El Pasado Nos Condena

Capítulo 62: Mil veces yo esperé

Josh

Llegamos juntos a la cena. Ya era un poco tarde, la comida estaba en su apogeo y se encontraban dando las palabras de agradecimiento por los micrófonos que habían preparado, el encargado en la entrada vino corriendo a nuestro encuentro en cuanto nos vio llegar, con los ojos desorbitados y con manchas de transpiración debajo de sus axilas y chorreando por la cara y cuello.

—Señor Nigel, ¡qué bueno que ya está entre nosotros!. En breve le toca dar las palabras, síganme por favor —sudaba profusamente y se le notaba nervioso. Nos condujo hasta nuestra mesa en la que se habían dispuesto los nombres de cada invitado. El de Maia se encontraba a dos sillas de la mía por lo que solicité amablemente a la morocha con curvas grandes que habían sentado a mi lado que le cediera el lugar. Hice un despliegue de mis artes seductoras hasta que finalmente la mujer accedió no sin antes echar fuego por los ojos dirigidos a Maia quien estaba avergonzada y también me echaba rayos por el acercamiento con la mujer esa. Le apreté suavemente el brazo para que supiera que estaba con ella a pesar de todo. No iba a permitir que estuviera lejos mío cerca de algún baboso como los que estaban allí que se la querían comer con la mirada. Lo bueno es que ellos no sabían que no tenía nada debajo del vestido, y eso ya era una ventaja.

De repente el anfitrión, un viejo a quien conocía de otras cenas de empresarios me nombró desde arriba del escenario dispuesto para la ocasión. Ante la mirada de todos, me dirigí allí. Maia apretó mi mano antes, se dio cuenta que estaba nervioso. Respiré hondo intentando alejar cualquier rastro de nerviosismo y subí:

—Damas y caballeros, muy buenas noches. Seré breve para que todos podamos seguir disfrutando de esta amena cena.. El proyecto presentado por Nigel Co. apunta básicamente a proveer de una forma de transporte masiva e innovadora que cambiará la historia del traslado de materiales y comestibles no solo dentro del país sino también a nivel internacional. Demos por favor un fuerte aplauso a una de las autoras del mismo, quien trabajó codo a codo con mi padre, Carl Nigel para desarrollar el mejor proyecto en la historia de nuestra empresa, la señorita Maia Low —las luces siguieron la dirección de mi brazo y apuntaron hacia donde estaba mi ángel quien tímidamente saludó levantando una mano. Los compañeros de mesa la instaron a que se pusiera de pie para que todos pudieran verla. Los colores del arco iris estaban en su rostro. Reí tapándome la boca con una mano ya que solo yo sabía el motivo de su pudor. Terminaron los aplausos y bajé de allí dirigiéndome directamente hacia donde ella estaba. Le dí un beso en la mejilla a modo de felicitación y me senté a su lado. Su cara ardía por tantas emociones. Ella me tiraba rayos y centellas, no pude más que reír por lo tierna que se veía. Vi que llamó la atención de todos los presentes, pronto dejaría de ser anónima y eso en cierta manera me llenaba de orgullo. Nunca olvidaría que quería eso para ella el último día del instituto, deseaba con todas mis fuerzas que ella continuara en mi vida y le había conseguido la oportunidad de trabajar en la empresa familiar porque sabía de lo que era capaz.

La música de un DJ conocido comenzó a sonar mientras se oscurecía el recinto para dar lugar al baile. A pesar de haber mucha gente mayor, eran todos divertidos y bailaban todo tipo de ritmos sin discriminación. La morocha pulposa que quedó sentada a mi lado por no se que cosas del azar me tiraba señales de que quería pasar rato conmigo, ya estaba muy entrenado en ese aspecto. Ni siquiera le presté atención, solo estaba atenta a las necesidades de mi reina. Ella sería a partir de hoy el foco de mi vida.
Luego de bailar un rato con un par de esposas de empresarios y socios finalmente me dirigí hacia donde estaba Maia charlando animadamente con un grupo tanto de hombres como mujeres, había un par de tipos divorciados a los que notaba muy entusiasmados con ella. Pues, no les daría el gusto. Me acerqué y puse una mano en su cintura. Ella me miró con las mejillas arreboladas, nunca le gustaron las demostraciones públicas pero yo iba a defender lo que era mío.

—Todo bien?  —acerqué su cuerpo hasta que chocó con el mío mirando a la cara a los dos que estaban muy animados.

—Josh Nigel, felicidades. Lástima que el señor Nigel fundador no pudiera estar presente —dijo el más joven de ellos, quizá unos años mayor que yo —aquí le decía a tu asistente que en mi compañía podemos ofrecerle una muy buena oferta laboral. Necesitamos a alguien con su visión en la empresa —lentamente sentía como mi sangre entraba en ebullición, apreté las mandíbulas para evitar que se abrieran y dijera algo de lo que después me arrepintiera. El maldito no quitaba sus ojos de ella.

—Gracias por tenerla en cuenta, Nicholas. Ahora si nos disculpan, mi novia me debe un baile —me despedí con una gran sonrisa que intenté sea lo menos falsa posible y la obligué a caminar con mi mano aún en su cintura. Me tiraba miradas de soslayo para demostrarme lo molesta que estaba pero yo solo miraba adelante.

—¿Puedes dejar de comportarte como un simio? —me dijo, logrando zafar de mi brazo.

—No estoy haciendo nada malo, ¿o si? Solo dije que quería bailar contigo —quería sonar inocente.

—¿Novia? Por favor, Josh. Nadie va a creerte. ¿Tú de novio con una pobre asistente? —arrugaba la nariz mientras hablaba. Yo solo la miraba divertido.

—¿Te estás burlando de mí? —podía ver como su furia iba en crescendo. Mientras ella seguía quejándose la tomé del rostro y le estampé un beso apasionado sin importarme quienes estuvieran y menos si nos veían.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.