Maia
Llegué convertida en un manojo de nervios al parque que me traía tantos recuerdos, fue en ese lugar donde tuvimos nuestra primera charla seria e íntima. El mismo banco donde nos habíamos encontrado estaba ocupado por un señor que comía algo con mucha grasa a juzgar por los restos aceitosos alrededor de su boca y una anciana que permanecía completamente inmóvil mirando al infinito y más allá. Me quedé parada, sintiéndome ridícula por la forma en la que estaba vestida. Miré para todos lados esperando que por una vez en su vida el imbécil sea puntual, jamás lo había sido así que era mucho pedir que ahora llegara a horario. Estaba por darme vuelta y regresar cuando casi choco de nuevo con su amplio pecho. Estaba con un traje que le quedaba perfecto, resaltando su cuerpo espectacular que me había vuelto loca durante los años de instituto y que era obvio había madurado con el paso de los años volviéndose más firme y apetitoso. "¿Qué estás pensando?" me retó mi conciencia, moví rápidamente la cabeza para espantar los malos pensamientos que me provocaba el solo hecho de estar en el mismo lugar que él respiraba. Subí mis ojos y lo ví con esa extraña mirada oscura fija en mí, con una expresión divertida. "¿Se está burlando de mi? " pensaba furiosa.
— Buenas noches, señorita Low. ¿Todo bien? — con todo el descaro del mundo se atrevió a preguntar.
—No, no estoy bien. Me hiciste venir a este lugar y ni siquiera tienes el tino de llegar a horario. ¿Sabes hace cuanto te espero? —bramé tratando de intensificar mi mirada para equiparar la suya aunque sabía que llevaba las de perder. Su mirada tenía personalidad propia, podía salir de su cara y desenvolverse tranquilamente como alguien independiente.
—Estamos en el tiempo de tolerancia, señorita Low. No estamos en la oficina, relájese — dijo muy campante mientras miraba su caro reloj para resaltarme que solo habían pasado diez minutos de la hora estipulada.
—¿Cómo se te ocurre tenerme aquí parada esperando en medio de tanta gente y vestida así? —repuse sin dejarme intimidar.
—Yo quería pasar por tí a tu casa pero tú elegiste que nos encontráramos en otro lugar, es el único que se me ocurrió —dijo encogiendo los hombros. Me ofreció un brazo en jarra.
—Vamos, señorita Low o va a terminar toda arrugada con esa carita tan fruncida que tiene —no me quedó otra que aceptar pues por lo accidentado del terreno donde estábamos mis tacones me jugaban una mala pasada y se movían peligrosamente para ambos lados haciéndome tambalear.
Me llevó hasta donde estaba estacionada la limosina y el chofer corrió a abrirnos la puerta, no podía estar él sin sus aires de grandeza, demostrando vaya a saber uno que. Me metí rápidamente por la vergüenza que tenía ya que todo mundo se daba vuelta a ver a dos extrañas personas vestidas de gala y un auto con chofer, parecía que estábamos filmando alguna escena de película. "De terror", pensé para mí resoplando después de acomodarme en el asiento y me limité a mirar por la ventana.
—¿Adónde vamos? —le pregunté al rato para romper la incomodidad que me causaba su punzante mirada, no la despegaba de mí, incluso cuando no lo estaba mirando, de reojo podía percibirla.
—Ya verá, señorita Low, no sea impaciente — su tono era demasiado tranquilo. ¿Habría consumido drogas? ¿estaba borracho? Todo en él era extraño. Pero que guapo se veía, por Dios. No podía acostumbrarme a tanta belleza de hombre, "sobre todo después de haberlo probado", dictó mi conciencia haciendo que me revuelva en mi asiento por la incomodidad que me causó este pensamiento.
—¿Cuánto quieres por tus pensamientos? —se atrevió a preguntarme con una sonrisa que parecía tatuada en la cara, no se iba de allí desde que llegó.
—Déjate de estupideces, Josh. ¿Acaso has consumido o bebido algo? Te noto extraño —largué sin más. Ya me estaba hartando de su teatrito. Se rió fuerte, algo también raro.
—Nada, nada. Todo bien. Te diré adonde vamos y con quienes nos reuniremos —finalmente se desvelaba el misterio mientras tomaba una tablet y parecía concentrado abriendo unos enlaces. Al cabo de un rato me mostró acercando la pantalla para que pudiera ver.
"El comité de comercio y transporte" tendrá su cena anual con los protagonistas de los proyectos más innovadores en el mercado actual y se darán a conocer aquellos que tienen mayores posibilidades de ser auspiciados.
Leí ávidamente sin poder evitar una sonrisa. Lo miré para que me dijera con su mirada lo que me imaginaba que era.
—Así es, señorita Low. Si mira usted en el listado, aparece uno que dice "La innovación en el campo del transporte", apretamos aquí y salen los datos —con un profesionalismo que no había notado antes, se dirigía con el dedo rápidamente a la página que nos interesaba. Hizo click y allí estaba, la sinopsis del proyecto y al final del mismo, estampado con rojas letras, los autores: Carl Robert Nigel - Maia Rose Low. No pude evitar que surgieran unas lágrimas traicioneras, no podía creerlo. Mis ojos pasaban de la pantalla a sus ojos mientras él solo sonreía como un padre orgulloso y sus dientes relucientes iluminaban todo el interior de la limosina.
Josh
Traté de calmarme lo más que pude para afrontar el encuentro, era difícil para mí mantenerme sereno y mi cuerpo no podía dejar de reaccionar a su presencia, saber que estaría cerca de su piel, oliendo su aroma sensual se despertaba todo, mi piel estaba todo el tiempo como una gallina mojada y se hacía áspera al tacto, un escalofrío me recorrió por mi columna vertebral en todo su largo hasta que se instaló en la parte trasera de mi cuello cuando ella me miró exhibiendo la hermosura de sus ojos grises con los que soñaba cada noche.
—Gracias, Josh —con esas palabras me desarmó por completo. Los ejercicios mentales que estaba haciendo para relajarme se pusieron en pausa.
Editado: 14.03.2022