La maldición que acechaba al Pasaje Maldito me había arrastrado a su abismo de sombras y secretos, y no sabía si alguna vez podría encontrar el camino de regreso.
Durante mi desaparición, fui testigo de horrores inimaginables. Las sombras, vivas y sedientas de mal, danzaban en los pasillos, alimentándose de la desesperación y el temor de los residentes. Mis rezos y mis ruegos parecían caer en oídos sordos, y cada intento de escapar resultaba en un fracaso.
El tiempo en ese lugar retorcido y oscuro perdía su significado. No sabía cuánto tiempo había transcurrido desde mi desaparición, y cada día se mezclaba con la noche en una sucesión sin fin. La muñeca de porcelana, con su rostro siniestro y sonriente, me atormentaba con su presencia, como un recordatorio constante de mi fracaso en proteger el conventillo.
Mis pensamientos se volvían cada vez más turbios. Me culpaba por no haber comprendido antes la verdadera naturaleza de la muñeca y su conexión con la maldición que asolaba el lugar. Había abandonado a mis amigos y a Manuel en su lucha contra el espíritu malévolo, y mi corazón se llenaba de angustia.
Durante mi tiempo en ese abismo, experimenté visiones aterradoras. Vi sombras retorciéndose en agonía y rostros de antiguos residentes del conventillo que habían sido atrapados por la maldición. Sus susurros llenaban mis oídos, y sus miradas vacías me perseguían en mis pesadillas.
Pero a pesar de la oscuridad que me rodeaba, mantenía la esperanza. Recordaba las palabras del Padre Manuel y su creencia en la amistad y la valentía como las claves para derrotar el mal. Sabía que Lucía, Carmen y Martina eran la última esperanza del conventillo, y rezaba por su éxito en su misión de liberar al lugar de la maldición.
Finalmente, en medio de la noche, cuando la oscuridad era más profunda, una luz brillante y pura rompió la sombra que me había aprisionado durante tanto tiempo. Sentí un alivio indescriptible mientras la maldición comenzaba a ceder.
Me encontré frente a una luz resplandeciente, la misma que había guiado a las tres valientes amigas en su búsqueda. Su luz iluminó mi camino y me permitió escapar de las garras de la oscuridad.
Con lágrimas en los ojos, supe que Lucía, Carmen y Martina habían triunfado en su misión. La paz había regresado al Pasaje Maldito, y mi angustia se desvaneció.
Pero mientras me reunía con las tres amigas, sabía que aún quedaban preguntas sin respuestas. La desaparición del Padre Manuel y el significado de la gema resplandeciente eran misterios que debíamos resolver.
Mientras tanto, en las sombras, una figura misteriosa nos observaba. El mal podía haber sido desterrado, pero las fuerzas ocultas seguían acechando, listas para desafiar nuestros esfuerzos en la búsqueda de la verdad.