La madera crujía bajo los pies de Lucía mientras subía las escaleras que conducían al ático. La oscuridad era asfixiante, y cada paso que daba se sumía en un abismo de incertidumbre y terror. Armada con el medallón de protección y el valor que provenía de la amistad de Carmen y Martina, avanzó decidida hacia el corazón de la maldición.
La muñeca de porcelana la esperaba en la penumbra, su silueta siniestra resaltando entre las sombras. Los ojos vacíos parecían observar con malicia, y una risa escalofriante resonó en el aire, enviando escalofríos por la espalda de Lucía.
–"Has venido a enfrentarme, pequeña humana", susurró el espíritu malévolo a través de la muñeca. –"Pero te aseguro que no me vencerás. He resistido durante generaciones, y tú no eres más que un insecto insignificante".
Lucía se mantuvo firme, sosteniendo el medallón con fuerza y mirando desafiante a la muñeca. Pero una inquietante duda se apoderó de su mente: ¿podría realmente derrotar a un ser tan antiguo y maligno?
El espíritu malvado dejó escapar una carcajada lúgubre y alzó la muñeca hacia el techo. La habitación se llenó de un viento helado y las velas que iluminaban el ático se apagaron, dejando a Lucía en completa oscuridad. La presencia maligna la envolvió, haciéndola sentir vulnerable y desamparada.
De repente, la muñeca cobró vida, sus brazos se movieron y sus ojos adquirieron un brillo maligno. Lucía sintió cómo la maldad la envolvía, tratando de debilitar su determinación. Cada paso que daba se volvía más pesado, y el miedo amenazaba con apoderarse de ella.
Pero la voz de sus amigas resonó en su mente, aunque más débil que nunca, recordándole que no estaba sola. La falta de noticias del Padre Ignacio y el Padre Manuel la llenaba de incertidumbre y desesperación. ¿Dónde estaban? ¿Habían sido derrotados por el malévolo espíritu?
–"¡Lucía, tú puedes hacerlo! No dejes que te engañe", susurró la voz de Carmen, casi apagada por el terror.
–"Confiamos en ti. Eres la luz que puede vencer la oscuridad", agregó Martina, aunque su esperanza parecía desvanecerse.
Lucía respiró profundamente, reuniendo todas sus fuerzas. Sabía que debía actuar rápido antes de que el espíritu malévolo tomara el control por completo. Pero en medio de la negrura que la rodeaba, una sensación de soledad y derrota la asaltó.
Extendió el medallón de protección hacia la muñeca y comenzó a recitar las palabras del ritual de exorcismo que habían aprendido del diario polaco. La gema resplandeciente en el centro del medallón irradia una luz tenue que luchaba por contrarrestar la oscuridad del espíritu malévolo.
La batalla entre el bien y el mal se intensificó. El ático temblaba bajo la fuerza de la lucha sobrenatural. Los objetos volaban en todas direcciones, y las sombras danzaban en torno a Lucía y la muñeca.
El espíritu malévolo soltó gritos de furia y desesperación, intentando desestabilizar a la joven con su malicia. Pero Lucía se mantuvo concentrada, recordando la importancia de su misión aunque sintiera que estaba perdiendo la batalla.
En medio del enfrentamiento, algo llamó la atención de Lucía. Un destello tenue en el rincón del ático captó su mirada. Sin apartar la vista de la muñeca, se dio cuenta de que era la reliquia sagrada que habían encontrado.
Un instante de distracción bastó para que la muñeca se abalanzara sobre Lucía, intentando arrebatarle el medallón de protección. Pero con un movimiento rápido, la joven logró esquivar el ataque y se abalanzó hacia la reliquia.
A medida que Lucía se acercaba a la gema resplandeciente, la luz brillaba con mayor intensidad, pero también la oscuridad se volvía más opresiva. Podía sentir el poder que emanaba de ella, pero también la magnitud del mal que enfrentaba.
El espíritu malévolo soltó un grito de terror mientras la reliquia se acercaba a Lucía. Sabía que su reinado de terror estaba en peligro y que la joven representaba una amenaza real. El aura sombría que lo envolvía se intensificó, y su figura se desdibujó en la negrura, preparándose para un ataque final.
Lucía se encontraba al borde del abismo, una sensación de desesperación la inundaba. La esperanza se desvanecía con cada latido de su corazón, pero sabía que no podía retroceder. La reliquia estaba a punto de tocar sus manos, y el enfrentamiento final estaba a punto de desatarse, un enfrentamiento que podría cambiar el destino del Pasaje Maldito para siempre.