Maia
"Es un gorila", sabía que esto no funcionaría. Detesto cuando despliega sus aires de grandeza y su espíritu posesivo delante de todos. Me siento confundida cuando estoy cerca de él. Pero vaya que el momento de alegría que había vivido cuando me nombró no se disipaba, seguía allí, alimentando los bombeos de mi corazón. Estaba orgullosa de mí misa. "Al fin estas viendo tus frutos", le decía a mi propìa imagen proyectada en el espejo del baño. Me sentía en un estado que pocas veces había experimentado en mi vida: euforia. Abrí la canilla para remojarme la cara y el cuello y quitar el calor que me había provocado el beso de Josh. Era increíble lo que sentía con solo apoyar sus labios sobre los míos.
Estaba distraída en mis pensamientos cuando escuché detrás mío la puerta cerrarse. Al levantarme y mirar por el espejo, dí un grito de susto. Allí estaba él parado mirándome con sus ojos oscuros, tenía esa expresión extraña de nuevo y yo sin quererlo me volvía a encender. Un ardor se hizo presente en mi entrepierna mientras él se acercaba lentamente. Se apoyó en mis nalgas y lo sentí duro. "Oh, Dios, otra vez no", rogaba no se a quien si yo misma quería más de él. Era solo que trataba de calmar mis instintos libidinosos que salían a flote en esos momentos. Definitivamente me convertía en alguien más cuando estaba cerca suyo. No entendía como pude reprimir todas estas nuevas sensaciones durante tanto tiempo.
El beso mi cuello y recorrió mis pechos y mi vientre con sus manos deseosas.
—Josh, ¿qué haces,? alguien puede vernos —dije sin creérmelo yo, tratando de hablar con toda la saliva que se me había acumulado en el interior de mi boca ante la anticipación de lo que pasaría.
—¿Crees que es fácil estar todo el tiempo pensando que debajo de esto no hay nada? No soy un robot, Maia. Me tuviste duro toda la noche y no voy a resistir más tiempo —me dijo llevando su mano allí haciéndome emitir un gritito agudo por la sorpresa. Esto pareció descolocarlo completamente. Miré sus ojos y se habían convertido en puro fuego, me levantó tomando mis caderas y me sentó en el lavabo. Ni siquiera escuchaba mis leves súplicas con poca fuerza de que me soltara. Sacó allí mismo su dureza y me ensartó cual lanza tirada desde varios metros. Sus gruñidos me hacían enloquecer de placer, fue breve, fue intenso, fue muy húmedo y nos dejó a ambos laxos y sudados. Esto iba a seguir descontrolándose, había que ponerle un alto. Le pedí que nos fuéramos por el bien de nuestra reputación o todo lo que habíamos logrado esa noche en cuanto a éxito profesional se iba a ir por la borda si corrían los chismes de los desaforados amantes en el baño.
Josh
Desperté temprano y es que no puedo dejar de sonreír como un idiota al verla acostada a mi lado. Se está cumpliendo otro de mis sueños, el primero aún lo sigo cumpliendo, que es el de poseerla, saciarme de su piel pero siento que cada vez estoy más hambriento. Pensé que después de tenerla en mis brazos una vez me olvidaría del único imposible de mi vida: Maia Low y continuaría normalmente con mi seguidilla de perras que calentaban mi cama un par de veces y se iban de mi vida. Con ella había sido diferente, no niego que en un primer momento quise sacarme las ganas, solo que con ella utilicé una estrategia distinta porque ella misma es distinta. Pero me salió el tiro por la culata, ahora es ella la que puede hacer conmigo lo que quiera y estoy a su merced. Suspiro moviendo levemente unos mechones de su cabello, beso su frente y voy a ducharme. A pesar de que es domingo tengo muchos pendientes aún, debo empezar a trabajar con el nuevo proyecto, tengo que estar a la altura de las exigencias que han propuesto Maia y mi padre. No hay dudas de que hacen un excelente equipo. A veces envidio un poco la relación que tienen ambos, ella parece más hija de él que yo.
Bajo apresuradamente las escaleras pensando en todo eso cuando alguien me habla.
—Josh, necesito hablar contigo —la potente voz de barítono de mi padre me saca de mis ensueños.
—Voy, papá. ¿Puedo desayunar primero? —estoy seguro que quiere saber como salió todo en la cena de gala.
—Por supuesto, terminas y vienes. ¿Maia bajará a desayunar? —tragué saliva mientras me mantenía en silencio. ¿Cómo mierda se enteró que Maia está aquí?
—Pues...no lo sé. ¿Por qué me preguntas a mi? —pregunto nervioso. Ni idea que es lo que sabe él.
—Me imaginé que sabrías ya que está durmiendo en tu cama, ¿no? —me quedé pasmado por la sorpresa. ¿Cómo mierda se enteró?
—Papá...yo...—carraspeaba tratando de hilar alguna idea que sea coherente. No se me ocurría nada.
—Hablaremos de eso. No tardes —se dio media vuelta y se fue dejando una vista de sus espaldas. Por unos momentos quedé respirando hondo tratando de recuperarme de la taquicardia que me había dado. "Diablos, ¿y ahora que voy a decirle?"
Voy a la cocina y allí está, por supuesto, como debí imaginar, Leah. Nos saludamos y me tira una mirada extraña, como de reojo, como si tuviera miedo de enfrentarme. Me siento y empieza a atenderme.
—Leah, si tienes algo que preguntar, no dudes en hacerlo —le digo al rato de que se instalara un ambiente incómodo que envolvía toda la cocina.
—Yo..solo..solo..
En ese momento somos interrumpidos por una presencia.
—Hola, mamá —Maia se acerca como flotando y se acerca a darle un beso a su madre. Ella la mira con desaprobación mientras a mí me dedica una mirada de soslayo. Entiendo que quiere hablar con ella pero soy un estorbo. Maia me mira y yo pues, yo no puedo más que perderme en esos bellos ojos. Le tiro un beso silencioso. Termino rápido y me voy a hablar con mi padre. Me parece que llegó la hora de la verdad. No puedo acercarme a Maia para apretar su mano y hacerle saber que todo estará bien , me limito como siempre, como el cobarde que soy, a salir huyendo.
Editado: 14.03.2022