El Pasado Nos Condena

Capítulo 65: Diez mil lágrimas lloré

—¿Sabes quien fue? —temblaban las palabras y salían casi en un murmullo.

—Si, Maia. Sé quien fue...y no solo eso. He estado investigándolo, contraté a alguien para que buscara información, le llevó un tiempo porque la búsqueda fue difícil pero finalmente tengo el archivo completo. Lo puedo enviar a tu correo si realmente necesitas verlo, aunque te sugiero no lo hagas. con lo que yo voy a decirte creo que será más que suficiente para darte por satisfecha y continuar con tu vida, con la de Michael y con la mía...—hice una pausa. Ella cambió la calma con la que escuchaba antes por un estado de nerviosismo que le causaba leves temblores en todo su cuerpo. Apreté más fuerte su mano.

—Maia, el que te hizo eso fue Harry Lewis. Lo recuerdas, ¿verdad? —casi no reconocía mi voz al nombrarlo, tenía una mezcla de rabia, tristeza e incertidumbre por lo que pasaría.

—¿Harry Lewis? P-pero...si él ni siquiera me miraba, no hablaba con nadie..Yo-yo...¿qué le hice para que él actuara así? Nunca me dirigí a nadie, no asistía a ninguna fiesta por temor a eso... —ella movía la cabeza negando y sus ojos estaban fijos lejos, adonde llegaban sus recuerdos.

—El que no miraras o no hablaras con nadie es lo de menos. A mí no me hablaste ni me dirigiste mirada y estuve loco por tí durante los años que estudiamos —acaricié sus mejillas para reforzar lo que quería decirle. Unas lágrimas silenciosas avanzaron amenazantes por sus mejillas. Se las limpiaba suavemente mientras seguía hablándole.

—Maia, nada de eso importa ya. Te aseguro que eso ya debes enterrarlo e intentar continuar. Ya no tienes que preocuparte por el maldito ese, la vida, el destino, Dios te han liberado de él para siempre.
— ¿Qu-qué? —aun no llegaba al verdadero embrollo de todo.

—Harry Lewis y su familia fallecieron en un accidente de tránsito ese mismo año. El vehículo en el que se dirigían al nuevo destino de Harry en otro estado volcó y se cayó en un precipicio. Murieron todos: padres y hermanos. Él era adoptado así que no se le conoce familia sanguínea. Ya se cortó todo rastro de la sangre maldita de Harry Lewis. Jamás nadie va a venir a reclamar a Michael —su expresión cambió. Ahora era de alivio y su llanto se hizo fuerte. La abracé y le di besos en la cabeza para que se tranquilizara.

—Hay algo más que deseo decirte en este instante —continué y ella se tensó en mis brazos.

—No es malo, te prometo. Ya lo malo pasó para siempre. ¿Puedes cerrar tus ojos? Será solo por un momento —le pedí. Me sentía nervioso, mis manos temblaban un poco.

Me arrodillé mientras sacaba un estuche del bolsillo. Le pedí que abriera los ojos y ahí estaba yo, perdido por ella, pidiendo que se casara conmigo. Se quedó estática sin hablar, mientras sus ojos miraban el anillo, era como si le costara asimilar lo que había escuchado.
— Maia, ¿qué dices?, cásate conmigo— insistí por si ella no me había escuchado bien.

—Josh...pe-pero...yo...—sus lágrimas salían silenciosas como pidiendo permiso una tras otra.

—¿Cuál es el problema, Maia? Yo ya te dije que te amo. ¿Qué hay de tí? ¿Me amas? —volví a sentarme a su lado y la tomé del mentón para que me mirara.

—Por supuesto que te amo, Josh. Yo...yo te amo hace tantos años. Pero no puedo creer esto...¿por qué lo haces? Tu padre y mi madre te obligaron? —no podía creer lo insegura de sí misma que era. A veces me exasperaba.

—No, ¿cómo crees? Nadie va a obligarme a mí a hacer algo que no quiera. Voy a probártelo —dije y saqué mi celular, busqué allí el comprobante del pago de la joyería donde había adquirido el anillo. Era de unos días antes, precisamente la noche de la cena de gala. Esa noche sería el broche de oro pero nuestra calentura no nos dejó hacer nada más que ..bueno...eso que nuestros cuerpos pedían a gritos. ¿Y quiénes éramos nosotros para negarlo?

Ella se cubrió la boca con ambas manos sin poder aún creer que esto estuviera pasando. Luego empezó a mordisquearse los labios.
—  Josh...Josh...tú...
—Si sigues con eso vas a hacer que te haga el amor aquí mismo sin importar que todos estos adorables niños nos vean —le dije y ella se puso colorada.

—Te daré tiempo, no hay prisa. Puedes contestarme cuando quieras...o no. Tú tienes la última palabra. Yo ya hice lo que debía —le dije un tanto molesto. Ya estaba dudando de la respuesta. Cuando planee estaba seguro de que aceptaría sin chistar pues ella me demostraba de todas las formas que había de que me amaba, yo podía "leer" su cuerpo sin que ella dijera nada. Lo supe la primera vez que ella se sentó a mi lado aquella vez que fue a mi casa por primera vez, en la que papá nos obligó a viajar sentados uno al lado del otro. Ese día su cuerpo reaccionó de una manera que el mío quiso responderle, eran como imanes con polos opuestos, sin dudas. 

Estaba por levantarme para ir adonde estaba Michael cuando un suave tirón en mi brazo hizo que me volviera.

Maia
 

No puedo creer que esto esté pasando. Debe ser un sueño y temo que cuando despierte mi mundo se derrumbe y no pueda volver a construirlo. Esto debe ser obra del señor Nigel, seguramente el amenazó a Josh con algo de la empresa, pensé en un primer momento pero al demostrarme que había sido antes de esa charla que tuvieron mi mente quedó en blanco. Cuando lo ví girar para alejarse de mí, un gran vacío quedó donde el estuvo antes, su calor se alejaba y su presencia que me llenaba tanto parecía como una nebulosa. Entendí que sin este hombre no podría volver a vivir. Me sentí perdida como cuando salí corriendo aquel día del restaurante cuando me contó su verdad pero esta vez sabía que si lo dejaba irse, jamás lo recuperaría. En un intento desesperado de mantenerlo cerca mío, extendí mi mano y logré tocar uno de sus brazos. Al instante se dio vuelta y su mirada oscura se posó sobre mí, causando un escalofrío incomprensible en mí. ¿Es que nunca me iba a acostumbrar a la forma en la que me miraba?
—Acepto —le dije sin preámbulos, sin preparaciones ni ensayos. Él quedó sin reaccionar en otra fracción de tiempo que pareció eterna. Una sonrisa empezó a formarse, me apretó a su cuerpo y comenzó a dar vueltas conmigo suspendida en el aire. Gritaba como si solo estuviéramos nosotros, eran gritos de gozo, de emoción, de alegría. Y con eso pareció que todo el peso de nuestros recuerdos y vivencias que nos afectaba se evaporaban en el aire y volaban acompañando a los globos de helio que en ese instante se elevaban hacia el azul del cielo.




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