La paz finalmente había regresado al Pasaje Maldito. Los residentes se sentían agradecidos y aliviados de que los sucesos perturbadores hubieran cesado. Lucía y Carmen se convirtieron en héroes para la comunidad, y todos los vecinos expresaban su gratitud por haber liberado al conventillo de la oscuridad que lo había atormentado durante tanto tiempo.
Los días pasaron sin incidentes, y el conventillo volvió a ser un lugar lleno de vida y alegría. Los niños reían y jugaban en los patios, los adultos compartían historias y comidas en las áreas comunes, y una sensación de unión y esperanza inundaba el lugar.
Lucía y Carmen se sentían orgullosas de lo que habían logrado, pero también sabían que no podían bajar la guardia. La muñeca seguía sellada en la iglesia, pero el mal seguía latente, esperando su oportunidad para regresar.
Una tarde, mientras paseaban por el conventillo, notaron que una niña nueva había llegado con su familia. Se llamaba Martina y tenía la misma edad que Lucía cuando ella había encontrado la muñeca. Aunque Martina era tímida al principio, pronto se hizo amiga de Lucía y Carmen, quienes le contaron la historia del Pasaje Maldito y cómo se habían enfrentado a ella.
Martina se mostró fascinada y asustada por igual.
–"¿Creen que volverá?", preguntó con los ojos llenos de curiosidad y miedo.
Lucía la miró con ternura.
–"Espero que no. Hemos hecho todo lo posible para proteger nuestro hogar, pero nunca se sabe qué nos depara el destino".
A medida que pasaban los días, Martina se volvió una parte más activa de la comunidad del conventillo. Ganándose el cariño de todos con su bondad, los niños la seguían como si fuera una líder natural.
Pero Lucía notó que Martina a menudo se detenía frente a la iglesia, donde la muñeca seguía sellada. Parecía atraída por ella de una forma extraña, como si una fuerza invisible la llamara.
Una noche, Lucía tuvo una pesadilla inquietante. Vio a Martina sosteniendo la muñeca en sus manos, pero su mirada estaba vacía, como si el espíritu la estuviera controlando. La niña se alejaba lentamente, desapareciendo en la oscuridad del conventillo.
Lucía se despertó sobresaltada, con el corazón latiendo aceleradamente. Sabía que debía hablar con Carmen sobre su sueño, pero también temía preocuparla innecesariamente.
Al día siguiente, mientras paseaban por el patio, Carmen notó que Lucía estaba distraída y preocupada.
–"¿Pasa algo, amiga? Pareces inquieta".
Lucía suspiró y decidió compartir su pesadilla con Carmen. Le contó sobre Martina y cómo había visto en su sueño que la niña estaba sosteniendo la muñeca.
Carmen frunció el ceño.
–"Es solo una pesadilla, Lucía. No podemos dejarnos llevar por ella. Martina es una niña valiente y no creo que se deje influenciar por la muñeca".
Lucía asintió, tratando de calmarse.
–"Tienes razón. Tal vez solo fue producto de mi imaginación. Pero aun así, siento que debemos estar atentas".
Los días pasaron, y Lucía siguió observando a la pequeña Martina con preocupación. La niña pasaba cada vez más tiempo cerca de la iglesia, y a menudo la veía mirando hacia la muñeca con una expresión ausente.
Una noche, cuando el Pasaje Maldito estaba envuelto en la tranquilidad de la noche, Lucía decidió hablar con el Padre Manuel sobre su inquietud. Sabía que él entendería sus temores y que podía ofrecerle consejo y ayuda.
Encontró al Padre Manuel en la iglesia, orando en silencio. Se acercó con respeto y se arrodilló a su lado.
–"Padre, necesito hablar con usted", dijo Lucía en voz baja.
El Padre Manuel la miró con calma y amabilidad.
–"Por supuesto, hija. ¿Qué te preocupa?"
Lucía le contó sobre su pesadilla y cómo había notado a Martina cerca de la muñeca con frecuencia. Expresó sus temores de que el mal pudiera regresar y de que Martina pudiera correr peligro.
El Padre Manuel escuchó atentamente y puso una mano reconfortante sobre el hombro de Lucía.
–"Es natural tener miedo, pero también debemos confiar en la fuerza de nuestra fe y en el poder del bien que hay en el mundo".
Lucía asintió, sintiéndose reconfortada por las palabras del Padre Manuel.
–"¿Qué podemos hacer, Padre? ¿Cómo podemos proteger a Martina y al conventillo de cualquier mal que pueda acechar?"
El Padre Manuel pensó por un momento.
–"Debemos estar vigilantes y asegurarnos de que Martina no se acerque demasiado a la muñeca. Además, es importante que seamos una comunidad unida y que nos apoyemos mutuamente. Juntos, podemos enfrentar cualquier desafío que se nos presente".
Lucía asintió con determinación.
–"Tiene razón, Padre. No podemos dejar que el miedo nos paralice. Debemos proteger nuestro hogar y a quienes amamos".
El Padre Manuel sonrió con aprobación.
–"Así se habla, Lucía. Eres una niña valiente y fuerte, y estoy seguro de que, junto con Carmen y Martina, podrán enfrentar cualquier desafío que se les presente".
A partir de ese momento, Lucía, Carmen y Martina se convirtieron en un equipo inseparable. Se apoyaban mutuamente y compartían sus temores y esperanzas. La comunidad del Pasaje Maldito también se unió, formando una red de apoyo y protección.
Pero lo que Lucía no sabía era que el espíritu malévolo no estaba dispuesto a quedarse sellado para siempre. Su sed de venganza seguía ardiendo, y había encontrado una forma de manipular a alguien cercano para cumplir su cometido.