El Pasaje Maldito

Capítulo 8: La paz temporal (Parte III)

 

Los días pasaron en el Pasaje Maldito, pero la sensación de paz era efímera, como una fina telaraña que el viento podría romper en cualquier momento. Martina, a pesar de integrarse por completo a la comunidad, empezó a tener pesadillas perturbadoras que la atormentaban en las noches. Su risa alegre se desvanecía, reemplazada por miradas vacías y gestos nerviosos.

 

 Lucía y Carmen, quienes agradecían la protección del Padre Manuel, se sentían atrapadas en una espiral de angustia y paranoia. Cada sombra parecía esconder un secreto, y los pasillos del conventillo resonaban con risas infantiles y susurros malévolos en la noche.

 

 Una tarde, mientras Lucía caminaba sola por el patio del Pasaje Maldito, una lúgubre niebla comenzó a levantarse, envolviendo todo en un manto de oscuridad. Una figura borrosa emergió de entre las sombras, tomando forma poco a poco hasta que Lucía pudo reconocerla: la muñeca de porcelana bellamente vestida que había descubierto en el ático.

 

 La muñeca estaba en silencio, pero su mirada penetrante era suficiente para llenar de horror el corazón de  Lucía. Intentó alejarse, pero sus pies parecían estar pegados al suelo, incapaces de moverse.

 

–"Lucía...", susurró la muñeca con una voz quebrada y lúgubre.

 

 Lucía tragó saliva con dificultad, tratando de reunir el valor para responder. 

 

–"¿Qué... qué quieres?"

 

–"Volveré...", dijo la muñeca, su voz resonando como un eco macabro. 

 

–"Volveré por ti, y no habrá lugar donde puedas esconderte".

 

 El terror se apoderó de Lucía, y finalmente logró liberarse de la parálisis que la mantenía atrapada. Dio media vuelta y corrió hacia su habitación, donde Carmen y Martina la encontraron temblando y bañada en sudor frío.

 

 Al escuchar la advertencia de la muñeca, Carmen se apresuró a tomar el amuleto del Corazón de la Luz y lo sostuvo en sus manos con firmeza. "Debemos encontrar una manera de detenerla antes de que sea demasiado tarde".

 

 Martina, con los ojos llenos de lágrimas, asintió con determinación. 

 

–"No podemos permitir que el mal regrese y se apodere de Lucía".

 

 Las tres niñas decidieron investigar en busca de respuestas y soluciones. Revolvieron los libros viejos de la vieja librería cercana al conventillo, buscando pistas sobre cómo enfrentar al espíritu maligno.

 

 En uno de los libros polvorientos, encontraron una leyenda macabra que hablaba de un antiguo ritual para sellar a los espíritus malvados. El ritual requería un artefacto sagrado llamado 

 

–"El Sello de la Oscuridad", que debía utilizarse para encerrar al espíritu en un lugar donde nunca pudiera escapar.

 

 Sin perder tiempo, las niñas se adentraron en una búsqueda desesperada del artefacto. Siguiendo pistas y leyendas, recorrieron rincones olvidados del Pasaje Maldito, desafiando los peligros y sombras que se interponían en su camino.

 

 Finalmente, en una habitación abandonada y llena de telarañas, encontraron una caja de madera tallada con extraños símbolos. Al abrir la caja, revelaron el misterioso 

 

–"Sello de la Oscuridad".

 

 El artefacto irradia una sensación de poder oscuro y misterio. Lucía lo sostuvo con precaución, sintiendo la carga de la responsabilidad que había caído sobre sus hombros.

 

 Decidieron realizar el ritual en el ático, donde todo había comenzado. La luna llena iluminaba el lugar con una luz pálida y fantasmal. Con el corazón latiendo con fuerza, recitaron las palabras de conjuro y colocaron el Sello de la Oscuridad frente a la muñeca.

 

 La muñeca tembló, y sus ojos porcelana brillaron con intensidad. Una risa siniestra se escuchó en el aire, como si el espíritu de Clara estuviera burlándose de ellas.

 

–"Demasiado tarde... no podéis detenerme", susurró la muñeca con malicia.

 

 Pero las niñas no se dieron por vencidas. Mantuvieron su determinación y continuaron el ritual con una fuerza renovada. Cada palabra del conjuro resonaba en el ático, desafiando al espíritu maligno.

 

 Cuando finalmente terminaron, el ático quedó sumido en un silencio sepulcral. La muñeca quedó inmóvil, y la sensación de mal que la rodeaba parecía haber desaparecido.

 

 Lucía, Carmen y Martina se miraron entre sí, esperanzadas de haber logrado detener al espíritu. Pero la advertencia de la muñeca seguía presente en sus mentes, recordándoles que la amenaza seguía latente.

 

 El Pasaje Maldito volvió a sumirse en un aparente silencio, pero todas sabían que la tranquilidad era frágil. El mal aún acechaba en las sombras, esperando su momento para regresar y cumplir su siniestro propósito.

 



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En el texto hay: misterio, terror, muñecas

Editado: 10.12.2023

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