El misterio que rodeaba a Clara, la muñeca de porcelana, se volvía cada vez más inquietante para Lucía. A pesar de haber resistido la posesión y liberado a María, las sombras de la muñeca seguían persiguiéndola en sus sueños y pensamientos. Cada día, la sensación de que algo oscuro y malévolo la acechaba se intensificaban.
Lucía se sentía cada vez más aislada y atormentada por los extraños sucesos que ocurrían en el Pasaje Maldito. Aunque sus vecinos no parecían sospechar nada, ella sabía que la presencia maligna de la muñeca estaba afectando su mente y su alma.
Decidió buscar respuestas en el pasado del conventillo. Los rumores entre los vecinos hablaban de un inquilino anterior, un hombre solitario y misterioso, cuya hija había fallecido en circunstancias trágicas. La niña, de nombre Martina, había sido la dueña original de la muñeca de porcelana, y se decía que había sido poseída por un espíritu malévolo.
Lucía sabía que encontrar la verdad sobre la muñeca y su antiguo dueño podría ser clave para liberarse de la maldición que la acechaba. Armada de valentía, comenzó a preguntar a los vecinos más ancianos sobre el inquilino anterior y su hija. Sin embargo, muchos evitaban hablar del tema, como si temieran despertar fuerzas oscuras y desconocidas.
Finalmente, una de las vecinas, Doña Elvira, accedió a hablar con Lucía sobre el inquilino anterior y la tragedia que había ocurrido en el Pasaje Maldito. Doña Elvira era una mujer sabia y respetada en el conventillo, y Lucía sabía que podía confiar en ella.
"Martina, la hija del inquilino anterior, era una niña dulce y cariñosa", comenzó a contar Doña Elvira con voz suave. "Ella y su padre vivieron en el conventillo durante varios años, manteniéndose en un misterioso aislamiento del resto de los vecinos. Rara vez salían de su habitación y evitaban cualquier interacción con los demás".
–"¿Qué les ocurrió?", preguntó Lucía con inquietud. –
–"Se dice que Martina tenía una muñeca de porcelana que era su tesoro más preciado", continuó Doña Elvira. –"Pero un día, algo extraño comenzó a suceder. Martina se volvió distante y melancólica, como si estuviera bajo la influencia de algo maligno. Los vecinos escuchaban susurros provenientes de su habitación, y algunos decían que hablaban con voces desconocidas y siniestras". –
Lucía sintió un escalofrío recorrer su espalda. La historia de Martina parecía tener muchas similitudes con lo que estaba experimentando con Clara.
–"¿Y qué pasó después?", preguntó con cautela. –
–"Doña Martina, la madre de Martina, estaba desesperada por encontrar una solución", continuó Doña Elvira. –"Pidió ayuda a una mujer conocida como 'La Curandera', una sanadora que se decía tenía conocimientos ancestrales sobre el mundo espiritual. La Curandera realizó un ritual para purificar la muñeca y liberar a Martina del espíritu maligno que la poseía". –
–"¿Y funcionó?", preguntó Lucía, llena de esperanza. –
–"Doña Martina nunca reveló los detalles del ritual", dijo Doña Elvira con tristeza en su mirada. –"Pero después de la intervención de La Curandera, Martina volvió a ser la niña alegre y cariñosa que conocíamos. Sin embargo, el inquilino y su hija decidieron abandonar el conventillo poco después. Nadie supo a dónde se fueron, y se sumieron en el misterio". –
Lucía sintió un nudo en la garganta. La historia de Martina la conmovió profundamente, ya que podía verse reflejada en ella. Al igual que Martina, había sido poseída por la muñeca de porcelana, y la maldición parecía haberse apoderado de su vida.
Decidió continuar su investigación para encontrar respuestas sobre la muñeca y su antiguo dueño. Comenzó a revisar los archivos antiguos del conventillo y a buscar en la biblioteca local. Su determinación era inquebrantable, ya que sabía que descubrir la verdad era la única forma de liberarse del mal que la acechaba.
En su búsqueda, Lucía encontró un antiguo diario perteneciente al anterior inquilino. El diario estaba lleno de escritos enigmáticos y oscuros, que hablaban sobre un pacto que había realizado para proteger a su hija. El hombre parecía haber hecho un trato con fuerzas oscuras para asegurar la felicidad y la salud de Martina, pero al hacerlo, había liberado un mal indescriptible en el conventillo.
A medida que Lucía leía las palabras del diario, una sensación de malestar se apoderó de ella. Parecía que el inquilino anterior había abierto una puerta hacia el mundo de lo desconocido y había dejado entrar a un espíritu malévolo en el Pasaje Maldito.
Decidida a poner fin a la maldición, Lucía buscó información sobre La Curandera, la mujer que había realizado el ritual de purificación en el pasado. Se dice que La Curandera había sido una poderosa sanadora con conocimientos ancestrales sobre el mundo espiritual y que había sido capaz de enfrentar a entidades malignas.
Con la ayuda de Carmen, Lucía logró encontrar a una descendiente de La Curandera, una anciana sabia y misteriosa que había heredado los conocimientos y poderes de su ancestro. Lucía sabía que debía buscar su ayuda para liberarse de la posesión que la atormentaba.
Al encontrarse con la descendiente de La Curandera, Lucía se sintió abrumada por la presencia y el poder que emanaba de la anciana. La mujer la miró con ojos penetrantes, como si pudiera ver el mal que la acechaba.
–"Te has cruzado con fuerzas oscuras y peligrosas", dijo la anciana con voz grave. –"El espíritu maligno que acecha en la muñeca de porcelana busca apoderarse de tu alma. Debes enfrentarlo y resistir su influencia si quieres liberarte de la maldición". –
Lucía asintió con determinación, decidida a hacer lo que fuera necesario para liberarse del mal que la atormentaba.