La lámpara impactó contra la pared y luego fue el turno de la mesa de noche.
—¡¿Por qué, Ana?! ¡¿Por qué?! — repetía enfurecido mientras rompía más piezas de mi habitación. Me mantuve quieta y sin emitir ni una sola palabra porque solo empeoraría más la situación si lo hacía. No fue hasta que vi sangre deslizarse por sus brazos cuando me percaté de que se había cortado la mano. Debió de haber sido a causa del golpe que le propinó al espejo hace unos segundos.
—Detente…— hablé al fin. Mis palabras apenas se escucharon, pues él me ignoró y siguió con su objetivo de destruir mi habitación.
—¡Elio, basta! — me acerqué hasta él y sujeté su brazo cuando este intentaba lanzar otro puñetazo a la pared. No debí hacerlo, ya que esto únicamente causó que su furia se incrementara. Sentí terror y no porque me hiciera daño, al menos no físicamente, el daño se lo iba a hacer a mi vida. Estaba perdida, la mirada que me mostró prometió que pronto conocería el infierno y este sería creado por sus propios manos.
La atmósfera se sentía demasiado tensa y por ello decidí alejar mi toque de su piel.
—Bueno, ya todo está dicho. No tienes na...
—Corre— dijo interrumpiéndome— Corre muy rápido, pajarito— la frialdad en su tono me erizó la piel— corre tan rápido como puedas, pero esta vez mira atrás cuando lo hagas, pues cuando menos lo esperes te atraparé y esta vez no solo te romperé las alas— en un movimiento muy rápido que no vi venir atrajo mi rostro hacia el suyo y los posicionó tan cerca que nuestras respiraciones se mezclaban entre sí.
—¿Mamá? — la voz de nuestro hijo nos congeló.
El ruido de las cosas al romperse y nuestros gritos seguramente lo despertaron.
—¿Mami, estàs con alguien? — Adri volvió a gritar a través de la puerta— ¿Dami regresó?
Escuchar la manera tan cariñosa en la que mi hijo se refería a Damián causó que aparte de la ira, a los ojos de Elio se le añadiera un toque de dolor. Mi corazón traicionero lo sintió. Odié sentirlo porque sus sentimientos ya no deberían tener poder sobre mí, ya no debería sentir su dolor y tener la necesidad de extirparlo de él.
—Respóndele— me ordenó en voz baja.
— No, cariño. Damián no está aquí. Se me ha caído algunas cosas que estaba cambiando de lugar y he gritado enojada.
—Está bien, mami. ¿Puedo dormir hoy contigo?
—Por supuesto. Solo termino de recoger los pedazos rotos para evitar que te hagas daño y te abro la puerta.
— De acuerdo. ¡Oh, no, olvidé a mi osito Manu! Ahora vuelo.
— Claro, cariño. Aquí te espero.
Apenas oímos el sonido que hicieron sus pasos al alejarse cuando Elio afirmó su agarre en mi rostro atrayendo mi atención nuevamente.
— Vas a pagarlo muy caro, Ana. Si descubro que ese niño es mi hijo, voy a hacerte pagar cada maldito día que pasé alejado de él. Voy a cortar lentamente cada pedazo tuyo y desearás nunca haberme arrebatado ese derecho. — de por sí esa amenaza me provocó un miedo profundo, sin embargo, lo que vino después me paralizó por completo— Pero si descubro que no es mi hijo, voy a destruir toda tu puta vida.
***
Mi ángel..., esa mujer nunca fue un ángel. Pasé años añorándola, necesitándola desesperadamente y atormentándome con el recuerdo de aquella noche en la que nos rompí. Cada noche volvía entre sueños a cada beso, cada caricia, cada acto de inocencia y de amor que me ofreció sin condiciones.
Una llamada lo cambió todo. Cuatro palabras me hicieron odiarla tanto como la amaba. Ella tiene un hijo.
Juré hacerla sufrir por su silencio. Eso y más, pero al final de todo, llevarla conmigo y nuestro hijo. Imaginé muchas de las posibles explicaciones que me daría por haberme ocultado su embarazo. Jamás consideré que una de ellas sería que no soy el padre, que me traicionó con otro hombre mientras decía amarme. De solo pensarlo las ganas de asesinar a aquella persona con la que me pudo ser infiel me carcomen.
Por su bien, espero que lo dicho en su habitación haya sido un intento extremo para alejarme de sus vidas.
***
Han pasado cinco días desde que se marchó por mi ventana. Desde entonces su presencia en mis sueños se ha hecho más intensa. Solo que ahora no son recuerdos del amor falso que viví con él. Ahora son una recreación de su amenaza hecha en la oscuridad de estas cuatro paredes.
—¿Ana? — Damián me miró sorprendido— ¿Qué haces aquí? ¿Y a esta hora? — cogió a mi hijo en sus brazos al verlo dormido sobre mis hombros.
—Lo siento, no sabía a dónde ir y solamente confío en ti. Eso es lo único que puedo responderte— le expliqué a medias.
No preguntó más y asintió. A veces no entendía cómo no podía enamorarme de él. Cómo era posible que mi corazón magullado no aceptara un poco de esa cura que mi amigo le ofrecía incondicionalmente.
Después de unas horas, Adri dormía en la habitación de mi amigo y en su sala, yo lloraba en su pecho mientras él me sostenía pacientemente.
Lágrimas y lágrimas se deslizaban con el paso del tiempo y cuando al fin cesaron, Damián levantó mi rostro con delicadeza para hacer que lo mirara.
— Me mata verte así— dijo con pesar— Daría mi vida si así fuera necesario para quitarte ese dolor.
Sus dedos secaron con cuidado el desastre en mis mejillas y cuando al fin estuvieron libres de las consecuencias de Elio, algo invadió sus pensamientos, lo percibí en sus ojos.
Un ruido leve se escuchó, no obstante, él ni se inmutó. Poco a poco se fue acercando, su interés se hallaba en mis labios y el rechazo fue lo primero que quise manifestar, pero no me atreví a demostrar. No deseaba producirle ni una pequeña parte del sufrimiento que yo experimenté con el rechazo de Elio. Cerré mis ojos y dejé que simplemente sucediera, pero el contacto nunca se dio.