El Pasado Nos Condena

Capítulo 61: Unas ganas de quedarme así

Josh

Por Dios, ¡ cuánto la había extrañado'. Sin ella me faltaba un trozo de mí mismo. Hace años que estaba loco por esta mujer, si antes fui un cobarde ahora debía compensar con hechos valientes, arrojados, que ella sepa realmente que no soy solo palabras. En ese gran momento que quería perpetuar venían las letras de una bella canción que escuché aquella vez que realice mi viaje hacia la sanación de mi alma y mi corazón, cuando también hube de desprenderme de ella para encontrar el camino correcto. Recordé llorar todo el tiempo, pues reflejaba nuestra relación, surcada de dolores y pesares:
Quiero volver a ser quien te amaba
Como un juego de niños
Volver al verde de tu mirada
Y secar la pena que hoy nos cala
Arrancaré del calendario las despedidas grises
Los días más felices no han llegado
Te prometo olvidar mis cicatrices
Y devolver lo que he robado
A tus dos ojos tristes

Quería hacer eso con ella, sacarle los malos momentos, las amarguras que no le permitían ser feliz.
El beso se extendió por minutos interminables en los que nos fusionábamos como un metal expuesto a altas temperaturas. Mi lengua sedienta de ella buscó la suya, exploró y extrajo su dulce miel con una desesperación tanto tiempo guardada. . El chofer tuvo el buen tino de subir el cristal oscuro que aislaba de las miradas externas y de sí mismo, esperaba que también lo hiciera de los sonidos, aunque creía imposible que los jadeos y gemidos que nos arrancábamos no traspasaran incluso fronteras. De todas maneras era lo que menos me importaba. Lo que valía era el ahora, el tenerla sobre mí y poder respirar su aire.

—Maia, te amo. Te amo tanto que no tienes idea...yo...—pero otra vez no me dejó continuar y tuvo la osadía de cruzar su cuerpo y sentarse sobre mí igual que la primera vez que nos besamos en el auto durante nuestra primera cita. Ella estaba apurada, podía notarlo en la forma en la que desabotonaba mi camisa, con los dedos ligeros y temblorosos. Le mostré la misma urgencia cuando rompí las tirillas de su ropa interior. Un gemido intenso salió de su bella garganta cuando mis dedos ávidos entraron en ella. Había una parte de mí en la que el calor no se derritió con el calor que hacía sino que trajo el efecto contrario y estaba muy pero muy apurado por probar sus pliegues una vez más.

Maia


Mordió mis pezones por encima del hermoso vestido, ya no había tiempo de quitarlo del camino. Y fue allí cuando sentí que entró como un hombre en el desierto que lleva tiempo sin beber agua y encuentra un oasis. Me dejó sin aliento, con una furia y una fuerza que me dejó las piernas temblorosas mientras intentaba encontrar su ritmo salvaje. Por Dios, estaba cumpliendo mi fantasía, aquella primera que tuve cuando mojé sus pantalones. Esta vez no era diferente, ya podía sentir las aguas que se desplazaban peligrosamente hacia el lujoso asiento. Sentí sus gruñidos apasionados en mi oído pues no dejaba de lamer, morder y estrujar lo que encontrara en el camino. Cientos de palabras salían de su boca, palabras jamás dichas antes ni por él ni por otro hombre en mi presencia, era tal su calentura...y la mía ni que decir. Era la primera vez que lo hacíamos tan salvaje, tan duro. Siempre se había mostrado intenso pero me cuidaba mucho, estaba pendiente de mis necesidades y de no dañarme. Ahora no. Sé que yo lo puse así, lo reconozco. Mi necesidad de él lo llevó a actuar así, lo hizo salirse de su control. También lo que nuestros cuerpos se habían extrañado después de conocerse había logrado esto. Nuestro sudor se mezcló, nuestra saliva seguía saliendo como lava de un volcán, nuestra piel pronto desaparecería y nos convertiríamos en uno solo por la profundidad de sus embestidas. Esta vez mis gritos debían haberse escuchado a kilómetros y sus jadeos sensuales podrían haber atraído a las sirenas curiosas.
Perdí la noción del tiempo y el espacio cuando un hermoso clímax se hizo presente mientras mi cuerpo convulsionaba sobre el suyo, tuve que sostenerme con mis brazos del techo del auto mientras él hacía lo mismo, hundiendo su cabeza en mi hombro. Nos costó largo rato recuperarnos y respirar con regularidad. Otra vez chorreaba y me sentí avergonzada aunque esta vez los líquidos de ambos hacían una aromática fusión. El apoyó su frente en la mía mientras otra de sus sonrisas alumbraba las penumbras del vehículo.

—¡Guau! —fue lo único que atinó a decir mientras me tomaba la cara con ambas manos para que pudiera mirarlo. Yo lo único que quería hacer era salir corriendo de allí por la vergüenza que envolvía mi cuerpo. Nunca me sentí tan expuesta, y eso que no logró quitarme el vestido, en definitiva era la posición que nos acercaba tanto y me dejaba a expensas de su mirada. Cerré los ojos fuerte para que no viera mi arrojo de hace un momento pero él insistía en que lo mirara.

—Josh, no. Déjame...esto...esto fue un error —traté de alejarlo sin éxito, mis manos se movían débiles sobre su pecho desnudo y lo único que lograba era volver a encenderme porque nuestra piel hacía cortocircuitos.

—No, ningún error. Esto es real, Maia. Esto que nos pasa es para lo que estamos destinados. Mírame...—casi sonó como una orden, continuaba con un leve jadeo y aún no podía recuperar su ritmo respiratorio. Lo miré, no tuve opción, me tenía atrapada en sus poderosos brazos y aún mis piernas lo rodeaban.

—Maia, nada de lo que hagas o digas va a evitar que te siga amando. Yo no quiero estar lejos tuyo, te necesito en mi vida. Mira, voy a prometerte esto, voy a demostrarte lo que siento, voy a demostrarte lo arrepentido que estoy de hacerte daño. Dame la oportunidad de hacerlo, por favor.

—No lo sé, Josh. Yo...estoy confundida. Sé que cuando estoy cerca tuyo me convierto en otra persona, actúo de formas que hasta a mí me sorprende...y a veces me arrepiento...—bajé la mirada, no podía sostenerla.




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