El Pasaje Maldito

Capítulo 35: La Capilla

 

 En medio de la oscuridad que me aprisionaba, empecé a buscar pistas, señales, cualquier indicio que pudiera arrojar luz sobre mi situación. Con mis manos temblorosas, exploré las paredes y el suelo de la habitación, buscando cualquier irregularidad que pudiera conducir a un escape.

 Sin embargo, la arquitectura del Pasaje era complicada y engañosa. Los muros parecían retorcerse y cambiar de forma a mi alrededor, como si el conventillo mismo conspirara contra mis esfuerzos. Mi desesperación crecía, pero no podía permitir que el pánico se apoderara de mí.

 En medio de mi búsqueda, mis dedos toparon con una protuberancia en la pared. Al presionar, un fragmento de la superficie se deslizó, revelando una abertura. Era un pasaje estrecho, apenas lo suficientemente grande como para que una persona pudiera pasar. Sin dudarlo, me adentré en el oscuro pasadizo, esperando que me llevara a la libertad.

 Mis manos rozaban las paredes húmedas del túnel estrecho. A medida que avanzaba, noté que se ramificaba en varias direcciones, como un laberinto subterráneo. La sensación de estar en un lugar donde ningún ser humano debería aventurarse se apoderó de mí.

 La falta de luz en el pasadizo era total, y mi única guía era el tacto. A pesar del miedo, seguía adelante, con la esperanza de encontrar una salida que me llevara de regreso al conventillo.

 El tiempo perdía sentido en aquel mundo de tinieblas. No sabía cuánto había avanzado ni cuántas veces me había perdido en la maraña de pasadizos. La sensación de que algo acechaba en las sombras me mantenía en constante alerta.

 De repente, el pasadizo se ensanchó, y una tenue luz comenzó a filtrarse desde el otro lado. Mis ojos se ajustaron lentamente a la iluminación, y lo que vi me dejó sin aliento.

 Me encontraba en una inmensa capilla subterránea, iluminada por una extraña fuente de luz. La habitación estaba adornada con frescos antiguos que representaban escenas macabras y rituales siniestros. En el centro de la capilla se alzaba un altar de piedra, y sobre él, descansaba el cuerpo inerte del Padre Manuel, con una expresión de terror congelada en su rostro.

 Mi corazón se llenó de temor al darme cuenta de que algo oscuro y poderoso había sometido al Padre Manuel. Miré a mi alrededor, tratando de entender dónde me encontraba y qué podía hacer para liberarlo.

 El lugar estaba lleno de objetos misteriosos y antiguos. La atmósfera estaba cargada de energía ominosa, como si hubiera un poder sobrenatural presente.

 De repente, unas figuras se acercaron a mi. Sus rostros estaban ocultos bajo las capuchas, pero sentí su malevolencia en sus miradas penetrantes. Estaba atrapado en un lugar donde el tiempo y el espacio parecían retorcerse, en medio de un ritual oscuro y peligroso.

 Mis rezos se volvieron más intensos, clamando por la protección divina y la guía. No sabía si mis palabras tenían algún poder en ese sitio profano, pero no podía permitir que el miedo me paraliza.

 Las figuras encapuchadas estaban cada vez más cerca de mí, y la capilla se llenó de un eco siniestro mientras se acercaban. Estaba en el centro de una pesadilla en la que no sabía quiénes eran mis enemigos ni cuál sería mi destino. Pero una cosa era segura: no iba a rendirme sin luchar.
 



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En el texto hay: misterio, terror, muñecas

Editado: 10.12.2023

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