El Padre Manuel, un sacerdote de gran fe y sabiduría, había acudido al conventillo tras oír los rumores sobre los hechos extraños que habían sucedido en el Pasaje Maldito. Quería averiguar lo que pasaba y ofrecer su ayuda, pues sabía de las capacidades especiales de Lucía y Carmen para lidiar con lo sobrenatural.
Antes de llegar al conventillo, el Padre Manuel había hablado con algunos de los residentes que habían sido testigos de los fenómenos extraños que ocurrieron tras el descubrimiento de la muñeca de porcelana. Sus relatos eran inquietantes, y el Padre Manuel sabía que algo oscuro estaba acechando el lugar.
Cuando finalmente llegó al Pasaje Maldito, fue recibido por Lucía y Carmen, quienes le explicaron todo lo que habían vivido y cómo habían tratado con el espíritu de la niña que estaba atrapado en la muñeca. Le contaron sobre la maldición que había acechado al conventillo durante generaciones y cómo habían tratado sellar temporalmente al espíritu en la muñeca.
El Padre Manuel escuchó atentamente y reconoció la valentía y determinación de las dos jóvenes.
–"Lo que han hecho es muy valiente, pero también peligroso", les advirtió. "El mal que acecha este lugar es poderoso y no descansará hasta que encuentre una forma de escapar".
Lucía asintió con seriedad.
–"Lo sabemos, Padre. Es por eso que estamos dispuestas a hacer lo que sea necesario para proteger a nuestra comunidad y poner fin a esta maldición de una vez por todas".
El Padre Manuel sonrió con admiración.
–"Esas son palabras valientes, querida Lucía. Y estoy aquí para ayudarlas en esta misión. Pero antes, necesitamos llevar la muñeca a un lugar seguro, lejos de este conventillo y de cualquier persona inocente".
Juntos, llevaron la caja con la muñeca sellada a la iglesia cercana. El Padre Manuel volvió a realizar una serie de bendiciones y oraciones para asegurarse de que el espíritu permaneciera contenido dentro de la muñeca.
–"Esta muñeca debe permanecer aquí, es un lugar sagrado y protegido, hasta que podamos obtener la aprobación y la ayuda del Vaticano para realizar un exorcismo completo", explicó el Padre Manuel. "Es un proceso complicado y delicado, pero confío en que con la ayuda de Dios, podremos poner fin a esta maldición de una vez por todas".
Lucía y Carmen asintieron, agradecidas por la ayuda del Padre Manuel. Se sentían reconfortadas por su presencia y sabían que estaban en buenas manos.
Después de asegurarse de que la muñeca estaba resguardada en un lugar seguro, el Padre Manuel se presentó ante toda la comunidad del conventillo. Explicó la situación y pidió a todos que permanecieran vigilantes y unidos, ya que el mal podía regresar en cualquier momento.
–"Somos una comunidad fuerte y unida", dijo el Padre Manuel. "Y juntos, podemos enfrentar cualquier desafío que se nos presente. No debemos permitir que el mal nos divida o nos venza".
La comunidad asintió con determinación, sabiendo que tenían un líder espiritual en quien confiar y que los guiaría en esta lucha contra el mal.
En los días que siguieron, el Padre Manuel se quedó en el conventillo para brindar apoyo espiritual y realizar rituales de protección en todo el lugar. La presencia del espíritu se hizo más tenue, pero Lucía y Carmen sabían que no podían bajar la guardia.
Continuaron investigando la historia del Pasaje Maldito y la maldición que lo había acechado durante tantos años. Se reunieron con los ancianos de la comunidad, quienes compartieron sus conocimientos y sabiduría sobre los eventos del pasado.
Poco a poco, comenzaron a descubrir la verdad detrás de la maldición. Años atrás, una niña llamada Clara había sido acusada de practicar magia negra y fue condenada injustamente por la comunidad. Clara había jurado vengarse antes de desaparecer.
Con cada pieza del rompecabezas que encontraban, Lucía y Carmen se acercaban más a la verdad y a una posible forma de poner fin a la maldición de una vez por todas.