El Pasado Que Nos RompiÓ

CAPÍTULO DOS

 

Puedo ver que las luces se apagan y la hora de confrontar a Ana se hace cada vez más próxima. No obstante, decidí esperar varios minutos antes de entrar a la casa. Mis pasos silenciosos se dirigen buscan el camino hacia su habitación.

Unas voces al final del pasillo me detienen abruptamente. Son madre e hijo manteniendo una conversación sobre espadas, guerreros y castillos. Mi cuerpo exclama con impaciencia ir a donde ellos se encuentran, pero le grito que todavía no es el momento indicado. Tengo que esperar un poco más, solo un poco más. No falta mucho para que aquel pajarito responda cada pregunta sobre mi hijo y por su bien, espero que cada una de sus explicaciones apague las llamas de fuego que llevo dentro, de lo contrario conocerá la furia que mis sentimientos por ella me impidieron mostrarle. Esa faceta mía que jamás quise que conociera.

Dejo esos pensamientos a un lado y me camuflo en la oscuridad de su habitación esperando su llegada.

***

Imágenes del primer beso, del día en que le confesé que lo amaba y del día en que asesinó a la mujer que juró amarlo por siempre, se representan en mi cabeza y todas vuelven a cortar un pedazo de mí. Sin embargo, solo son eso, cortes... No importa cuánta intensidad irradien los sentimientos del ayer, ya que, aunque tal vez no llegué a exterminar todas las memorias de aquellos sentimientos, el amor que alguna vez sentí por él sí que pude matarlo. El recuerdo del pasado ya no puede acabar conmigo. Lo muerto una vez, no revive nunca. Puede venir y atormentarme si así lo desea, pero con recuerdos no se pueden lograr nada.

—Cuánto tiempo, mi pajarito...— tiene al atrevimiento de decir después de unos segundos en el que permanecimos en completo silencio.

La ira se enciende dentro de mi cuerpo y se expande con velocidad. Giro hacia él y empujo su pecho con toda la violencia que mis manos son capaces de manifestar. Aguanta algunos empujones y luego me pone un alto. Me envuelve con fuerza y pese a que me revuelvo desesperada intentando salir del encierro al que sus brazos me someten, no lo logro.

Nuestros ojos al fin se encuentran y entonces sucede… lo vuelvo a ver después de cinco largos años.

La oscuridad podría intentar ocultar parte de él, pero no lograría su cometido. He tocado tantas veces ese rostro que tan solo necesitaría mis dedos para reconocerlo.

Pero algo sucede que me hace sentir confusa e inestable. Las lágrimas crean un trazo por ambas mejillas. ¿Por qué? ¿Por qué mis ojos actúan así? ¡No, no lo puedo permitir!

Mi boca se alista para gritar palabras que ni aún he pensado, pero sus labios la callan.  

Los años parecen no significar nada, pues nuestras bocas se reconocen al instante. Necesidad, agonía y mucho dolor se escurre en cada toque. El sabor es el mismo, la sensación es igual que la primera vez que me besó y la seguridad de haberlo olvidado parece nunca haber existido.

Únicamente cuando el aire se me acaba, deja de besarme, pero no tarda en volver a adueñarse de mis labios. No pongo resistencia por un periodo muy largo, no hasta que el reconocimiento de mis actos llega a mí y de inmediato golpeo su pecho para alejarlo.

—¿Cómo te atreves? — le increpé. No se lo dije a gritos porque recordé que mi hijo dormía a dos habitaciones de la mía. No me respondió, se mantuvo observándome con un gesto molesto en la cara.

—Ojalá el imbécil estuviera aquí— habló de repente— Desearía que viera tu aspecto en este momento.

—¿Qué…? ¿De quién hablas? — no comprendía sus palabras.

—Tu piel sigue reaccionando de la misma manera que antes— la vergüenza me hizo dejar de mirarlo—No, no hagas eso en vano. Ambos sabemos que solamente soy yo el que tiene este efecto en ti.

 En contra de mi voluntad sus dedos sostuvieron mi mentón para obligarme a mirar su rostro de nuevo.

—Dime, ¿qué diría tu amiguito si viera cómo tu piel se encuentra erizada y cubierta de un color rosa como consecuencia de mi tacto? —¿Amigo? ¿Se refiere a Damián? ¿Acaso Elio todo este tiempo...?

No voy a preguntar cómo lo conoces, pero te advierto que, si intentas hacerle daño a Damián, yo...— apretó mi rostro con más brusquedad al oírme.

—¿Qué harás, pajarito? — un incendio se produjo en sus ojos mientras me retaba— ¿Tanto lo aprecias como para atreverte a amenazarme?

—Eso no es de tu incumbencia.

— ¿Así? ¿Y desde cuándo no lo es? ¿Se te olvida que eres mi esposa?

—¡Mentira! ¡Ese matrimonio nunca existió! — aquella unión nunca fue real. Fue otra escena más de venganza, jamás me entregó su corazón realmente. Ese anillo fue un simple objeto insignificante que usó para inventarme toda una película llena de amor verdadero.

—¿Estás segura de ello? No, espera. Por supuesto que lo crees. — se burló cínicamente — ¿Le creíste a tu padre cuando dijo que el matrimonio era falso?

—Tú eres el que miente. Yo no soy tu esposa y no tienes nada que hacer aquí.  Haz lo mismo que hiciste esa última noche que nos vimos. Aléjate de mi vida y olvídate de mi existencia.

—¿Quién dijo que te olvidé? ¿Fue tu padre también? — su lengua deslizó cada palabra lentamente. Nuestros labios casi podían volver a tocarse.

—¿Es que acaso tú no tienes límites? ¡Solo déjame en paz y lárgate!

—Eso nunca— dijo con firmeza— vine por mi hijo y no me voy de aquí sin él.

—¿Qué...? ¿De qué hablas? —

—Sí, Ana. Mi hijo. Ese que me ocultaste. — No lo entiendo, cómo puede saber sobre Adri. Yo nunca llegué a contárselo — Al parecer tú y tu padre no son tan diferentes. Ambos saben muy bien enterrar secretos—aquello me lastimó enormemente, pero no dejé que lo percibiera.

Usé el último recurso que me quedaba antes de que pudiera perder a mi hijo. Usé los mismos cuchillos que el usó para apuñalarme años atrás.



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En el texto hay: romance venganza odio misterio

Editado: 10.11.2023

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