Josh
Llegué a la oficina sin saludar a nadie. Sé que a veces soy un cretino con el personal, no soy mi padre. Él es amable y saluda a todos cuando llega. No tenía ánimos para entablar ningún tipo de comunicación. La cabeza aún me retumbaba como un tambor, no quedó otra opción que usar unos anteojos opacos para que no vieran lo oscuro que estaban mis ojos a causa de las trasnoches y los excesos. Aún así pude ver a secretarias y asistentes que compartieron parte de mi viaje por los distintos pisos como me comían con la mirada, eso había sido mi perdición desde tiempos en los que no tengo memoria, me dejaba llevar por la lujuria pero ahora no quería saber nada, había cometido un error la noche pasada y esperaba no se repitiera. En el último tramo agradecí quedar solo en el ascensor hasta llegar al último piso, aproveché para recostarme en una de las paredes para descansar mi atormentada cabeza. Ni siquiera he podido contestar los mensajes del celular, sólo me bañe, cambié y vine pues mayor aún sería mi retraso y ya había hecho lo mismo otros días.
Bajé del ascensor casi arrastrando los pies, pude visualizar a la asistente de mi padre que ya estaba en pleno movimiinto y la puerta de la oficina de Lauren también estaba abierta por lo que supuse que ella también ya estaba aquí. "Soy el más irresponsable de todos", pensé para mí mismo. Pasé sin mirar por el escritorio de Maia, ya me había acostumbrado a no verla por allí. Una luz se hizo en mi cerebro y volví sobre mis pasos. "Ella está aquí", gritó algo en mi cabeza y mi corazón dio un brinco que hizo sentirme agotado por el esfuerzo. Efectivamente, allí estaba, de espaldas concentrada en el archivo empotrado en la pared. Una sonrisa involuntaria se dibujó en mi cara. Agradecí que estuviera de espaldas y no se hubiera percatado de mi presencia.
Carraspee. Ella se dio vuelta violentamente apoyando su cuerpo en el mueble.
—Buenos días, Maia —traté que mi voz sonara lo más neutral posible, sin ningún atisbo de nada.
—B-buenos días...jefe —dijo un tanto dudosa. Otra vez estaba allí con su estúpida manera de poner distancia entre nosotros, pero no debía presionarla, tenía que estar agradecido que al menos hubiera regresado a trabajar. Ya era un avance, por dentro la euforia me inundó la sangre, quería gritar, abrazarla y saltar con ella en brazos. Sin embargo, me contuve. Tendría que empezar a controlarme en muchos aspectos si no quería alejarla más de lo que ya estaba de mí. Hay otro allá abajo que también se emocionó mucho y quería salir de su escondite, a ese si va a costar contenerlo pero tengo que imponerme.
—¿Puedes enviarme un café, por favor? y de paso, la agenda de hoy si no es mucha molestia —trataría de ser lo más profesional posible. Esperaba prontas novedades acerca del hecho que había vivido en el instituto y hasta no tenerlas en mis propias manos eran solo aire así que debía experimentar la paciencia, aunque eso me costara un poco más la cordura.
Con mucho esfuerzo dejé de mirarla descaradamente y me dirigí a mi oficina, cerrando la puerta tras de mí. Di un gran respiro para intentar calmarme. otra vez los golpecitos en la cabeza amenazaban volver con todo así que busque en el cajón un analgésico.
Entró Elva, la asistente de papá decidida a pasarme ella misma la agenda y con la taza de café que había solicitado. Me sentí un tanto decepcionado pues quería tener a Maia enfrente mío, adormeciéndome con su voz pero tenía que conformarme, seguramente mi padre era uno de los autores de esta conspiración para mantenerme alejado de ella pero no debía presionar aunque por dentro estuviera explotando.
Me arrepentí en ese instante de lo vivido la noche anterior, tenía un día furioso. En diez minutos ya tenía agendada una reunión importante con nuevos inversores a la que no podía faltar, lo único bueno fue que en esa reunión Maia me asistiría. Era obvio, era la más capacitada para abordar las temáticas ya que yo andaba tan perdido que ni siquiera pude leer el borrador del proyecto para inmiscuirme un poco en la temática. No había más opciones que ella, por supuesto, la mejor en el área.
Busqué relajarme, me remojé la cara para estar atento, puse unas compresas en mis cansados ojos que hice con hielo y un paño que encontré por allí, debía sacudirme la modorra para intentar estar a la altura. Escuché unos toquecitos en la puerta ya la voz de adelante apareció la dueña de mis sueños y también de mis pesadillas.
—Los socios ya están en la sala de reuniones —me dijo muy seria, vestida con una falda tubo y una camisa todo formal pero solo yo sabía lo que había debajo de ellos, y el solo hecho de imaginar me hizo volver la erección. Maldije por lo bajo e hice unas inspiraciones profundas y la seguí camino a la reunión. Tampoco me ayudaba el hecho de que iba caminando tras ella, ofreciendo una vista de su trasero hermoso que no podía apreciarse a fondo con la ropa que usaba pero mis manos lo tenían grabado a fuego. Como acto reflejo atiné a cruzar ambas manos por atrás para resistir la tentación de pellizcarla o toquetearla, "contrólate, maldita sea", me alentaba y continué caminando hasta que llegamos. Al entrar ocupé mi ubicación en la cabecera de la mesa, ya estaban todos reunidos, y todos eran hombres. La única mujer, dueña de mis pensamientos, distribuyó sendas hojas encarpetadas con borradores del proyecto que pensábamos presentarles. Fue imposible no ver como algunas miradas se dirigían hacia ella morbosamente, tuve que contenerme porque de otro modo lo arruinaría todo. Ella estuvo a la altura exponiendo sin prestar atención a los ojos lascivos que parecían desnudarla, terminó y le pedí que se retirara. Ahora solo quedaba esperar las opiniones y posterior votación para ver si se aprobaba. Me miró agradecida, aparentemente se sintió incómoda y quería salir huyendo de allí, no pude evitar esbozar una pequeña sonrisa, aunque no me la devolviera. Trajo un poco de felicidad a mi aturdido corazón.
Editado: 14.03.2022