Lucía, fortalecida por el poder del medallón combinado con el amuleto, avanzó con determinación a través del oscuro laberinto. A pesar de las pesadillas que la rodeaban, sabía que debía llegar a la fuente de todo este horror: la muñeca.
Finalmente, después de atravesar un pasillo retorcido, llegó a una habitación que parecía ser el corazón de este mundo distorsionado. En el centro de la habitación estaba la muñeca, sentada en un trono de pesadilla. Sus ojos de cristal la miraron con una malicia innatural, y su sonrisa retorcida parecía burlarse de Lucía.
–"Finalmente has llegado"– susurró la muñeca con una voz que resonó en el aire cargado de terror. –"Te lo has pasado bien, Lucía. ¿Te has divertido?, yo me he divertido mucho".–
Lucía se mantenía alerta, el medallón y el amuleto listos para enfrentar a la entidad maligna. –"Tú eres la causa de todo esto"–, dijo con voz firme. –"libera todas las almas atrapadas en este lugar y pone fin a esta maldita pesadilla"–.
La muñeca soltó una carcajada malévola que retumbó en el cuarto. –“¿Qué te crees que eres, Lucía? ¿Mi dueña? Estás muy confundida, Lucía. Yo soy la que manda aquí, y no voy a obedecer a una mocosa como tú”–.
La batalla entre Lucía y la muñeca se desató, el medallón brillaba con una luz blanca que protegía a Lucía de los ataques de la muñeca. La muñeca, furiosa, lanzaba rayos de oscuridad, tratando de alcanzar a Lucía. La habitación se llenó de destellos y estruendos, mientras la luz y la sombra se batían en un duelo mortal. Lucía sentía el calor del medallón en su pecho, y la esperanza de vencer a la muñeca en su corazón.
Lucía luchó con todas sus fuerzas, decidida a vencer a la entidad maligna. Pero la muñeca era astuta y poderosa, y parecía conocer cada movimiento que Lucía hacía. La lucha se prolongó, y el tiempo parecía perder su significado en ese lugar maldito.
Finalmente, después de una ardua batalla, Lucía encontró una apertura en la defensa de la muñeca. Con un esfuerzo sobrehumano, Con un esfuerzo sobrehumano, le asestó un golpe, poniendo fin al enfrentamiento.
La muñeca emitió un alarido espeluznante y comenzó a desmoronarse. Las sombras que la rodeaban se agitaron con furia antes de desvanecerse en el aire. Lucía observó con alivio y satisfacción cómo la entidad maligna era vencida.
Con la muñeca destruida, el oscuro laberinto comenzó a colapsar a su alrededor. Lucía sabía que debía escapar de ese lugar antes de que quedara atrapada en su destrucción.
Corrió por los pasillos retorcidos, siguiendo el rastro de luz que el medallón y el amuleto dejaban a su paso. Las paredes se sacudieron, y las sombras la persiguieron mientras el laberinto se desmoronaba.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Lucía cruzó la puerta y se encontró en la entrada del conventillo. El mundo exterior nunca había parecido tan acogedor. Mientras dejaba atrás el horror del Pasaje Maldito, no pudo evitar que las lágrimas brotaran de sus ojos.
Deseó estar en los brazos de sus padres, lejos de este lugar maldito. Y con el medallón y el amuleto en sus manos, Lucía estaba decidida a descubrir los secretos que habían desencadenado esta pesadilla. No importaba cuán oscuros fueran los secretos, estaba lista para enfrentarlos.
Lucía regresó al conventillo, con el corazón lleno de determinación y un persistente anhelo de respuestas. El lugar, a pesar de su antigüedad y aspecto decrépito, ahora parecía un refugio seguro en comparación con el horror que había enfrentado.
A medida que avanzaba por los pasillos conocidos, las voces de los inquilinos parecían llenar el aire. Lucía podía sentir sus miradas curiosas y preocupadas.
Finalmente, llegó a la habitación donde había comenzado esta pesadilla. La muñeca yacía destrozada en el suelo, un recordatorio constante de la pesadumbre que había traído. Lucía se arrodilló junto a los restos rotos, preguntándose si finalmente encontraría respuestas.
Observó el medallón y el amuleto que aún sostenía. Habían sido su salvación en el Pasaje Maldito, pero ahora, sin el peligro inminente, parecían meros objetos antiguos. Lucía sabía que debían tener algún propósito más allá de repeler a la entidad maligna.
La joven comenzó a examinar detenidamente el medallón y el amuleto. Notó que los diseños tallados en ambos compartían similitudes inquietantes. Era como si fueran dos mitades de un todo. Con cuidado, comenzó a combinar los dos objetos.
Al hacerlo, una ráfaga de luz dorada los envolvió, y una serie de imágenes comenzaron a inundar la mente de Lucía. Vio escenas de una época pasada, donde el conventillo era un lugar lleno de vida y alegría. Los inquilinos eran una comunidad unida, y la muñeca que yacía a su lado no era un ser malévolo, sino un regalo de amistad.
Entonces, la visión cambió, mostrando cómo el conventillo se había sumido en la tristeza y la desesperación. La muñeca se había convertido en un recipiente de la amargura y el sufrimiento de aquellos que habían vivido allí. La entidad maligna que había enfrentado era el resultado de ese oscuro legado.
Lucía comprendió que el medallón y el amuleto no sólo tenían el poder de repeler a la entidad maligna, sino también la capacidad de purificar la maldición que había afectado al conventillo durante tanto tiempo. Eran la clave para liberar a las almas atrapadas.
Con renovada determinación, Lucía se puso de pie. Sabía lo que debía hacer. Debía reunir a los inquilinos del conventillo y explicarles la verdad detrás de la muñeca y la forma de purificar el lugar. Había llegado el momento de enfrentar el oscuro legado de su hogar y liberarlo de una vez por todas.
El camino por delante no sería fácil, pero Lucía estaba dispuesta a hacerlo. Mientras se dirigía hacia el pasillo principal, no pudo evitar recordar las palabras del anciano curandero antes de marcharse. –"Nunca subestimes el poder de la verdad"–. Con esa verdad como su guía, estaba lista para enfrentar cualquier desafío que se interpusiera en su camino.