quedó paralizada sin saber que responder. Tomó aire a bocanadas mientras procesaba lo que se le había preguntado. Josh pudo ver su incomodidad.

—Es un tipo desalmado, uno al que no le importó el sufrimiento de la mujer que llevaba en su vientre al niño ni de él y al cual jamás le importó saber que tenía un hijo.

—Lo siento. Disculpa si te incomodé.

—Está bien, no hay problema pero no entiendo por que preguntas sobre Michael —en esos momentos siguió la dirección de la vista de Josh. Éste miraba fijamente al niño como si fuera la primera vez que lo veía. Su semblante cambió abruptamente, palideciendo a ojos vistas. Su boca empezó a abrirse lentamente hasta quedar inmovilizado sin expresar palabra. Leah pensó que tal vez le estuviera dando un ataque.

—Josh, Josh...¿estás bien? —le dijo apretando uno de sus brazos para que reaccionara. Éste volteó la cabeza lentamente mirándola sin expresión en sus ojos. "Con Michael fue diferente"...retumbaba en su cabeza las palabras que lentamente se hacían lugar hacia donde querían llegar. Balbuceó algo inteligible y salió disparado al despacho de su padre.

Una vez allí abrió un par de cajones revolviendo cosas, buscaba un álbum. Uno que estaba seguro había visto la etiqueta: "Josh bebé". Su cabeza armaba y desarmaba un gigantesco rompecabezas con las piezas más complicadas que hubiera, como cuando su padre le exigía que los armara para que desarrollara ciertas habilidades mentales.
Encontró el álbum y recorrió sus hojas una a una. Miraba sin ver primero porque los nervios le jugaban una mala pasada. Luego respiró profundo para relajarse y empezó de nuevo, estaba seguro que iba a encontrar allí lo que buscaba. Hasta que lo vio. Su mundo se derrumbó.
 

Josh


Llegué a la oficina hecho una hilacha de ser humano. Arrastraba los pies como si una pesada carga estuviera sobre mí. Apenas escuchaba a los asistentes y secretarias quienes me iban poniendo al día de los asuntos más urgentes y que yo seleccionaba aquellos según la importancia. "Por supuesto que tenía que haber consecuencias. Nada es gratis en esta vida", me repetía amargamente. Mis ojos pesaban más de lo habitual, tardé mucho en llegar a mi oficina. Maia no estaba en su escritorio, seguramente estaba atendiendo algunos pendientes con mi padre o en otra oficina. No era raro que estuviera ausente, era multifacética y podía resolver cualquier asunto que se presentara tanto o mejor que yo. Pedí a la secretaria de otra área que me trajera un café. Eso quizá me levantara el ánimo y pudiera enfrentar lo que venía. Que no estuviera Maia era un plus, necesitaba un rato más para armarme de valor. Un valor que no tuve antes y que ahora seguía oculto pero debía obligarlo a salir y hacer frente a lo que se avecinaba.
Otra vez el maldito destino sigue dilatando lo inevitable. Mi padre pidió a Maia que lo acompañara a resolver unas cuestiones urgentes a una sucursal de una ciudad vecina. Yo también me mantuve en reuniones con nuevos inversores y de tan mal que estábamos no podíamos hacer a nadie de lado, debíamos escuchar todas las propuestas y tomar decisiones. Traté de concentrarme como pude, eran años de sacrificios por parte de mi padre y no dejaría que todo se cayera por mis estúpidos errores de juventud.

Miré la hora en mi pulsera y estoy con el tiempo justo para reunirme con un socio, quien pidió específicamente que nos reuniéramos en un restaurante a unas cuadras de aquí. Tuve que ceder, como ya dije, no estaba en condiciones de refutar nada. Tomé mi saco y salí.




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