La sensación de alivio y liberación que Lucía había experimentado tras realizar el ritual para romper el pacto con el espíritu malévolo se había convertido en una fuente de esperanza y fortaleza para ella. Creía haber triunfado sobre las fuerzas oscuras que la acechaban y que finalmente podría vivir en paz en el Pasaje Maldito. Sin embargo, lo que Lucía no sabía era que el ritual no había tenido el efecto deseado.
Los días pasaron, y Lucía notó que la muñeca de porcelana parecía estar más inquietante que nunca. Aunque ya no sentía que la maldad la perseguía, había algo en la mirada de la muñeca que la perturbaba. Su expresión facial parecía cambiar sutilmente, como si estuviera observándola con malicia. Además, la niña comenzó a escuchar nuevamente risas infantiles en la noche y tenues susurros provenientes del ático.
Al principio, Lucía pensó que eran simplemente imaginaciones suyas, pero pronto los sucesos extraños se volvieron más frecuentes y perturbadores. Ocasionalmente, objetos se movían solos en su habitación y escuchaba pasos sigilosos acercándose a su cama en la oscuridad de la noche.
Cada vez más inquieta, Lucía decidió compartir sus preocupaciones con Carmen. Juntas, intentaron buscar explicaciones lógicas para lo que estaba ocurriendo. Pensaron que tal vez los sucesos extraños podrían deberse a corrientes de aire o animales en el ático. Pero ninguna de estas explicaciones parecía encajar con la intensidad y la malicia que sentían en el ambiente.
Una tarde, mientras intentaban investigar más sobre la historia del inquilino anterior, Carmen encontró un antiguo diario escondido entre unos viejos libros en la biblioteca del conventillo. Parecía pertenecer al propio inquilino y estaba lleno de escritos enigmáticos y oscuros.
Lucía y Carmen se sentaron en el suelo de la biblioteca y comenzaron a leer el diario con atención. A medida que avanzaban en las páginas, una sensación de malestar y desesperación se apoderaba de ellas. En el diario, el inquilino describe con detalle el pacto que había hecho para proteger a su hija, Martina.
–"La enfermedad de Martina no cede, y su alma parece perderse en la oscuridad", escribió el hombre. –"He decidido hacer un pacto con fuerzas oscuras para asegurar su felicidad y su salud. No me importa el precio que deba pagar, solo quiero que mi pequeña esté a salvo". –
Lucía sintió un escalofrío recorrer su espalda al leer esas palabras. Comenzaba a entender que el inquilino había hecho el pacto con la misma intención que ella había realizado el ritual para romperlo. Pero al igual que ella, el inquilino desconocía las verdaderas consecuencias de sus acciones.
A medida que continuaban leyendo el diario, el tono de las entradas se volvía más desesperado y aterrador. El inquilino hablaba sobre la muñeca de porcelana, que parecía cobrar vida propia y actuar de forma malévola.
–"La muñeca parece ser el recipiente del espíritu maligno que se ha apoderado de mi hija", escribió el hombre. –"Cada vez que la miro a los ojos, siento un escalofrío en el alma. Me he dado cuenta de que cometí un error terrible al hacer este pacto, pero ya es demasiado tarde". –
Lucía sintió un nudo en la garganta al leer las palabras del inquilino. Comenzaba a comprender que el ritual que había realizado para romper el pacto no había tenido éxito. La maldición que había acechado a Martina y su padre seguía presente en la muñeca de porcelana, y ahora también la perseguía a ella.
Decidida a enfrentar la verdad, Lucía y Carmen continuaron leyendo el diario. En las últimas páginas, el inquilino hablaba sobre un último intento desesperado por liberar a su hija del espíritu malévolo.
–"Hoy he contactado nuevamente a La Curandera en busca de ayuda", escribió el hombre. –"Ella me ha advertido que el espíritu maligno se ha aferrado a la muñeca de porcelana y que no será fácil liberar a Martina. Me ha dicho que hay una forma de poner fin a la maldición, pero que requerirá un sacrificio inimaginable". –
Lucía y Carmen se miraron con preocupación y temor. Temían lo que podría significar el sacrificio al que hacía referencia el inquilino. Pero sabían que debían enfrentar la verdad y descubrir cómo poner fin a la maldición que las acechaba.
Continuaron leyendo el diario, pero las últimas páginas estaban llenas de escritos borrosos y manchados, como si el inquilino hubiera estado apresurado al escribirlos. No pudieron encontrar información clara sobre cómo poner fin a la maldición.
–"Debemos encontrar a La Curandera", dijo Lucía con determinación. – –"Ella sabrá cómo ayudarnos a poner fin a esta maldición". –
Carmen asintió, y juntas se embarcaron en la búsqueda de La Curandera. Pero al hacerlo, no podían evitar sentir un temor creciente sobre lo que podría significar el sacrificio necesario para liberarse del espíritu malévolo.
Mientras continuaban su búsqueda, los sucesos extraños en el conventillo se volvieron más intensos y amenazantes.
Personas comenzaron a desaparecer misteriosamente, y el ambiente en el Pasaje Maldito se volvió más sombrío y siniestro.
Lucía comenzó a tener visiones y pesadillas aterradoras, en las que era perseguida por el espíritu malévolo y sentía que su alma estaba siendo consumida por la oscuridad. Temía que, si no encontraba una forma de poner fin a la maldición, también podría desaparecer como lo habían hecho otras personas.
Finalmente, después de días de búsqueda, Lucía y Carmen encontraron a La Curandera en una pequeña cabaña en las afueras de la ciudad. La anciana sabia las recibió con una mirada penetrante y pareció entender de inmediato la gravedad de la situación.