Lucía se encontraba en la habitación donde todo había comenzado, observando los objetos purificados que yacían sobre una mesa. La luz dorada emitida por el medallón y el amuleto había desaparecido, pero su influencia seguía impregnando la habitación.
Mientras los inquilinos continuaban con el proceso de purificación en otras partes del conventillo, Lucía se permitió un momento de reflexión. Todavía había muchas preguntas sin respuestas, y las sombras de los misterios sin resolver la rodeaban.
¿Qué había sucedido con el padre Manuel? Había desaparecido en el Pasaje Maldito, enfrentando al mal con valentía, pero no había vuelto a verlo. La incertidumbre sobre su destino pesaba en el corazón de Lucía.
Y el Padre Ignacio, que también había desaparecido, ¿dónde se encontraba? Las últimas palabras que le había dirigido antes de enfrentar a la entidad maligna seguían resonando en su mente.
Lucía se preguntaba sobre las acciones de la muñeca. ¿Por qué había indicado el paradero del medallón a través de Carmen, y luego entregado el amuleto? ¿Qué papel había desempeñado la entidad maligna en toda esta trama?
Pero lo que más la desgarraba era el dolor de la verdad. La revelación de que sus dos amigas, Martina y Carmen, eran muñecas, es decir jóvenes como ella que habían perdido sus almas y habían sido esclavizadas por una fuerza maligna, había destrozado su confianza. Habían sido inseparables, compartiendo risas, secretos y aventuras. La idea de que toda su amistad había sido ficticia era difícil de aceptar.
La habitación estaba llena de sombras mientras Lucía se perdía en sus pensamientos. No había respuestas fáciles a estas preguntas. Sabía que tendría que enfrentar el dolor de la verdad y continuar buscándola, sin importar cuán dolorosa pudiera ser.
En su mente resonaban las palabras del padre Manuel. –"La verdad puede ser escurridiza y dolorosa, pero es el camino hacia la redención"–. Lucía sabía que no podía detenerse ahora. Había desentrañado una parte de los misterios que rodeaban al conventillo, pero aún quedaba mucho por descubrir.
Con determinación, Lucía se puso de pie y se dirigió hacia el pasillo.Llevó consigo las incógnitas que la atormentaban, decidida a enfrentarlas una a una en su búsqueda de la verdad y la redención.