Los días en el Pasaje Maldito seguían su curso después de aquel incidente, pero el aura sombría y decadente del conventillo no dejaba de inquietar a Lucía y su familia. A pesar de haber encontrado cierta estabilidad en aquel lugar, el pasado del edificio pesaba como una sombra persistente.
Una tarde, mientras Lucía exploraba los oscuros pasillos del conventillo, su curiosidad la llevó hasta una puerta que siempre permanecía cerrada. La madera vieja crujía al abrirse, y Lucía se adentra con cautela en un viejo ático polvoriento. En medio de la penumbra, una tenue luz que se filtraba por una ventana reveló una figura inquietante: una muñeca de porcelana bellamente vestida.
La muñeca yacía en un rincón oscuro, como si hubiera sido abandonada durante mucho tiempo. Sus cabellos de porcelana se derramaban en cascada sobre sus hombros, su vestido blanco estaba adornado con encaje delicado y sus ojos vidriosos parecían observarla fijamente. Aunque la muñeca era hermosa, algo en su mirada inquietaba a Lucía. Era como si escondiera un secreto siniestro detrás de su apariencia inerte.
Un escalofrío recorrió la espalda de Lucía, pero una extraña atracción la mantenía fijando su mirada en la muñeca. Sin poder resistirse, se acercó y la volvió a tomar con manos temblorosas. La sensación helada de la porcelana bajo sus dedos le provocó un estremecimiento. Lucía sentía una extraña conexión con la muñeca, como si esta pudiera comunicarse con ella de alguna manera.
De repente, un murmullo suave llenó el ático, pero no parecía provenir de la muñeca. Lucía giró su cabeza y notó que un par de viejos libros estaban esparcidos en una esquina. Uno de ellos se abrió por sí solo, y sus páginas comenzaron a dar vuelta rápidamente, como si una fuerza invisible lo estuviera manipulando.
Lucía se sintió invadida por una mezcla de curiosidad y miedo. Se acercó cautelosamente al libro, y en ese momento, una ráfaga de viento frío azotó el ático, apagando la vela que llevaba consigo. La oscuridad la envolvió, y la sensación de que algo siniestro la observaba se hizo más intensa.
El corazón de Lucía latía con fuerza mientras intentaba encender la vela nuevamente. Cuando finalmente lo logró, su mirada se dirigió automáticamente a la muñeca, solo para encontrarla en una posición diferente a la que la había dejado. Un escalofrío recorrió su espalda, pero trató de convencerse a sí misma de que había sido solo su imaginación.
Decidió llevar la muñeca a su habitación, tal vez para alejarla de ese ático misterioso. Sin embargo, durante las noches siguientes, su sueño se vio atormentado por pesadillas aterradoras que parecían estar relacionadas con la muñeca. En sus sueños, la muñeca cobra vida, persiguiéndola por los pasillos del conventillo y murmurando palabras incomprensibles que parecían llenarla de angustia.
La situación en el Pasaje Maldito también se tornó más inquietante. Los residentes comenzaron a escuchar risas infantiles en la noche y tenues susurros provenientes del ático. Algunos incluso afirmaban haber visto sombras moverse en los rincones oscuros del conventillo.
Lucía se sentía cada vez más perturbada por lo que ocurría a su alrededor y no podía evitar pensar que todo estaba conectado a la muñeca que había descubierto. Aunque su familia y los vecinos intentaban tranquilizarla, una sensación de miedo y desasosiego la acompañaba constantemente.
Un día, mientras compartía sus preocupaciones con Carmen, su amiga de confianza, esta le sugirió que buscaran la ayuda de una curandera conocida por sus conocimientos en temas espirituales y misteriosos. Carmen había escuchado historias sobre una mujer que vivía en un pequeño pueblo cercano y que había ayudado a muchas personas con problemas similares.
Lucía se sintió esperanzada y accedió a la idea de buscar la ayuda de la curandera. Juntas, se aventuraron hacia el pueblo y encontraron a la anciana en una pequeña cabaña rodeada de hierbas y elementos místicos.
La curandera, de aspecto sabia y misteriosa, las recibió con una sonrisa cálida. Escuchó atentamente las preocupaciones de Lucía y Carmen sobre la muñeca y los extraños sucesos en el conventillo.
La curandera tomó la muñeca con manos delicadas y cerró los ojos durante unos momentos. Luego, sus ojos se abrieron de golpe y su rostro se ensombreció.
–"Hay una presencia maligna en esta muñeca", dijo la curandera con voz grave. "Una entidad que busca venganza y que ha sido liberada de su encierro". –
Lucía se estremeció ante las palabras de la curandera. –"¿Qué podemos hacer? ¿Cómo podemos detenerla?"–
La anciana reflexiona por un momento y luego habla con firmeza.
–"Existe un antiguo ritual que puede ayudar a liberar el espíritu atrapado en la muñeca y devolverlo a su lugar de origen. Pero deben estar preparadas, ya que este ritual es peligroso y podría desencadenar fuerzas que no podemos controlar". –
Lucía y Carmen intercambiaron miradas decididas. Sabían que debían enfrentar el peligro si querían poner fin a la maldición que acechaba al conventillo.