El Pasado Nos Condena

Capítulo 54: Yo he muerto todos los días

Josh


Saqué mi foto de cuando tenía la misma edad de Michael y la puse en la mesa, cual si fuera una ofrenda. Ella lo miró extrañada, arrugando el entrecejo.

—¿Quién es? —preguntó aun sin quitar la mirada de la fotografía.

—Soy yo, tendría aproximadamente unos dos años —ella no salía del estado de extrañeza.

—No entiendo...¿qué tiene que ver con lo que estamos hablando?

—Tiene mucho que ver. Cuando me diste a entender hace un par de días que Michael podía ser tu hijo, tardé en digerir la noticia, no porque tengas un hijo, Maia. Quiero que te quites de la cabeza que voy a juzgarte por eso. Para mí eres suficiente mujer y me completas de una manera que nadie ha podido hacerlo...
Ella larga unas lágrimas silenciosas. Se ve tan tierna. Por Dios, no quiero perderla. Quiero dilatar más aun el momento que se avecina.

—¿Entonces? No estoy entendiendo...

—Verás, cuando logré procesar esa información, fui como un loco a buscar una fotografía mía porque Michael siempre me pareció idéntico a alguien que conocía. Creí que podría ser mi hijo...—la miré tratando de escudriñar en sus bellos ojos.. Ella por acto reflejo, intentó alejarse de mí.

Sabía que no iba a poder hablar por la sorpresa. Se limitó a mirarme fijamente entreabriendo sus sensuales labios.

—No sé como decir esto, Maia. Me costó y me sigue costando confesar lo que sé —ahora ya hacía un esfuerzo sobrehumano para mirarla a la cara. Empecé a sentir una capa de sudor en la espalda. Tragué saliva haciendo ruido al pasarla por mi garganta atormentada.

—Yo-yo ví lo que te pasó en el instituto...estuve allí...—apenas podía escuchar mi propia voz.

—¿Cómo? ¿ qué quieres decir? —pestañeaba a gran velocidad, como si quisiera alejar la verdad.

Fin del flashback

—Mira, voy a tratar de ordenar las ideas para poder explicarme —cerré los ojos fuertemente y largué un par de exhalaciones para relajarme. El cuello me dolía horrores de la tensión que se estaba formando.

—Ese día estaba con Louis y Rick en el comedor del instituto. Fui a buscar una bebida y cuando regresé a terminar mi almuerzo noté que ambos estaban nerviosos, se reían como si hubieran hecho una travesura pero nunca confesaron que fue. Antes de entrar al salón me sentí mal, estaba mareado y escuchaba las voces distorsionadas. Quise hablar con el profesor para retirarme pero no me salía la voz y soporté el resto de la clase. Cuando salimos al siguiente receso seguía igual o peor y me quedé en el pasillo tratando de reponerme. Salieron todos, menos tú...
En el iris de sus ojos pude ver que se hacía un pequeño espacio dejando pasar la luz que se iba a arrojar con esa verdad.

—Al rato alguien entró silenciosamente. Desde donde estaba quise ir a ver si estaba bien, me arrastré prácticamente y me sostenía de la pared para poder moverme. Ya habían pasado varios minutos, escuchaba voces apagadas, como si estuvieran hablando a murmullos y un sollozo que martilleaba en mis oídos...
Ella llora desconsolada sin ya poder contener las lágrimas que se escurren como una cascada mojando su ropa y el mantel del restaurant.

—Cuando llegué él se acomodaba la ropa y te tapaba la cabeza con algo... —tenía la garganta seca y los huesos me dolían terriblemente, como si los estuvieran aplastando. Ya no podía mirarla a la cara.

—Me hice hacia atrás para que no me viera...no sé porque lo hice...yo...estaba drogado, no estaba con todos mis sentidos. Traté de recuperarme cuando vi que se acercaban el resto de chicos y me confundí con ellos intentando verme bien cuando en realidad no lo estaba.

—¿Por qué callaste todo este tiempo? ¿cómo pudiste...? —me reclama apretando fuertemente las mandíbulas y luego calla. Intento tomar sus manos pero no me deja. Se aleja como si tuviera lepra.

—Durante mucho tiempo me culpé por esto Maia. No dormía por las noches soñando que te alejabas de mí porque me tenías rechazo, asco. Las drogas que me dieron me hicieron vivir una realidad que no era mía. Puedo contarte ahora gracias a la terapia que inicie hace unos meses, cuando viniste a trabajar en la empresa.
Ella vuelve a mirarme en silencio. Eso me anima a seguir.

—Gracias a la terapia pude entender que no fui yo el que te hizo daño. Me sentía miserable porque al ver todo sentí que yo era el que estaba ahí...violándote. Por eso me perdí en un momento cuando me dijiste que Michael era tu hijo...me hice a la idea que era consecuencia de mis actos. Se me hizo una laguna mental como la que tuve durante años.

—No te entiendo, es muy complicado lo que me dices..

—Maia, yo me sentía culpable desde entonces porque las drogas que me dieron me hicieron sentir que fui yo el que estaba allí, fue algo traumático que quedó guardado en lo más profundo de mi mente. me culpaba por haberte hecho daño, por haber sido un cobarde. Cuando empecé la terapia, la doctora me sometió a varias sesiones de hinoptismo y con ello pudo al fin reconstruir lo que había pasado aquel día... —nuevamente trato de tomarla de la mano pero no me lo permite.

—¿Quién fue? —la pregunta vino directa, sin previo aviso. Suspiré profundamente.

—Maia, no vale la pena...no ganarás nada, es doloroso para tí y para mí también porque no hice nada en aquel momento y luego tampoco, soy tan cobarde que tengo igual culpa.




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