La revelación golpeó a Lucía como un rayo en medio de la oscuridad del ático. La mirada fría y despiadada de Carmen era inconfundible, y cada pieza del rompecabezas encajó de repente. Recordó cada evento extraño y perturbador que había ocurrido desde que empezaron a investigar la leyenda de Clara y el espíritu malévolo.
Un escalofrío recorrió la espalda de Lucía mientras miraba a la muñeca de porcelana en manos de Martina. Allí, en sus ojos vidriosos, vio el reflejo del alma retorcida de Carmen. Un grito atrapado se formó en su garganta, pero lo ahogó, temiendo alertar aún más al espíritu maligno.
Las palabras de Carmen resonaron en su mente, recordándole los momentos en que la había guiado hacia las páginas oscuras del diario polaco, presentando pistas falsas mientras la empujaba hacia una espiral de terror y desesperación.
–"No puede ser...", murmuró Lucía con voz entrecortada, desesperada por negar lo que tenía frente a ella.
El espíritu sonrió a través de los ojos de Carmen, deleitándose con el sufrimiento de Lucía. –"Oh, pero es verdad, querida amiga. Carmen ha sido solo un títere. He usado su bondad y confianza para alimentar mi aburrimiento".
Las lágrimas se acumularon en los ojos de Lucía mientras miraba a Martina bajo la influencia del mal. Su amiga, a quien había conocido desde la infancia, estaba irreconocible. La pureza y la alegría que una vez llenaban su corazón se habían esfumado, reemplazadas por una oscuridad que la consumía.
–"Martina, lucha contra esto. Esa no eres tú", rogó Lucía, extendiendo una mano hacia ella.
El espíritu malévolo emitió una risa siniestra a través de los labios de Carmen. –"Es inútil. Martina me pertenece, y sus deseos son los míos. Ni vos ni nada podrá detenerme".
La tristeza y la angustia inundaron a Lucía mientras se enfrentaba a la cruel realidad. La amistad que había compartido con Carmen y Martina ahora estaba teñida por la maldad y la traición. El mal había manipulado su sentimientos y usado sus lazos de amistad para llevarlos al borde del abismo.
Aterrada y desesperada, Lucía se vio en una encrucijada. Sabía que no podía rendirse, que debía encontrar una manera de liberar a Carmen y Martina de la influencia del espíritu malévolo. Pero enfrentarse al mal encarnado en su propia amiga la llenaba de terror y desesperanza.
La tensión en el ático era palpable, y Lucía se encontraba en la lucha más peligrosa y desgarradora de su vida. Debía encontrar la fuerza para enfrentar al mal y restaurar la luz en el Pasaje Maldito, aunque esto significara enfrentarse a su querida amiga Carmen y descubrir cómo liberar a Martina de las garras del espíritu maligno. La verdad recién revelada solo complicaba aún más el destino del Pasaje Maldito y la amistad de las tres niñas. El suspenso y el terror se habían apoderado por completo del ático, y Lucía se preparaba para lo que sería la batalla más difícil de su vida.